o hay nada que celebrar, pero sí que hay que rememorar lo que hemos hecho y lo que ha pasado, para aprender". El técnico de cuidados auxiliares de enfermería Pablo Olorón Azcárate hace esta reflexión cuando se cumple un año de la pandemia de la covid-19 en Navarra. En aquellos primeros días el personal sanitario se trasladaba a los domicilios de los pacientes para hacerles la PCR, si bien, transcurridas dos semanas, se dieron cuenta que había que centralizar el muestreo para optimizar recursos y tiempo, porque "haces más pruebas y obtienes antes los resultados", que es lo que interesa: "Tener identificado al positivo lo antes posible, para aislarlo y rastrear su entorno".

Como recuerda el que en ese momento era jefe de la unidad de Emergencias y Transporte Sanitario Urgente del Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea, desde mediados de enero ya estaban trabajando en un procedimiento para hacer frente al coronavirus, el cual se basaba en el que se elaboró para el ébola en el Complejo Hospitalario de Navarra, si bien, como reconoce Diego Reyero Díez, jefe de la sección de Emergencias y Transporte Sanitario Urgente, este virus se veía entonces como algo lejano y que no revestía gravedad.

Así, el 24 de febrero, cinco días antes de registrarse el primer caso en Navarra, Olorón estaba "en la sede de SOS cuando salta que había un caso sospechoso en el centro de salud del II Ensanche, otro en el de Sarriguren y otro en Cintruénigo". Junto a las enfermeras Isabel Celaya y Ana Úriz, fueron a recoger las muestras con su propio vehículo y con una nevera que les habían dejado en Salud Pública. Para ello, habían hecho un "curso avanzado" en PCR. "Ese fue el primer día que hicimos muestras a domicilio y ya vimos que había que montar este servicio. Como dijo Kiko Betelu -subdirector de Urgencias Extrahospitalarias-, no podemos bloquear un hospital con casos en sospecha, gente que está sana con unos síntomas leves y que son sospechas que hay que confirmar", apunta Olorón. Al día siguiente, pidieron un primer vehículo para montar un dispositivo que permitiera ir a las viviendas a coger las muestras y comprobar si eran o no positivos, y Protección Civil se lo cedió.

Contratación TES y formación

"Hacíamos la prueba en el rellano"

Tras recibir el visto bueno para la contratación de técnicos en emergencias sanitarias, el 27 de febrero empezaron a crear equipos compuestos por un técnico y una enfermera -dos equipos por día, con turnos de 12 horas-. Al mismo tiempo, Olorón daba la primera charla sobre prevención al servicio, explicando al personal de las "ambulancias de San Martín, Buztintxuri... qué era un EPI (equipo de protección individual), qué nos estaban diciendo que se utilizaba...", cuenta Reyero, quien añade que, una vez finalizada la formación, comenzaron a solicitar material al almacén: "Cada ambulancia debe tener tres equipos compuestos por bata, gafas, guantes, mascarillas FFP3 en su día, porque no se sabía y eran las que utilizábamos, ya que eran las que teníamos para el ébola, guantes de puño largo...". Olorón aclara, al respecto, que "lo que se llevó fue en consenso con el servicio de Prevención de Riesgos Laborales. Nos enfrentábamos a una enfermedad no conocida, algo que nadie esperaba, pero que estaba anunciado desde hace muchos años y hubo que hacerle frente. Por un lado, Salud Pública nos decía con qué teníamos que desinfectar y limpiar y Prevención de Riesgos Laborales nos daba pautas para la protección propia de los trabajadores y trabajadoras".

Así, recalca, la formación se centraba en "cómo protegernos, tomar las muestras, cómo dar tranquilidad a la persona que hacemos la prueba", porque "el coronabulos estaba muy arraigado. Las fake news estaban por todos los sitios y eso a la población le alarmaba mucho", además de que "luego estaba la discriminación. Estamos en una cultura que siempre buscamos culpables. Entonces, si tú te has contagiado es que algo has hecho mal". Por ello, recomendaban discreción al personal cuando iba a la casa.

