Incluso las plataformas que hoy gozan de la más absoluta popularidad nacieron siendo una idea residual abocada al mayor de los fracasos o al más triunfante de los éxitos. También Youtube. Cuando aquel monstruo tecnológico se creó, en 2005, Borja Luzuriaga Vázquez estudiaba Comunicación en la Universidad de Navarra y ya le apasionaba la idea de poder crear algo grande. Alojado durante parte de su etapa universitaria en el Colegio Mayor Larraona, el bilbaíno y actual residente en Los Ángeles (EEUU) se detuvo un par de días en Pamplona como parte de su itinerario de viaje Saint-Jean-Pied-de-Port - Santiago de Compostela. Pese al éxito cosechado en sus canales, y en concreto en el de 'Luzugames', donde aglutina casi 11 millones y medio de suscriptores, el joven, con 35 años, sigue teniendo el mismo espíritu gamer que el niño que creció en los 90, una época todavía ajena a internet y en la que comprar revistas de videojuegos por varios cientos de pesetas era la única forma de tener contacto directo con un mundo que aún se estaba engendrando.

Acabaste la carrera en plena crisis del 2008, ¿influyó esto en tu decisión de irte a Los Ángeles?

-Al acabar la carrera fui a Madrid a trabajar con una beca. Tenía 23 años y pensé que todavía podía permitirme ir a algún sitio y seguir aprendiendo. Decidí irme a Los Ángeles para cursar un certificado en Business Management de entretenimiento.

¿Elegiste Los Ángeles por ser destino para los youtubers?

-No, no. De hecho en ese momento lo de ser youtuber ni siquiera existía. Es algo que ha surgido después. Una vez que ya estaba trabajando, empecé a ver que había una parte de la audiencia que consumía contenido en internet, mucho más que en los medios tradicionales. Cuando empezó Youtube, en 2005, era un sitio en el que la gente subía vídeos pero de forma marginal. Me parecía súper interesante que hubiera creadores de contenido en Youtube con audiencias más grandes que nosotros, que trabajábamos para la TV, y todo con un coste cero. Así que le propuse a la productora en la que trabajaba crear contenido para Youtube pero me dijeron que no, y decidí hacerlo por mi cuenta.

Se habrán arrepentido, ¿no?

-En ese momento era muy difícil prever lo que iba a ocurrir y en qué se iba a convertir. Supuso más una apuesta a ciegas de los que teníamos una mínima visión de que eso podía funcionar. Pero una productora como la mía, que trabajaba con grandes actores, era como, '¿para qué vamos a hacer eso si ya trabajamos para televisiones?'

¿Te lo planteaste como un actividad económica?

-Empecé a hacerlo como una afición en mi tiempo libre y porque era un espacio en el que tenía muchísima libertad creativa. En ese momento no sabíamos que se podía vivir de eso, pero para mí, siendo un profesional del medio, sí que entendía que eso podía tener una proyección. No era lo que vi en ese momento si no pensar en todo lo que podía convertirse.

¿Cuándo empiezas a crear una comunidad y a recibir los primeros ingresos?

-Pasó un tiempo. Solo cuando llegué a 25.000 suscriptores generaba pequeños ingresos. Ahí me di cuenta de que o dejaba mi trabajo y dedicaba todo el tiempo que tenía a eso para hacerlo crecer o siempre iba a seguir así. Así que dejé mi trabajo.

¿Cómo se alimenta una comunidad de más de 11 millones?

-En el mundo de Youtube tienes que crear tu propia marca, diferenciada de las demás. En ese momento la gente quería creadores de contenido o talento que no pudieran ver en la TV. Gente más humana, que compartiese aficiones o gustos en común.

En tu canal, ¿eres un personaje distinto al que eres tú?

-No. Para mí soy solo una prolongación de quién soy. Hay canales que sí lo hacen, pero para mí era más una versión un poco amplificada de mí, de lo que me gusta, de lo que hago. Y me resulta mucho más sencillo de cara a crear contenido.

¿Qué es lo más difícil de tu trabajo?

-Tienes que llevar el sombrero de muchos trabajos distintos. En una productora hay muchas personas que desarrollan muchos trabajos. En nuestro caso es una sola la que tiene que encargarse de todo. Desde la producción, la edición, la contabilidad, la negociación con marcas. Es algo que tiene que apasionar para dedicarle el tiempo necesario para llegar a convertirlo en un trabajo del que poder vivir. Y a mí, la idea de que alguien con una cámara pudiera aglutinar una audiencia mayor de la que tenía una TV me apasionó desde el principio.

¿Cómo entiendes el fenómeno youtuber? El hecho de que a millones de personas les interese cómo juegas a videojuegos...

-Mucha gente no entiende los contenidos de Youtube y, concretamente, quizá la temática de videojuegos sea la más difícil de entender que otras como la de belleza o tutoriales de cómo maquillarse. Todo el mundo ha crecido viendo partidos de fútbol en vez de jugarlos, ¿no? Es una idea muy parecida. Es una forma de pasar tiempo con una comunidad. Al final los videojuegos son un vehículo para conectar con un público más joven.

¿Has notado cambios respecto al trato que recibías de la sociedad en general al que te da ahora?

-Como con todo, a lo largo del tiempo se va cambiando y se va teniendo una perspectiva distinta. Yo he tenido trabajos tradicionales y este es sin duda el más exigente de todos, incluso psicológicamente. Tienes que lidiar con muchos trabajos dentro de uno, con la presión de un trabajo en el que el valor se pone un poco en los resultados, en la audiencia, en la popularidad. Es, sin duda, el más exigente que he tenido pero también el más gratificante.

¿Recibes muchas críticas?

-Claro. Pero lo entiendo como parte del proceso creativo. Te expones al público, tienes que estar dispuesto a recibir críticas y halagos y a no darle importancia, ni a lo uno ni a lo otro.

¿Te sientes responsable por la posible influencia educativa de tu contenido?

-En mi caso sí, pero no creo que sea trabajo del creador. Yo, personalmente, me preocupo de las cosas que digo, del hecho de que la gente pueda aprender determinados valores a través de las cosas que hablo. Pero es más una elección personal, no creo que sea inherente al creador de contenido.

¿Cómo te ves en un futuro?

-No lo sé. Esta es una industria que está cambiando tanto y tan rápidamente que hacemos un trabajo de adaptación, de ver constantemente hacia dónde vamos.