o sabe aún que no puede fumar ahí en medio? La pregunta retórica de Alberto, subinspector de la Brigada de Proximidad de la Policía Municipal de Pamplona, retumba en el tímpano de un joven que tomaba una cerveza con unos amigos el viernes, a las 20.00 horas, en una terraza abarrotada de la plaza del Castillo. Al chaval, universitario, le va a salir caro el tardeo. Le echaron el ojo enseguida. Tenía un pitillo entre los dedos y dejaba caer la mano por debajo de la mesa, en un gesto ya delator de por sí. Estaba en mitad del recinto. "¿No sabe que para fumar hay que guardar una distancia de seguridad de dos metros y que no puede fumar en una mesa rodeada de gente?". El joven, quizás aún inconsciente de lo que se le venía encima, se levantó de la mesa que compartía con tres personas. "No, no, la verdad es que no lo sabía", respondió. "Pues mire, si quiere fumar lo tiene que hacer como esa joven", le indica el agente, señalándole a una chica que dentro de los porches, apoyada en la pared, sola, whatsappea con su móvil mientras se fuma un cigarro. A continuación, al joven le toman los datos y le proponen para sanción. 300 euros por las caladas. Es la normativa anticovid, una legislación que vino para quedarse desde hace un año y que ha generado 11.600 sanciones solo interpuestas por la Policía Municipal de Pamplona. Más de 30 al día. Unas infracciones que se disparan al encarar el fin de semana.

Este periódico, para retratar parte de ese trabajo, acompañó a una patrulla del servicio ocio covid la tarde noche del viernes. Se trata de un patrullaje mixto, con un mando de la Policía Municipal, junto a dos agentes, y otros dos efectivos de la Policía Foral. A ellos se unió otra agente del cuerpo autonómico con una perra policía, Greta. En dos horas de patrullaje, alrededor de una veintena de advertencias a locales, paseantes y clientela y dos propuestas de sanción, la del joven que fumaba en la terraza sin distancia y la de otra que estaba fuera de un bar sin mascarilla en el acceso a la calle San Nicolás. En todo el turno tuvieron casi 20.

Alberto explica el despliegue que realizarán a continuación. Otro equipo mixto se encuentra en otro sector de la ciudad realizando el mismo patrullaje. "Se trata de velar por el cumplimiento de la actual normativa y evitar así los contagios", explica el mando. Portan una lista con establecimientos hosteleros reincidentes en sus infracciones y también otra con lugares frecuentes donde se realizan botellones, actividad prohibida que genera gran cantidad de llamadas por la noche. Las premisas son claras: fijarse en que los establecimientos tengan visible un cartel con el 30% de aforo en su interior y el número de personas que ello supone, comprobar que los fumadores guardan la distancia con otras personas y no fuman en movimiento, que las mesas sean de cuatro personas en las terrazas y que en los barriles exteriores no se reúnan más de dos...

Empieza la ronda. Todo en orden. El interior de los primeros locales se encuentra vacío. Uno de los responsables habla de manera informal con un agente. "A ver si pasa pronto todo esto", "a ver si os llegan las ayudas...", se consuelan. En ese instante le apuntan que tiene una mesa de cinco en la terraza. El dueño observa que un cliente de la mesa colindante ha desplazado una silla para arrimarse a la de unos conocidos. "Ya sabes que si no hace caso algún cliente, nos llamas".

Aviso de la emisora central de que unos jóvenes están saltando sobre el techo de unos coches en la zona del Archivo. Los agentes caminan a paso ligero. A llegar al lugar, varias cuadrillas de adolescentes están reunidas. Nadie ha visto nada. Tampoco se observan daños en los vehículos. "Cuidado, porque aquí hay cámaras y queda todo grabado", advierten los agentes.

Calle Mercaderes. Un joven en el exterior de un bar lleva la mascarilla en el labio. Está consumiendo en un barril. Se le dice que tiene que estar sentado y que se suba el bozal. Lo hacen dos veces. "A la tercera le propondremos para sanción", afirma Alberto. "Hay normas que ya no pueden pasar por desconocidas para la ciudadanía y el buen uso de la mascarilla es una de ellas".