Por su parte, los profesionales afrontaban estas primeras PCR con "respeto a lo que nos íbamos a encontrar", confiesa el técnico de emergencias sanitarias (TES) Aarón Morales Goicoechea, quien considera que "al principio no tenían miedo". Su compañero Aitor Erice Labiano expone que "comenzamos con nuestra propia ropa. Lo llevábamos todo en dos cajas. La gente nos miraba un poco, subíamos y hacíamos la prueba en el rellano. Mientras los técnicos preparábamos el material, la enfermera se iba colocando el EPI -como si de un astronauta se tratase-, a la vez que íbamos hablando con la familia. Mire, coloque una silla en la entrada de la casa, vamos a hacer una prueba que es muy sencilla. Íbamos tranquilizando porque al principio entre la población sí que se percibía miedo. Yo, por lo menos, lo notaba". De hecho, el TES de apoyo "a lo mejor no se ponía ni mascarilla", destaca Olorón, porque "trabajábamos con la distancia social. Estaban fuera, en zona limpia y preferían dar tranquilidad". Y es que entonces no había evidencia científica sobre el contagio por aerosoles.

La enfermera Carmen Cobos Pérez fue testigo del temor que tenían los primeros pacientes que se sometían al test. "Lo vivían con mucho miedo", asegura, a pesar de que el personal se afanaba en explicarles el protocolo para que "no se sorprendieran", incluso les llamaban por teléfono antes de llegar para avisarles, y les advertían de lo "desagradable" que iba a ser la prueba, porque "lo habitual es que al ir a hacerla se echen para atrás, te toquen la mano, te giren o te den una patada", reconoce Cobos. Así, comenzaron haciendo pocas PCR diarias, pero "el problema no es que hicieras cuatro, sino que hacías dos en Pamplona, una en Lodosa y la otra en Tudela", explica Olorón. Lo más complicado, a juicio de Erice, era cuando iban a casas donde había muchas personas y tenían que lidiar con niños para que "se estuvieran quietos y que no entraran al hall mientras hacíamos la PCR al padre" o cuando tuvieron que hacer la prueba en un portal en obras, "manteniendo la higiene y haciendo todo con mucho cuidado".

El 29 de febrero fueron conscientes de que el bicho ya había llegado a Navarra y el 5 de marzo este servicio detectó su primer caso, una profesora de un colegio de Barañáin. Así, según prosiguen, sus primeras PCR las realizaron a estudiantes que habían venido de un viaje a Italia, después muestrearon a los alumnos de la profesora y luego, a personas que habían acudido a un funeral a Vitoria, pero llega un momento en que "se desbordaba la casuística, ya no se llegaba y había que centralizar en un punto", relata Reyero.

Material de protección

"Un día pasamos de 30 a 140-150 PCR"

Preguntados por si habían carecido de material de protección, Erice asegura que "al principio teníamos de todo. A los días, cuando todo el mundo empezaba a utilizar EPI en masa, sí que se nos dijo que optimizáramos un poco. Teníamos que seguir utilizándolo, pero los guantes largos se acabaron, las mascarillas FFP3, que al principio había por todo, las tenían que usar las ambulancias, que se exponían directamente a aerosoles". No obstante, "lo bueno es que, conforme se iba teniendo más información, Prevención de Riesgos también constató que no había una transmisión bajando un poquito" la protección con una FFP2. En este sentido, Olorón explica que al inicio "íbamos por encima de lo que necesitábamos". "La diferencia entre una FFP3 y una FFP2 es un 4% más de filtración, del 94 al 98. A no ser que estés intubando a una persona, con una FFP2 íbamos bien protegidos", asegura.

