- Médico generalista, especializada en Urgencias Extrahospitalarias desde 1989 y en la coordinación medica de la Sala de SOS Navarra desde 1991, Camino Zariquiegui y el equipo de facultativos del centro referencial de emergencias de Navarra las habían visto de todos los colores. Recuerda lo terrible que fueron la epidemia de gripe intensa en torno a 2004, la gripe aviar o la crisis del ébola, pero se sincera: "Como el coronavirus no habíamos visto nada semejante. Y tampoco en cuanto a todos los recursos sanitarios que se han puesto en marcha. Llevo 30 años en este servicio y no ha habido nada semejante".

¿Este virus ha supuesto un reto monstruoso para ustedes?

-Más un mes después, podemos decir que del coronavirus hemos ido aprendiendo con el paso del tiempo y de los días. Lo que hemos hecho ha sido aprender de nuevas situaciones clínicas, de síntomas que al principio no parecían propios de la infección. Al comienzo estaba claro que los problemas respiratorios, la tos y la fiebre alta eran los síntomas que nos hacían estar alerta, pero luego hemos añadido más. Han ido apareciendo pacientes con problemas digestivos o con problemas en la pie que también nos indicaban que podía haber presencia del virus.

Las emergencias por asuntos médicos se han disparado.

-Hemos gestionado en un mes en torno a 22.000 incidentes. Los incidentes o asuntos, como los denominamos, no son las llamadas propias al 112. Cada asunto puede recibir una, dos o tres llamadas y referirse a la misma emergencia. Eso supone un incremento enorme de incidencias. Hay días en los que estamos gestionando el doble y triple de asuntos que en una jornada ordinaria. Y la mayor parte del incremento es por el covid, que ha tenido 5.000 consultas específicas. Esta crisis ha sido muy importante, con una epidemia que se propagaba muy rápido y un escenario cambiante al que ha habido que ir adaptándose. Ha sido muy complicado de asistir a a emergencias en domicilios. Los compañeros han tenido un mérito terrible. Es un trabajo muy costoso en situaciones normales y ahora ha sido aún más porque lo primero era la prevención y la seguridad. Había que vestirse antes para evitar el contagio en el contacto con el paciente. Y, por desgracia, ha habido que verificar o certificar mucho más fallecimientos también, tanto en domiciliso como en residencias, tanto de personas mayores como de otras jóvenes con patologías que se han ido complicando.

¿Cómo se atiende una llamada tipo relacionada con el covid?

-En primer lugar hay que intentar que nada de esto cause alarma, pero que el paciente siempre esté alerta. Una cosa es la alarma y otra es la alerta. Hemos visto a pacientes que llevaban siete días con síntomas, pensaban que iban a mejorar, y entraban en una curva de empeoramiento. Eso demuestra que con el coronavirus no se puede bajar la guardia. Y entre los aprendizajes que hemos visto del coronavirus, ha habido una cosa sorprendente. Hemos visto a pacientes que estaba en un estado mucho peor del que parecía y del que relataban. Es decir, era gente que se encontraba bien físicamente y que, luego, a la hora de pasar una clínica y hacerle las pruebas, veíamos unas neumonías terribles. Las placas y la saturación indicaban situaciones mucho más feas de lo que transmitía el estado general del paciente, pese a que llevaba cuatro días con paracetamol y parecía que evolucionaba bien.

Habla de no bajar la guardia. ¿Temen un rebrote?

-El miedo lo hemos tenido todos. El principio de esta crisis fue muy importante. En el 112 recibimos muchas llamadas de gente con verdadera ansiedad, porque al confinamiento había que añadir situaciones de aislamiento en los propios domicilios en caso de que hubiera un contagio. Y las llamadas que hemos atendido eran muchísimo más largas que de normal. Antes, te podía llamar un padre o una madre porque necesitaba saber la dosis de Dalsy para su hijo y en un minuto terminaban esa consulta. Ahora no. Ahora tienes que calmar, dar información, dar pautas, hacer un seguimiento... Por eso digo que no hay que relajarse absolutamente nada. De eso también tenemos que aprender.

Y mientras, también había que atender las urgencias ordinarias...

-Hemos tratado de recalcar en toda la crisis que a Urgencias y a los centros de Salud se puede seguir acudiendo. Para ello se han individualizado los circuitos de asistencia. Por un lado van los pacientes con problemas respiratorios. Por otro lado irá el resto. Ha habido llamadas con cólicos nefríticos para ver si podían acudir a Urgencias. Ha habido consultas de pediatría que para cuando han acudido al pediatra llevaban ya patologías infantiles largas. Ha habido familias que han esperado tres días a llevar a su hijo a Urgencias con el brazo roto. La ciudadanía debe tener claro que el servicio sigue funcionando y superar ese miedo. Hay urgencias reales que no deben esperar. ¿Dónde están los 200 pacientes que por ejemplo acudían a diario a Urgencias al centro San Martín (antiguo Solchaga)?

Es una crisis que se ha cebado con los mayores. La preocupación sería una constante con ellos.

-Sí que ha habido muchas familias que al no poder ver a sus mayores, hacían consultas sobre su estado, sobre si les veían con tos y empezaban a preocuparse. Todos hemos estado preocupados por ello. La gente lo ha pasado mal y desde luego el confinamiento ha influido en que se sintieran muy solos. También había que valorar mucho su situación. Había personas mayores que de ordinario habrías mandado al hospital por los síntomas que relataban, pero había que tener en cuenta todos los parámetros y pensar que quizás no era bueno moverles de su zona de confort, siempre pensando en ellos para protegerlos, cuidarlos y reconocerlos.

"Hemos ido aprendiendo del virus; al inicio avisaba con tos y fiebre, luego con problemas digestivos, luego la piel..."

"Ha sido muy costoso trabajar en domicilios y en residencia y hemos visto muchos fallecimientos"