as vacunas para inmunizar a la población del covid-19 son similares a un tesoro. No solo por su inmenso valor como solución a los grandes problemas que ha generado esta pandemia, sino también porque necesitan un cuidado especial, al igual que ocurre con las joyas más valiosas.

Como cualquiera de las múltiples aristas que asoman en este virus, la solución tampoco constituye una tarea sencilla. La primera vacuna en llegar, la de Pfizer-BioNTech, presenta una gran cantidad de características propias que la hacen muy delicada, por lo que desde su salida en la factoría de Bélgica hasta la llegada a los pacientes no se admite ningún error en cualquier detalle por mínimo que sea.

Como primer bache, los viales, en estado de congelación, deben permanecer en todo momento a una temperatura de -80º centígrados, por lo que tienen que ser transportados en ultracongeladores, ya sea por tierra, como ocurrió el domingo, o por aire, en el caso de ayer. Tras la llegada al centro de distribución del que salen a las diferentes comunidades, debe haber un trasvase de este primer viaje al segundo, en el que ya cruzan las fronteras navarras hasta el Instituto de Salud Pública y Laboral de Navarra, donde se recepcionan y se almacenan hasta que se repartan a los diferentes centros residenciales, en lo que se vacunan a los usuarios, y a Refena, donde se hace lo propio con los trabajadores sociosanitarios.

Es en este reparto cuando entra la importancia de la planificación del departamento de Salud, encabezada por Marian Nuin, responsable técnica de la vacunación y directora gerente de Salud Pública, y Ana Ariztegui, jefa de Cuidados Asistenciales y Atención Domiciliaria.

“Tenemos identificada a toda la población diana para ir con la vacunación justa”, desvelaba ayer Ariztegui, poniendo en valor esta labor previa que hace que no se desperdicie ninguna dosis.

Y es que a pesar de la gran experiencia de Atención Primaria con la vacuna de la gripe, el esfuerzo es mayor con ésta por sus ya mencionadas particularidades, que todavía se vuelven más delicadas en los momentos previos al tratamiento inmunizante.

Los viales de Pfizer deben descongelarse durante 30 minutos a temperatura ambiente, pero tienen que permanecer entre -2º y -8º centígrados, pudiendo ser transportados a esta temperatura, aunque una vez sacados del ultracongelador solo se mantienen con todos sus efectos durante cinco días.

Ya en su temperatura ideal, los envases multidosis -de uno se obtienen cinco vacunas- tienen que ser reconstituidas en un proceso también frágil, en el que se mezclan con suero fisiológico, se expulsa el aire, y se deben voltear sin agitar para poder ser repartidas. Para ello, se ha tenido que formar específicamente a personal, constituyendo equipos de vacunación especiales expertos en tratar con este tesoro tan delicado.