Si algo había quedado meridianamente claro a lo largo de las cuatro sesiones del juicio por el triple crimen de Cáseda es que el tirador había sido el padre, Juan Carlos Jiménez Jiménez, hecho reconocido por los testigos de una y otra parte, autoinculpado también desde el primer momento. Por ello, pudiera resultar incomprensible para un jurado popular que los especialistas de análisis de huellas dactilares y de restos genéticos no encontraran huellas y ADN de Juan Carlos padre en ninguna de las dos escopetas que llevaron hasta Cáseda, ni en la cargada y utilizada para matar, ni en la otra Benelli descargada. La explicación a este misterio se ofreció en detalles leídos como de pasada. “Había restos genéticos en el gatillo y tirador” de la escopeta disparada, pero era un “material escaso” para obtener la secuenciación genética, dijeron las especialistas de Nasertic sobre el trabajo que realizaron.

Desde el Instituto Armado, donde tampoco hallaron restos del padre en las armas, expusieron que “no todas las personas dejamos la misma muestra de huellas dactilares al tocar una superficie y que ello depende de la sudoración y los aminoácidos que pueda contener el donante de la muestra, de la sequedad de su piel...”.

Desde la divisón de Policía Científica de la Guardia Civil solo encontraron una huella dactilar del dedo índice de Emilio Jiménez, el hijo pequeño acusado, en la escopeta que resultó el arma mortal. Era una huella localizada cerca del gatillo. Dijeron que para que una huella sirviera para el análisis identificativo requiere de doce puntos visibles y que en el arma había más huellas, pero no con esos 12 puntos como para poder identificarla.

Precisamente por esa no aparición de rastro del padre en el arma, el jurado preguntó ayer a los expertos si la escopeta podía haber sido “limpiada” después de los hechos. Un agente respondió que eso no se puede concretar. Otros especialistas analizaron los residuos de disparo hallados en los tres acusados. Juan Carlos padre y Emilio tenían residuos en las dos manos y Juan Carlos hijo solo en la derecha. El agente explicó que “el hecho de encontrar partículas de este tipo dice que esa superficie ha estado expuesta a los efectos de la detonación de un arma de fuego, de forma directa o que alguien tocase esa superficie”. Las escopetas, al dispararse, quedan “sucias”, con residuos en su superficie y, por ello, al tocarlas, se pueden impregnar de dichos residuos (plomo, antimonio y bario). La presencia de dichos residuos van decreciendo conforme alguien se lava las manos o hace actividades cotidianas. Ni confirma ni desmiente eso que los hijos acusados pudieran estar cazando cuatro días antes y aún tuvieran residuos de ello, o que el día de los hechos tocaran dichas armas. En la carrocería del coche que usaban los procesados también se hallaron dos muestras de sangre de Julio, que se estaba peleando con Juan Carlos hijo, que le hizo sangrar del oído.