A raíz de ese primer positivo, crearon un tercer equipo de muestreo. De repente, un día pasaron de 30 a 140-150 PCR y comenzaron las jornadas interminables en las que "sabías cuándo entrabas, pero no cuándo te ibas", relata Morales. Además, los equipos volantes suponían un mayor gasto en EPI y, copiando a Corea, el 14 de marzo Reyero, Olorón y la enfermera Pili Sola muestrearon "a 56 personas con un EPI en la Escuela de Seguridad. Dijimos se acabó; vamos a centralizar el muestreo", concluye Reyero. En esos primeros días habían hecho unas 550 PCR. Al día siguiente, se trasladaron a Refena, donde este año han hecho 270.187; algo más de la mitad de las PCR hechas en Navarra hasta el pasado jueves (531.445).

Esta decisión supuso "un cambio de trabajo brutal", que acarreó "un ahorro considerable en tiempo, recursos, organización, en mil historias", señala Cobos. Sólo el tiempo para la propia técnica se redujo de 20 minutos a minuto y medio, sin contar el desplazamiento necesario, pero es que, además, antes tenían que ir en coche, organizar equipos, repartir los volantes por zonas geográficas... Desde el 15 de marzo, el servicio a domicilio solo se ofrece como algo esporádico.

La semilla que dejó Pablo

"Buscamos el bicho, lo localizamos e impedimos que se mueva"

Cuando todo esto empezó, Aitor Erice, actual jefe de la unidad, se cogió una excedencia de su trabajo en una empresa. "Volver a trabajar de lo que había estudiado, de lo que me gustaba, lo recuerdo con una euforia... como de los mejores días de mi vida, porque en esas dos primeras semanas el equipo -formado por 4 enfermeras y 4 técnicos- era un equipo, con muchísima confianza entre nosotros. Luego creció mucho en personal -hasta 8 TES y 10 enfermeras- y, al final, eso se diluye un poco entre todo lo que ha venido después, pero esos quince primeros días fueron para mi una gran experiencia", confiesa. Erice explica con pasión su trabajo: "Estamos buscando al bicho, localizándolo e impidiendo que se mueva". Sin embargo, este relato épico se torna menos grato cuando se refiere a las residencias, donde estos profesionales vivieron momentos "muy duros", si bien "íbamos y hacíamos todo lo que estaba en nuestra mano". Porque su labor, incide Olorón, no era solo "hacer la PCR, educar, tranquilizar", sino también "identificar puntos conflictivos donde afectaba el coronavirus" y "de las residencias venían destrozados". De hecho, alertaron de que había que poner en marcha un plan de contingencia en estos centros.

De toda esta experiencia, Erice, Morales y Cobos se quedan con el compañerismo. Reyero sostiene, al respecto, que Olorón es "el motor de ese ambiente que describen", aunque "haya sido un daño colateral, porque lo ha pasado mal. Eso sí, aguantó hasta que no pudo más y lo que dejó de semilla se ha convertido en un gran roble, que es este equipo". Cuando irrumpió la pandemia, Pablo fue para sus compañeros "un seguro de vida, un padre, un amigo. Fueras donde fueras sabías que su teléfono estaba disponible las 24 horas. Se podían poner las cosas muy negras, que le llamabas y te tranquilizaba", apunta Morales, quien el 25 de marzo se convirtió en el primer positivo del grupo. "Me hice la prueba porque me sentía molesto. No tenía dolor de garganta, sino mucha flema", describe. Por eso, se sorprendió al conocer el contagio. "Me fui triste a casa. Esa noche lloraba pero por dejar el equipo. Estando aislado supe que iba a ser padre".

"El equipo no sólo hacía PCR, educaba, tranquilizaba, identificaba puntos donde afectaba el virus"

Técnico cuidados auxiliares de enfermería

"Los pacientes lo vivían con mucho miedo. Les tenías que explicar qué ibas a hacer para no sorprenderles"

Enfermera

"El 25 de marzo fui el primer positivo de este equipo; me fui a casa triste por dejarlo y no poder hacer nada"

Técnico en emergencias sanitarias

"Esos quince primeros días fueron para mi una gran experiencia; era un equipo con mucha confianza"

Técnico en emergencias sanitarias

"El 14 de marzo muestreamos a 56 personas con un EPI; dijimos 'se acabó, vamos a centralizar el muestreo"

Jefe de la sección de Emergencias