Su figura tiene magnetismo y a la vez impone. El excontrabandista y exnarco gallego Laureano Oubiña ha pasado 33 años de su vida en prisión acusado de delitos como tráfico de hachís y blanqueo de capitales. Ahora ha decidido contar la verdad, su verdad en el libro Oubiña Toda la verdad: Ahora es mi turno, obra que presentó y firmó ayer en la cafetería Itxaro, de Retuerto. Al solicitarle este medio la entrevista en el propio establecimiento, accede de inmediato, aunque lo hace con retranca gallega. “Claro, soy claro y directo. Voy al grano. Tú preguntas y yo contesto. Si no me gusta, salimos a la calle y nos damos de hostias”, suelta entre risas para romper el hielo de una forma muy particular este hombre que espera sacar un nuevo libro a finales de año y que vende camisetas con su propia marca, Nécora.

¿Por qué decidió escribir este libro?

-Este libro lo escribí en la cárcel, sobre 1990. Estaba harto, hasta los cojones de todas las mentiras que decía de mí todo el mundo. Los medios habéis dicho sobre mí muchas mentiras. Así que escribí este libro para contar la verdad, mi verdad, porque se ha llegado a acusarme de delitos que no he cometido. Es mi forma de defenderme. Jamás trafiqué con cocaína ni heroína. A lo largo de mi vida he traficado con café, gasoil de barcos, tabaco y, finalmente, hachís desde 1995.

Empezó con el contrabando a los 16 años y se inició con el café.

-Sí, me fui de casa de mis padres a los 16 años y empecé con el estraperlo de café, jabón, azúcar de Portugal y con algún gasoil de barcos. Luego, dos años más tarde, empiezo con tabaco que viene en los barcos desde Canarias. Compraba las cajas al maquinista y le encargaba más para los próximos viajes, pero cuando empiezo fuerte con el contrabando de tabaco fue entre 1969 y 1970. En aquella época solo estábamos yo y otra organización allí. Empecé a trabajar al 50% con José Manuel Duarte Da Silva, un socio portugués y cargábamos ya los barcos directamente con 4.000 o 5.000 cajas. Y al siguiente, más cajas...

El contrabando iba incrementándose, se sumaba más gente... ¿Cómo vivió ese crecimiento desde dentro?

-El negocio creció todo lo que quiso porque, aunque se sumó mucha gente, nadie se ocupó de ellos. Luego ya Felipe González aprobó la Ley Barrionuevo, en febrero o marzo de 1983, que limitaba el movimiento de las lanchas de alta velocidad y que solo se aplicó en Galicia, no en el resto de España. Prueba de ello es que me vine en 1983 con las lanchas a trabajar aquí, a Getaria.

O sea que trabajó en Euskadi.

-Sí, de hecho, en junio de 1983 la Guardia Civil me incautó dos lanchas que tenía en Getaria porque aparecieron más de cien cajas en un camión que había enterrado en la playa. La Guardia Civil las estaba custodiando y ETA asesinó a dos guardia civiles. ETA tardó cuatro días en reivindicar el atentado y yo, según vi aquello desde el asador, ni comí ni nada. Cogí el coche y me fui al monte a la zona de Cantabria porque nos estaban echando la culpa a nosotros. El coche que ametralló a los policías era un GS igual que el que yo llevaba.

¿Fue difícil dar el paso de ir un poco más allá y pasar del tabaco al hachís?

-Fue algo natural porque en 1983 se empezó a penalizar casi igual el contrabando de tabaco que el de hachís y el hachís daba mucho más beneficio. Yo me pasé en 1995 porque tenía la misma condena y fui a lo más fácil. Mismo riesgo, más beneficio.

¿En qué momento siente que la presión policial se incrementaba?

-Hablemos claro. De presión policial, nada. Todo el mundo tiene su precio. Hablemos de la presión de falsos chivatos, porque fue un chivatazo de cosas que eran mentira, impulsado por Baltasar Garzón y Javier Zaragoza, dos prevaricadores que, por cierto, dejaron tirados a los falsos chivatos. Son prevaricadores y si quieren que me denuncien, que yo también tengo abogado pagado.

¿Volvería a hacer todo lo que hizo?

-No, porque no vale la pena perder una sola semana de libertad por todo el dinero que puedas ganar. No solo te encarcelas tú, sino que encarcelas a toda tu familia y no vale la pena. Eso es de lo único que debo arrepentirme. Ahora me dedico a vender libros y mis camisetas de la marca Nécora. Vendo a quien yo quiero.

Una curiosidad, si yo le llamo a usted mañana o le envío un WhatsApp... ¿Pincharán mi teléfono?

-Dalo por seguro (risas). Pero prefiero que esté mi teléfono pinchado porque no tengo nada que esconder. Para sentirme seguro, pido que se pinche mi teléfono.

“El libro es mi forma de defenderme; estaba harto de todas las mentiras que se decían sobre mí”

“El contrabando creció todo lo que quiso porque, aunque se sumó mucha gente, nadie se ocupó de ellos”