Los agentes retoman el patrullaje en la plaza del Castillo. En el acceso desde Chapitela, una mujer camina con un cigarro junto a otras dos personas. "Señora, no se puede fumar andando". El aviso sirve para que apague el cigarro. Pide disculpas. "Era del todo inconsciente". El mando policial explica que no tratan de ser una caja registradora de sanciones, ni de aplicar mano dura. "No se trata de eso. Somos comprensivos, tratamos de ser coherentes y valorar las situaciones de sanción. Si estás sin mascarilla, rodeado de personas, o si estás fumando, rodeado de gente en una terraza, de gente que está estática y recibe tu humo, es más grave que ir andando". El grupo de policías se divide. Uno va por dentro de los portales y otro por el exterior de las terrazas. Sancionan al joven fumador del inicio del relato. En la puerta del siguiente bar, dos hombres se acaloran en una conversación. Los dos están fumando. Les llaman la atención para que no se junten. "No hay problema, agente, era en el fragor de la charla...", se ríen.

Finalizada la inspección por los establecimientos, enfilan la calle San Nicolás, que parece un hervidero propio de tiempos ya viejos. El subinspector advierte a tres personas que consumen en un barril. "Estoy recién llegado", se disculpa uno de ellos. El agente llama a la responsable del bar y le dice que les tiene que separar. Hecho. Justo enfrente, un cabo de la Policía Foral observa a un joven apoyado en una barandilla. Lleva un cubata en la mano. Y la mascarilla por debajo de la nariz. No se lo toleran. Se excusa en que había salido fuera de un local porque se sentía mareado, que necesitaba respirar un poco. Los agentes hablan con el responsable del establecimiento. Les dice que el joven estaba bailando en el bar y que le han invitado a irse fuera. Propuesto para sanción por no hacer uso de la mascarilla. El muchacho trata de explicarse. Sus amigos salen del bar y siguen a los agentes por la calle para buscar explicaciones. "Esta situación es muy fea para todos, joder..", protestan. Hay algún insulto. "Vuestra palabra siempre va a misa", claman. Los policías les escuchan un par de minutos. Abandonan el lugar. La sanción está puesta. Entonces se incorporan dos agentes, una de ellas Greta, una pastor alemán fuego y negra, que marca ya a una persona que transita a su lado. La señalada se justifica: "He fumado unos porrillos...".

El grupo avanza por San Gregorio, donde disuaden otro par de barriles exteriores con tres personas alrededor, algunas de ellas de pie. Requieren a otro local para que ponga el aviso de su aforo. "Se les ha caído a todos el papel", dice el mando. En otra de las mesas, hay una pareja con dos menores. "Ahí se ve a cuatro personas, pero son una familia, una unidad convivencial y no habría problema", explica el mando. Los policías se acercan a la zona del hotel Tres Reyes, a un local frecuentado por público juvenil. Se suelen agolpar en la puerta varias cuadrillas, pero al llegar apenas hay una decena de jóvenes y separados.

La patrulla cambia el chip. A esta hora se trata de vigilar el cierre de establecimientos. En el paseo Sarasate, la clientela aguarda para recoger cena a domicilio. Los repartidores de Glovo se toman un descanso. Continúa el tránsito hacia la calle Estafeta, donde el panorama es similar. Los hosteleros se afanan en recoger el mobiliario exterior. "En 15 minutos esto va a ser un solar". En efecto, no le falta razón. La salida del parking de la plaza del Castillo se colapsa en la salida a Carlos III. Hora punta. El personal vuelve a casa. Alguna cuadrilla rezagada deambula por el centro. Sin rumbo. Con ganas de más. Pero el silencio estremece. Se recibe otra alerta de la emisora. Botellón de 40 jóvenes en Monte Campamento (Mendillorri). Varias patrullas acuden. Empieza otra función. Botellones, fiestas en pisos, toque de queda. Eso espera. Otro ocio, Otra ley.

18 denuncias en el servicio ocio covid del viernes de la Policía Municipal de Pamplona.

El servicio de patrullaje mixto de Policía Municipal de Pamplona y de la Policía Foral se realiza las tardes de los jueves, viernes y sábado para vigilar el cumplimiento de la normativa contra el coronavirus.

El pasado viernes, jornada en la que este periódico acompañó durante dos horas a una de las patrullas, se saldó con dos denuncias por drogas en un local, una por fumar sin distancia en la plaza del Castillo. Otra denuncia por beber fuera sin mascarilla en la calle San Nicolás. Otras 4 por no usar mascarilla e incumplir medidas (de pie). Cuatro más por negarse a identificarse. Un local fue sancionado por permitir una mesa con siete clientes.

"No se trata de recaudar o sancionar. Buscamos ser coherentes y evitar el efecto contagio"

Subinspector de P. Municipal Pamplona

"Había salido del bar porque estaba un poco mareado y por eso me había bajado la mascarilla

En la calle San Nicolás