e han convertido en la cara amable de una pandemia que ha hecho auténticos estragos en la población mayor que, lamentablemente, se ha erigido sin quererlo en la más vulnerable, en la más perjudicada por un virus que nos ha descolocado a todos.

Se cumple un mes desde que la plantilla de la residencia San Jerónimo de Estella decidió encerrarse con sus residentes y convivir el confinamiento para, juntos, evitar que el virus atravesase sus muros.

La idea de su director, David Cabrero, el respaldo de los representantes sindicales y el aplauso agradecido de las personas usuarias han conseguido el objetivo: una convivencia envidiable (a tenor de los vídeos difundidos), lograr que el coronavirus no haya entrado y, sobre todo, mostrar que es posible y necesario humanizar este servicio; "humanizar esta pandemia" , destaca Cabrero quien reconoce que detrás de cada caso hay una persona.

"Si hay algo que he comprobado -añade- es que sus sentimientos, sus temores, sus miedos son iguales a los míos y que no es de recibo que estas personas que nacieron en tiempo de guerra y han sufrido la posguerra se vean ahora obligados a morir solos. Esta pandemia nos ha enseñado que tenemos que darle la vuelta a esta situación", se auto convence.

En la residencia de San Jerónimo de Estella viven 60 personas mayores, a las que se suman otras diez que residen en los chalets inaugurados en diciembre, y que constituyen una antesala de la residencia. De la plantilla que les atiende, quince trabajadores y trabajadoras decidieron secundar la iniciativa del confinamiento compartido. Se han quedado los que han podido compatibilizar esta iniciativa con sus familias y la experiencia ha resultado un éxito. Entidad sin animo de lucro, la residencia está asociada al Grupo Lares y tiene 15 plazas concertadas.

En los mismos días, un grupo de 22 trabajadoras y trabajadores de la residencia Nuestra Señora de Gracia (La Milagrosa) de Tudela decidó hacer lo mismo: iniciar un confinamiento voluntario en la residencia para trabajar en ella sin entradas ni salidas, disminuir al máximo el riesgo de contagio y convivir con las personas usuarias.En este caso, el grupo de empleados, encabezado por la directora del centro, Begoña Moreno Valencia, atiende a 85 residentes y la iniciativa ha permitido seguir los cuidados de las personas usuarias con mayores garantías de seguridad. También en la residencia ribera han logrado de momento hacer frente al coronavirus. La residencia Nuestra Señora de Gracia de Tudela es una entidad sin ánimo de lucro dependiente de la Fundación Don Miguel Eza. Asociada al Grupo Lares, de las 85 plazas, tiene 35 concertadas.

Ambas iniciativas fueron valoradas ayer positivamente por la consejera de Derechos Sociales, Carmen Maeztu, y la directora gerente de la Agencia Navarra para la Autonomia y Desarrollo de las Personas (ANADP), Inés Francés. "Las experiencias han sido positivas y las vemos con una enorme esperanza porque han conseguido mantener los centros sin que haya ningún tipo de contagio y ningún caso", señaló Maeztu.

Añadio que "en la medida de lo posible, las hemos apoyado" ya que tanto en el relevo en Tudela como cuando se incorporaron dos trabajadoras en Estella, para sustituir a otras dos, se les hicieron las pruebas para garantizar que esos profesionales no iban a contagiar".

"Tenemos que dar la vuelta al tema; no es justo que personas que ya sufrieron la posguerra mueran solas"

Dtos. de la Residencia de San Jerónimo