aría León dejaba caer en La Información del 26 de abril que la “fase de desescalada cada vez está más cerca ante un mayor control de la pandemia del coronavirus en España. Sin embargo, la inexistencia todavía de una vacuna, así como de un tratamiento efectivo, hacen obligatorio que la vuelta a la normalidad implique una nueva realidad”. El insurgente.org ofrecía, el pasado 27 de abril, notificaciones tan significativas como la que llevaba por título “Ayuso continúa en modo espectáculo: Desplante, misa y lágrimas”.

Se trata de uno de los caminos de moda para algunos representantes de la política: “Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid con el apoyo de C’s y Vox, sigue marcando el ritmo mediático de la derecha. Hace unas horas dijo que hablaría antes que nadie en la reunión no presencial de los presidentes autónomos con Pedro Sánchez porque tenía que irse corriendo a misa”. El peligro, sin embargo, acecha en cualquier esquina: “El líder del PP, Pablo Casado, ha propuesto este martes a la ex presidenta del Congreso y ex ministra de Sanidad, Ana Pastor para dirigir la citada comisión, que todavía no se ha constituido”, informaba Diariocrítico el martes 28 de abril.

Y eso no era todo: “`En esta crisis, España solo ha liderado las malas noticias. Más vidas rotas y más vidas arruinadas que nadie. El confinamiento más drástico, más devastación económica y la desescalada más tardía. Tenemos que ponernos al frente de la Gran Reapertura española desde la confianza en España y en los españoles. Al frente de la recuperación de la vida´, ha reiterado [Cayetana] Álvarez de Toledo”, según dicho trabajo.

Modo espectáculo. Rancio espectáculo. Mientras tanto, el ciudadano abandonado por la falta de piedad de los dioses terrenales espera el final de la escalada. O, quizá, el descalabro: “La pandemia del coronavirus (…) deja sin satisfacer las necesidades básicas de quienes viven de un sustento diario”. Juan Viera, miembro de la Organización para la Defensa de lo Público en Extremadura, centra su atención (y así nos lo hace saber en rebelión.org el último día de abril) en torno a la situación laboral y política de algunos de sus compatriotas pero, ¿hay alguna diferencia destacable entre ese infierno y el global? Probablemente, no, pues Javier Casquero ya dibujaba un lienzo la mar de siniestro en El País del domingo 3 de mayo: “El exjefe de prensa de Aznar es la figura elegida por la presidenta para no eludir la confrontación con la izquierda”.

¿Desescalada? Con Miguel Ángel Rodríguez desperdigando noticias y pseudonoticias a diestro y siniestro desde las alturas del Gobierno de Madrid, parece más cercano el descalabro: “El coronavirus ha transformado a Ayuso en el incordio permanente del Gobierno central, a veces incluso más que su jefe en el partido”, concluye Casquero. Pero es tan animado el 2020 que el martes 5 incluso en Vanitatis (El Confidencial) podía leerse que “Un nuevo escándalo ha puesto en entredicho la figura del rey Juan Carlos, después de que el diario El País publicara este fin de semana que Arturo Fasana, supuesto gestor financiero del Rey emérito, declaró en octubre de 2018 haber ingresado en una cuenta suiza el 7 de abril de 2010 a nombre del entonces monarca 1,9 millones de dólares”.

Entonces, ¿descalabro? Probablemente, global y, cómo no, local, dada la tenacidad de articulistas tan empecinados como Jorge Bustos en colorear el cotarro: “Si Sánchez salvó la cuarta prórroga del estado de alarma es solamente porque ha estirado una vez más la correa del perro loco”, soltaba en El Mundo del jueves 7. La culpa de todo la tenían (la tienen) los de siempre: “Separatistas nostálgicos de su mesa y populistas con derecho a BOE esperan que la mascarilla naranja sea de un solo uso y no se declare obligatoria en la nueva normalidad parlamentaria”. Así pues, a punto de recuperar la calle, el ciudadano común todavía debe enfrentarse a los políticos menos preparados para evitar la barbarie… “Pero es lógico que en un corral de estrábicos mirar al centro cause estragos”.

Según Bustos, los estragos ya están aquí y puede ser cierto: en Madrid, atiborrados de populistas y en Pamplona, sin sanfermines…