Han vivido en primera persona el lado más duro de la pandemia. Han estado todo el año trabajando en primera línea. A las puertas del hospital de Basurto, Ana Gómez y Raquel Ranero recuerdan cómo han vivido la crisis sanitaria del coronavirus. Amigas desde la infancia, ambas enfermeras comparten vocación y profesión. Una desde la UCI, y la otra desde atención primaria.

Miedo, incertidumbre y ahora... Hartazgo. Son los sentimientos que les vienen a la mente al hacer un repaso de los últimos 12 meses. Ana Gómez vio cómo Cruces acogía los primeros casos del covid-19 que saturaban el sistema sanitario: "Abrías una planta y en cuestión de horas se llenaba, fue terrible. No sabíamos hasta dónde llegaría todo eso, si se tendría que hacer como en Madrid con IFEMA y abrir el BEC... Fue una vorágine de sentimientos: incertidumbre, terror...".

Raquel Ranero por su parte, recuerda cuál fue el momento en el que se dio cuenta de la gravedad de la situación: "Estábamos el mismo personal de siempre en el ambulatorio y no dábamos abasto. Además, al principio nos tuvimos que proteger como pudimos, incluso con bolsas de basura", recuerda.

Mientras la ciudadanía salía a las ventanas a aplaudirles, ellas compartían cada día el miedo a contagiarse y de llevar "el bicho" a sus casas. "En marzo ya sabíamos que esto era un tema grave, y en mi casa al ser tres personas que trabajamos de cara al público tomamos muchísimas precauciones", cuenta Gómez. Ducharse tanto en el hospital como al llegar a casa, limpiar todo con lejía, echar toda la ropa a lavar... Sin embargo, eso no evitó que se contagiara. Tuvo que estar aislada en su habitación durante alrededor de 40 días, aunque por suerte, con síntomas leves. ¿Su mayor miedo? haber contagiado a su familia, que finalmente dio negativo en las PCR.

Más especialidades

Si algo ha demostrado la pandemia es lo imprescindible que es contar con un buen servicio de salud público. Y para ello es necesario aprender de los errores. Errores que ha visibilizado esta pandemia. Así, ambas enfermeras ponen el foco en las condiciones de trabajo: "No nos quejamos del sueldo, pero no todo es el dinero". Y es que la precariedad laboral es enorme para las enfermeras que no cuentan con plaza fija, lo que propicia también un peor servicio.

"No necesitamos que nos llamen heroínas, solo queremos cuidar a los pacientes, pero para eso se tiene que reconocer nuestra labor", destaca Gómez. Y no habla del reconocimiento social, apunta, sino del reconocimiento institucional. Crear más especialidades, sacar más plazas en las oposiciones,.. "Se ha visto que las especialidades son esenciales. No puedes meter a una persona de otra especialidad en intensivos", subraya.

Por otro lado, Ranero pone sobre la mesa la incertidumbre de su trabajo diario: "Cuando iba a trabajar ni siquiera sabía dónde estaría al día siguiente y pensaba: igual mañana estoy con Ana trabajando en la UCI viendo como están las cosas... Podemos pasar de estar sacando sangre a estar en cuidados intensivos al día siguiente".

Por eso, alude al igual que Gómez a la necesidad de tener los medios necesarios: "Solo quiero que me dejen hacer mi trabajo bien". Que haya personal suficiente, que se sustituya a las compañeras cuando están de baja... Por el mismo camino se pronuncia Gómez, que asegura que lleva desde junio de 2019 sin poder coger vacaciones con una duración de más de una semana. "Estamos todas agotadas", a lo que Ranero añade: "Nosotras cuidamos, pero, ¿quién nos cuida a nosotras? Somos personas, no máquinas".

La luz al final del túnel

A pesar de las dificultades que han tenido que atravesar, ambas ven con "el regalo de la vacuna", la luz al final del túnel. Y es que tras dar el 200% de sí mismas y aún estando agotadas, aseguran que es la conexión con el paciente lo que les empuja a seguir adelante.

"Es lo mejor que tiene nuestra profesión: todas las emociones que vives. Pero tienes que encontrar el equilibrio, y conseguir que las emociones no te controlen", incide Ranero. Mirando ya hacia el futuro ponen sobre la mesa una reflexión: "Lo ideal sería que casi ningún paciente llegara hasta donde está Ana. Y para eso, ¿qué necesitamos? Muchas Raqueles", zanjan entre risas, y reivindicaciones hacia la atención primaria.