- Son unas vacaciones de Navidad diferentes. El frío y la nieve se cambian por temperaturas veraniegas y arena; las calles repletas de luces dan paso a un paisaje de casas de adobe y jaimas; y el trajín consumista con tiendas y centros comerciales a rebosar contrasta con la calma que se vive en el desierto. Y, a pesar de lo que pueda parecer, en los campamentos de refugiados saharauis de Tindouf (Argelia) las navidades se celebran, concretamente, desde el año 2000, cuando desde CEAS se comenzó a organizar el viaje Amanecer, con el que familias de todo el Estado viajan a los campamentos para pasar las vacaciones con los refugiados. Pero ni siquiera los saharauis, asentados en lo más inhóspito del desierto argelino, viven ajenos a la pandemia de la covid-19, que ha obligado a suspender el viaje de este año impidiendo a familias navarras de acogida pasar estas vacaciones en Tindouf. Los saharauis son musulmanes y para ellos diciembre es un mes más. Como es lógico, no acostumbraban a celebrar la Navidad y tampoco el Año Nuevo, pero si por algo se caracterizan es por su hospitalidad y por su generosidad con aquellos a los que acogen, así que desde que CEAS organiza el viaje, en los campamentos la Navidad se celebra, aunque de una manera diferente.

Pero la covid-19 ha truncado los planes de todos. Es el caso de Carol García y su familia, que ya pasaron las pasadas navidades en los campamentos, y que este año tenían la intención de volver: "Es una pena que este año no podamos viajar a los campamentos, es cuando más apoyo necesitan porque están pasando momentos duros". Además de ser la responsable del programa Vacaciones en Paz en Navarra y miembro de ANAS (Asociación Navarra de Amigos del Sáhara), Carol García está casada con Mulay Hamadi, por lo que la mitad de su familia es saharaui, y aprovecha el viaje de Amanecer para pasar unos días en familia. El año pasado bajaron ella, su marido y sus dos hijos, Omar y Aicha. "Fueron unos días muy buenos, para nosotros y para los críos. También escapas de todo el consumismo que hay estos días y te vas a un campamento de refugiados. Pasamos también unos días con la familia de mi marido que al final les vemos poco y montamos unas fiestas por todo lo alto, con confeti, tartas, globos... los saharauis se implican mucho y también disfrutan", relata Carol.

La fecha del viaje varía según el año, y en 2019 viajaron a los campamentos del 27 de diciembre al 4 de enero, para pasar allí la Nochevieja y el Año Nuevo. En total, se desplazaron unas 80 personas, siete de ellas de Navarra, y en cada casa se celebró la llegada del 2020 de una manera distinta: "Nuestra familia compró uvas e hicimos videollamada con mis padres para comérnoslas con las campanadas, fue diferente pero muy bonito. Luego una chica navarra que viajó con otras dos amigas explotaron doce globos, pero sin videollamada ni nada, no querían saber nada de lo que pasaba aquí, querían desconectar", relata Carol.

Pero este año no se podrá viajar a los campamentos por culpa del coronavirus. Ya es el tercer viaje que se suspende este año, y Carol, Mulay y sus hijos, que están acostumbrados a viajar en todas las expediciones a los campamentos, llevan sin ver a su familia saharaui más de un año. "En 2020 se han suspendido todos los viajes, Argelia tiene las fronteras cerradas. Además, el de Navidad es especial, es en el que mejor nos lo pasamos", señala. Durante la semana de vacaciones se organizan excursiones y actividades para disfrutar y conocer mejor la realidad saharaui: "El año pasado visitamos el Museo de la Resistencia, la asociación de víctimas de minas, fuimos un día a la zona de las dunas, hicimos una comida todos juntos... Los niños se lo pasan muy bien, ni se acuerdan de los regalos. Viene bien para desconectar y para perder el norte: pasas de regalos, comilonas y consumismo a la vida en un campamento de refugiados, es otro mundo".

Llevan un año sin ver a su familia saharaui y este año por Navidad su único contacto será a través de la pantalla del ordenador, con videollamadas que se entrecortan por la escasa cobertura que hay en los campamentos. Además, la situación que atraviesan los saharauis es crítica y necesitan más que nunca la ayuda y el apoyo de sus seres queridos. Tras la crisis de 2008, ha disminuido en gran medida la ayuda humanitaria que llega a los campamentos y la pandemia de la covid-19 ha obligado a suspender muchas de las caravanas que se desplazan desde la península a Tindouf con alimentos, materiales de trabajo, medicamentos, etc.

Además, el virus ha entrado en el asentamiento atacando a una población ya de por si muy vulnerable y los niños y niñas saharauis no pudieron salir en verano con el Programa Vacaciones en Paz. Para colmo, el pasado 13 de noviembre Marruecos rompió el alto al fuego que mantenía con el ejército saharaui, el Frente Polisario, desde 1991, retomando otra vez el conflicto armado. "La situación es muy dura. Ahora está volviendo a haber casos de covid y estos meses atrás han fallecido muchas personas con síntomas compatibles con el virus, pero sin que se haya podido certificar que se habían contagiado. Además, no están recibiendo casi ayuda y los campamentos se han quedado muy vacíos porque casi todos los hombres se han marchado a la guerra", cuenta Carol.

Muchos de los comercios de los marshas (mercados) han cerrado, porque sus dueños se han ido a luchar y las mujeres se han quedado solas al frente de sus hogares y de la organización de los campamentos. "Cuando estalló la guerra los saharauis tenían mucha esperanza y estaban con ganas tras tantos años en el exilio, pero ahora se han ido desinflando, son conscientes de que el conflicto puede durar años", señala la miembro de ANAS, que destaca que "las familias saharauis necesitan apoyo moral en estos momentos difíciles". En este contexto, tras varios meses con el coronavirus inactivo, se han vuelto a detectar casos de contagio entre la población refugiada, lo que hace temer otra ola: "Allí las mascarillas, los geles y el resto de material de prevención escasean y tienen un coste muy alto. La situación es crítica por la escasez de recursos y muchas personas, entre ellos niños, con enfermedades crónicas están empeorando por la falta de medicamentos".