Es importante que podamos decidir para que otros no decidan por nosotros al final de la vida. ¿Por qué es importante y cómo podemos hacerlo?

-Yo creo que es fundamental. Es verdad que a la gente le cuesta pensar, ponerse en un escenario en que le puedan pasar cosas y qué quisiera en ese momento, pero es que si no lo que hacemos es dejar a la responsabilidad de otros, que serán la familia, los profesionales... con lo cual no sabes. Al final estos decidirán en función también de sus criterios si tú no has podido expresar tus preferencias, por lo tanto creo que vale la pena hacer ese esfuerzo de pararse a pensar y dejarlo escrito, hablado, trabajado, en beneficio de todos desde luego y de uno mismo, por supuesto.

En el caso de que la persona ya no sea capaz de tomar decisiones, qué criterios deben seguir la familia a la hora de decidir cómo quieren que sea el final de su ser querido.

-El primer criterio es el ponerse en el lugar del otro: ¿él qué hubiese deseado? Si conozco esa voluntad, porque lo ha explicitado en un documento de voluntades anticipadas o en una planificación previa, desde luego respetar eso en primer lugar, pero si eso no existe pero conocemos esos valores y preferencias de la persona porque lo hemos hablado en otras ocasiones, hacer prevalecer eso por encima de otra cosa. Si no tenemos esa información, entonces hay que ir al mejor beneficio para la persona en función de su situación. Claro, para saberlo necesitas el apoyo de la información clínica y ahí la información que dan los profesionales es muy valiosa. Pero sobre todo la familia lo que no tiene que hacer es prevalecer su intención o lo que ella prefiere, sus intereses, sino que tiene que pensar siempre en el otro; eso es fundamental.

Qué personas deberían pararse a pensar cómo quieren que sea su final. ¿Todo el mundo?

-Yo creo que todos. Nadie está exento de que le pase algo y se quede en una situación de dependencia. Pero especialmente personas que a lo mejor ya tienen un diagnóstico de enfermedad, enfermos crónicos, que tienen varias patologías, que toman mucha medicación, que saben que en un momento se pueden descompensar, pacientes en cuidados paliativos... Yo creo que en todos esos escenarios es bueno trabajar esto. Es bueno trabajarlo para luego desangustiar a los que quedarán teniendo que decidir. Haberlo hablado y dejar claras las cosas es fundamental.

¿Qué diferencias hay entre los testamentos vitales y la planificación?

-Son cosas complementarias pero la ventaja de la planificación es que tú lo haces, no en solitario, como solemos hacer los documentos de voluntades anticipadas, sino primero desde el impulso del propio equipo profesional que te lleva, que son los que toman la iniciativa de plantearte los escenarios que nos podemos ir encontrando. Segundo es un apoyo de estas personas con tu entorno cuidador, la familia, intentamos todos hacer un diálogo, una deliberación: oye, si llegamos a este punto qué es lo que quisieras. Todo esto, que se recoge en la historia clínica y que es un documento de soporte valiosísimo porque no solo sirve al médico que lleva a ese paciente, sino a otros que le puedan ver en urgencias o en otro momento, tiene un valor enorme para poder facilitar luego la toma de decisiones. Y si de eso se deriva que tú tienes una serie de cosas claras y además lo quieres poner en un documento de voluntades, mejor que mejor. Lo que se trabaja en el contexto clínico tiene mucho valor, porque realmente te permite reflexionarlo, meditarlo... Todo ese proceso cuando haces un documento de voluntades anticipadas seguramente no lo haces de esta forma, entonces se pierde calidad y contenido. Por eso creo que hay que propiciar el desarrollo de las planificaciones. Desde Atención Primaria pueden hacer muy bien esa tarea, que hacen un seguimiento del paciente a largo plazo, y también desde ciertas especialidades médicas que llevan la evolución de pacientes muchos años.

La Ley reguladora de la eutanasia se aprobó en marzo. Con la experiencia de estos meses, ¿qué mejoras se deberían plantear?

-Desde nuestra experiencia en Catalunya sí que nos estamos dando cuenta que hay algunos elementos de la ley que en la práctica son difíciles de evaluar o que a los profesionales les cuesta. Por ejemplo, el concepto del sufrimiento insoportable, que es algo que tiene que valorar individualmente la persona. El profesional tiene que mentalizarse de eso; oye, que no eres tú quien valora el sufrimiento, es la persona. O el tema de las limitaciones que le genera la situación; a lo mejor no hay que esperar a que la persona esté encamada, que no se valga para nada... sino que puede tener otro tipo de limitaciones que para ella son muy importantes. Cuestiones más prácticas de procedimiento, de decir cómo organizamos para que la gente sepa qué tiene que hacer cuando le llega una petición, a quién se tiene que dirigir, cuál es el circuito interno... el día a día te va dando fluidez y luego el tema de la formación, que es muy importante. Hay que dar una formación a los profesionales para que sepan manejar estas situaciones porque no es fácil, sobre todo al médico responsable que tiene que acabar aplicando la eutanasia le cuesta porque no está preparado para esto, no es una tarea que hasta ahora ha llevado a cabo. Por tanto, hay que formar y hay que acompañar psicológicamente a los profesionales también en este proceso. Bueno, mucho trabajo por hacer.

En Catalunya, ¿cuántos casos ha habido ya?

-En Catalunya llevamos más de 20 eutanasias practicadas y tenemos varios en valoración, algunos se han denegado, otros se han aceptado... Hay una casuística diversa.