La psicóloga Rosa de Cruz Alfageme considera que hay que “educar a los hijos y las hijas como juncos, es decir, darles una buena base psicológica, quererles mucho, decírselo, hacerles sentir bien, que tengan una buena autoestima, que desarrollen capacidades, pero luego también que sean capaces de tolerar la frustración, de entender que las cosas no siempre van a ir como queremos, de tener una actitud flexible para adaptarse a las situaciones que les va a tocar, acompañándoles. Todo eso permite el desarrollo de la resiliencia”. Y es que, como recalca, “los padres y las madres tienen un papel fundamental a la hora de favorecer la seguridad afectiva y la capacidad de adaptación de los niños y las niñas en esta situación de pandemia”, que, si bien “ha sido un horror para todos”, los menores “han conseguido adaptarse. Les hemos marcado una serie de rutinas, de normas de seguridad, y han seguido funcionando y creo que han sido los que mejor lo han llevado”.

A lo largo de la pandemia, ¿qué errores hemos cometido al cuidar a los niños que no deberíamos repetir?

Las familias han hecho las cosas lo mejor que han podido, tratando de adaptarse a esta situación y ayudando a niños y niñas a comprender lo que estaba pasando y cómo podíamos actuar. Hemos notado un pequeño descenso en el mantenimiento de los límites educativos, tal vez debido al cansancio que nos ha producido esta situación mantenida en el tiempo. Por otro lado, las dificultades para gestionar lo emocional, el estrés añadido en el ámbito familiar en algunos casos, ha podido repercutir en la infancia. El aumento de horas de pantallas o el descenso de actividad física también son algunos factores que hemos detectado. No obstante, a medida que avanzamos en el tiempo, entendemos que estas situaciones se irán corrigiendo.

¿De qué manera ha afectado la pandemia a su bienestar emocional?

La pandemia ha supuesto una situación de estrés que ha afectado a las familias, y también a la infancia. Han estado más nerviosos, más sensibles, a veces más irritables, demandando más atención de padres y madres. Debemos entender estas señales como una respuesta adaptativa a una situación extraordinaria. Acompañarles en esta situación, poder hablar de cómo se sienten y qué podemos hacer, les ayudará a gestionar de manera más positiva sus emociones.

¿Qué problemas han aflorado con esta situación que antes no se daban? ¿Cómo se pueden resolver?

Hemos detectado un aumento de algunos problemas emocionales, mayores niveles de ansiedad en niños y niñas, algunos problemas de conducta y gestión emocional, abuso de pantallas... En preadolescentes y adolescentes ha habido un aumento de trastornos de conducta alimentaria, autolesiones, aislamiento etc, que entendemos está relacionado con las dificultades para canalizar el malestar emocional que esta pandemia ha podido agravar, unido a otros factores de riesgo añadidos (situación personal/familiar, autoexigencia, baja autoestima, estilos de afrontamiento...). En estas situaciones es muy importante que padres y madres observemos a nuestras hijas e hijos y podamos pedir ayuda profesional especializada para poder abordar estos problemas lo antes posible.

Con el confinamiento, la vida nos cambió y la interacción de la infancia se limitó a convivientes. Con el inicio del curso se amplió y ahora, ya sin estado de alarma, la situación va mejorando, pero ¿todo lo vivido dejará huella en los niños? ¿Afectará a su personalidad y desarrollo?

Si hemos sido capaces de dar seguridad, creando un entorno afectivo y estructurado, que permita hablar de lo que está pasando y cómo nos sentimos, que favorezca una crianza positiva, con rutinas en el día a día, momentos de juego y ocio compartido etc, estaremos desarrollando la resiliencia en nuestros hijos e hijas. Recordarán lo que han vivido, pero en la mayoría de los casos saldrán fortalecidos de esta situación.

Con la pandemia ha aumentado el uso de pantallas. ¿Cuánto tiempo es conveniente que las utilicen?

Durante la pandemia ha habido una sobreexposición a pantallas y dispositivos digitales en niños y niñas. Las recomendaciones para 0-3 años es evitar en la medida de lo posible el tiempo de exposición a televisión, tablets, móviles, especialmente en los primeros dos años, ya que puede tener un efecto negativo en el desarrollo cerebral a estas edades, afectando a la atención, la concentración, etc. De 3 a 6 años, con muy poca frecuencia y limitado a tiempos concretos, no más de media hora. De 6 a 12 años, este tiempo debería limitarse a una hora u hora y media máximo en los más mayores. Es importante hablar de los efectos que pueden tener los tiempos excesivos de pantallas en el desarrollo cognitivo, social... de la infancia. En edades tempranas puede verse limitado el desarrollo de aprendizajes fundamentales, como el pensamiento simbólico, el lenguaje, la motricidad o los aprendizajes socioemocionales. Las pantallas nunca pueden sustituir la interacción con la figura adulta, donde los niños desarrollan actividades de exploración, motricidad manual, juegos de interacción social... No debemos saltarnos estos aprendizajes en etapas tempranas, porque son fundamentales para las siguientes. En edades posteriores, el abuso de pantallas puede dificultar la concentración, la memoria de trabajo, el retener información cuando aprendemos. La mejor recomendación es limitar el uso de pantallas, favoreciendo actividades de interacción con padres y madres, ocio, deporte y actividades lúdicas al aire libre.

Durante estos meses, muchas familias se han enfrentado a la muerte de un ser querido. ¿Cómo podemos ayudar a los niños a superarlo?

Podemos acompañarles en los procesos de duelo dándoles mucho afecto, favoreciendo la expresión de lo que sienten, respondiendo a sus preguntas y dedicándoles tiempo para hablar de lo que están viviendo. Ellos buscan a sus figuras de apego en momentos difíciles, debemos estar disponibles, aunque también nos afecte, permitirnos poder hablar de nuestra tristeza, pero también recordar los buenos momentos vividos con la persona fallecida y lo mucho que nos ha querido. Ayudarles poco a poco a recuperar sus rutinas y también sus tiempos de juego, que entiendan que volver a su vida normal no significa que no sientan la pérdida. Es importante contar con pequeños rituales en caso de que no nos hayamos podido despedir de la persona fallecida. Les puede ayudar hacer un dibujo, escribir una carta, dedicar un tiempo a recordar.

De todo lo que hemos pasado este año, ¿qué lección se lleva?

Esta situación nos ha hecho ver que estamos expuestos a situaciones impredecibles, y nos hemos dado cuenta de lo importante que es valorar lo que tenemos. La lección que me llevo tiene que ver con cómo estamos educando a la infancia, debemos entender que la vida es cambio y hay que prepararles para ello. Una buena base afectiva, que se sientan queridos, y favorecer su capacidad de adaptación, una actitud flexible ante los cambios, son elementos fundamentales para su futuro. Todo esto les hará más resilientes para salir fortalecidos de las situaciones que tendrán que afrontar a lo largo de su vida.