Todos los días poco después de las tres de la tarde, el pequeño Patricio se evade del confinamiento saliendo a su balcón a esperar a su amigo Percibald, quien a través de un altavoz le cuenta cuentos a él y a sus vecinos en el barrio de Tlatelolco, en la Ciudad de México.

El cuento diario que lee todos los días desde hace dos meses busca que los niños, usando su imaginación, puedan salir del encierro al que los ha condenado la covid-19.

La idea nació de la inquietud de atender las necesidades de la niñez que produce el encierro de esta cuarentena y, cada día, se ha ganado a más pequeños que quieren verle, escucharle y pedirle cuentos en este popular barrio capitalino. "Nos olvidamos o dejamos en la sombra que los niños tienen sus necesidades y su propia manera de sentir y pensar el mundo", dice el arquitecto Percibald García. Cuenta que un día, en medio del encierro, se percató de la necesidad que tenían los niños de lidiar con su aburrimiento e inspirado en sus recuerdos de infancia, se dio cuenta que a través de la lectura podría ayudar a sus pequeños vecinos a desconectar su mente por unos minutos.

En el altavoz suena una canción del cantautor mexicano Cri Cri, lo que augura que en breves minutos comenzará De la casa a la Plaza: narraciones para Tlatelolco, el proyecto que Perci, como lo conocen en estos grandes bloques de edificios, ha creado en la pandemia.

Pequeñas cabecitas comienzan a salir de los balcones y saludan a distancia a "su amigo el cuentacuentos".

Patricio y su mamá Fernanda Silva, viven en uno de los edificios de Tlatelolco y desde el 17 de marzo prácticamente no han salido, por lo que esta experiencia ha marcado un antes y un después en medio del encierro.

"Es algo súper positivo porque fomenta en los niños salirse un poco del estado mental de estar encerrados de su casa", explica Fernanda.MÁS DE 50 CUENTOS

Durante el proyecto, García estima que ha leído más de 50 cuentos entre los propios, los que traen los invitados, ya que cada quincena un colectivo llamado Los cuentos del dragón acude a las unidades a leer cuentos con marionetas, y los que proponen los pequeños.

"No nos gusta dictaminar cómo va el proyecto. Los mismos niños nos dicen, quiero que nos traigas Caperucita", dice Percibald. Aquí puede llegar a leer cualquier persona, pues la idea es mantener la tradición oral. Pero también, quien no puede asistir personalmente, puede enviar una colaboración.

"Nosotros hacemos la invitación de que quien no puede venir: ellos graban un vídeo, nos lo mandan y lo transmitimos en la bocina", dice.

Para los niños, estas historias son algo más que un pasatiempo. Fernanda reconoce que en Patricio ha marcado una diferencia pues en medio de la pandemia, ha hecho un amigo.

Percibald sabe que la tecnología se ha vuelto una compañera indispensable. "El trabajo se volvió digital, la escuela, la cocina, el súper, todo es digital", dice.Por ello esto es un acto de resistencia a ese proceso de digitalización.