o se había detectado ningún caso de coronavirus pero la amenaza de la pandemia ya sobrevolaba Navarra -y medio mundo- cuando Pedro Garayoa, por aquel entonces estudiante de 2º de Bachiller del IES Navarro Villoslada, fue aislado en un hospital de Roma por presentar síntomas compatibles con el virus. Era finales de febrero de 2020, y a pesar de que el coronavirus ya había hecho estragos en China y en Italia se contabilizaban 150 contagios y tres fallecidos, aquí el tema de una pandemia, con cuarentenas y miles de infectados y fallecidos, nos sonaba a película de ciencia ficción. Con lo que los alumnos de 2º de Bachiller de Navarro Villoslada pusieron rumbo a Italia, con la intención de asistir al carnaval de Venecia, además de visitar varias ciudades.

"Recuerdo que antes de irnos en España no había ningún miedo por el coronavirus. En la tele algo salía sobre China, pero aquí nos parecía todo muy lejano", relata Pedro, que actualmente estudia el doble grado de Química y Bioquímica en la Universidad de Navarra. Pese a que no acabó como pensaba, guarda un bonito recuerdo del viaje junto a sus compañeros de clase: "Nos lo pasamos muy bien. El día que llegamos a Milán justo se decretó un brote en la ciudad, pero estábamos tranquilos. De hecho, hasta bromeábamos con el tema entre nosotros". Pero pronto todo se iba a torcer. Tras dejar Milán, llegaron a Venecia para asistir a su célebre carnaval, pero al poner un pie en la ciudad sobre el mar, cancelaron las fiestas por el aumento de los casos. "En aquel momento nadie llevaba mascarilla. Algunos padres llamaban para que volviésemos y nosotros nos reíamos. Nos parecía algo exagerado porque pensábamos que sería como una gripe", comenta.

La última parada del viaje fue la capital, Roma, que Pedro tenía muchas ganas de visitar y donde iba a pasar más días de lo esperado: "El penúltimo día en Roma ya me empece a encontrar mal y tenía mucho malestar. Me compré una pistola para medir la temperatura, pero no pasaba de los 37,5 grados, así que decidimos esperar a ver cómo me encontraba al día siguiente. En ningún momento pensé que podía ser coronavirus porque no había estado en contacto con nadie que no fuesen mis compañeros y profesores. Al llegar al hotel estaba tan cansado que me dormí hasta con el abrigo puesto y, claro, me desperté sudando y ya tenía mucha fiebre. Me tomé algo y les dije a los profesores, que me dijeron que si no mejoraba iríamos a un hospital".

Aquel día les tocaba visitar el Vaticano, pero a Pedro le comunicaron que con fiebre no podía pasar, algo que ahora vemos con normalidad pero que entonces era algo extraordinario. "Entonces los profesores decidieron llevarme a un hospital para que me hiciesen la prueba de detección de coronavirus. Estábamos casi seguros de que no lo tenía pero como volvíamos en barco, si daba fiebre en algún control corría el riesgo de que no me dejasen viajar", recuerda el estudiante. Se pusieron en contacto con la Policía italiana, que les puso en contacto con el servicio de urgencias, que en un principio les comunicaron que no había problema, que si no era grave tomase antiinflamatorios. Así que Pedro continuo viendo el Vaticano por sus aledaños y, cuando se encontraban en la plaza de San Pedro, su profesora Mamen Catalán recibió una llamada de urgencias: "Desde el departamento que habían creado especial para el coronavirus le dijeron que mi caso era grave y que mandaban una ambulancia a por mí. Dos horas más tarde llegó y ahí fue la primera vez que sí que me asusté un poco, porque yo pensaba que sería un traslado en ambulancia normal, pero se bajaron varios sanitarios con EPI y muy preparados, me recordaron a cuando había casos de Ébola, nos pusieron la mascarilla y nos llevaron al hospital".

Pedro recuerda aquella odisea por el hospital de Roma como una película. Él y su profesora Mamen, que le acompañó no entendían nada de lo que ocurría. "Nos metieron al hospital por la escalera de emergencia y nos dejaron en un cuarto aislado 3 o 4 horas. Seguía pensando que no tenía coronavirus, pero la verdad que aquella situación imponía bastante. Además, tardaban mucho y mis compañeros ya iban a empezar el viaje de vuelta y vimos que no nos iba a dar tiempo a regresar con ellos. Llamé a mis padres y les conté lo que pasaba. Dentro de lo que cabe se lo tomaron bastante bien, me dijeron que les mantuviese informados", cuenta el joven. Además, aquel mismo día, las autoridades sanitarias navarras acudieron al IES Navarro Villoslada para informar a los padres de la situación del coronavirus y de qué hacer en caso de que alguno de sus hijos se contagiase. El mensaje trasladado aquel día por Salud Pública fue de calma, en un momento en el que los esfuerzos se concentraban en combatir el alarmismo, sin saber la que se venía encima.

Al final, Pedro y su profesora pasaron tres días en planta, sin salir prácticamente de la habitación, para someterle a varias pruebas, entre ellas la PCR, muy poco conocida. Los protocolos ya eran muy estrictos y es que durante la semana que estuvieron de viaje, las casos se multiplicaron exponencialmente. "Yo notaba que las enfermeras tenían miedo, porque había zonas en las que ya estaban teniendo muchos casos. La verdad que no fue la situación ideal pero no estuvimos mal atendidos, aunque se me hizo muy largo. Pedro fue ingresado un jueves y recibió el alta el sábado tras dar negativo en la PCR. "Me diagnosticaron una bacteria que me provocó una neumonía, por lo que no tuve coronavirus, que era lo esperable. Pero aún así me llevé una alegría grande porque tenía miedo de pegarme allí dos semanas sin poder volver a casa. En cuanto me dieron el alta gestionamos un avión de vuelta a Barcelona y un tren a Pamplona, que lo pagaron entre mis padres y el instituto porque la aseguradora se lavó las manos", señala.

Una vez en su casa de Pamplona, con sus padres y su hermana, Pedro recordaba su periplo por Roma como una anécdota que contar, incluso pensaba que todo había sido excesivo y exagerado, como la inmensa mayoría de la gente en aquel momento. "Al volver estuvimos mi profesora y yo bromeando de que no queríamos volver a oír hablar del coronavirus y a los dos semanas nos confinaron", cuenta entre risas de resignación.

Reconoce que el confinamiento, como para todos, fue "raro y aburrido". "Luego en junio y julio me junté bastante con mis amigos y nos fuimos un fin de semana por ahí. Pero la verdad es que he intentado no juntarme con muchísima gente y no he ido a ninguna fiesta, tampoco soy mucho de eso", explica Pedro.

En el caso de los estudios, el coronavirus complicó un poco todo: "No terminamos el curso presencial y luego la selectividad fue rara, pero me fue bien. Ahora en la universidad estoy muy contento, la vida no es como si no hubiese covid, pero estamos encontrando otras maneras de conocernos y de divertirnos".

"Notaba que las enfermeras tenían miedo porque en Italia ya tenían muchos casos"

Estudiante navarro

"Algunos padres llamaron para que volviésemos del viaje, nosotros nos reíamos"