La sección de Acogida de Cáritas es la puerta de entrada a la asociación. “Cualquier persona que necesite algo de Cáritas pasa por nuestras manos. Desde que alguien llama a pedir cita, somos nosotras mismas las que atendemos el teléfono y empezamos a hacer una pequeña valoración. Luego, ya en la cita, tenemos un momento para poder hablar tranquilamente y que nos expliquen bien qué es lo que les ocurre. En función de lo que tengan y de nuestras posibilidades, les vamos dando respuesta”. Quien habla es Laura Echeverri, una de las seis trabajadoras que se encuentran en la sección de Acogida, dirigida por Carolina Ibáñez.

Ibáñez asegura que la asociación está tratando situaciones muy diversas. “Por ejemplo, hay mucha gente buscando trabajo o gente que lo ha perdido. Hay precariedad laboral, situaciones de vivienda complicadas o gente que está llegando al país. Hay mucha diversidad de perfiles y vamos reorientando y dando respuesta en función de lo que podemos”.

“No hay un perfil específico”, completa Laura Echeverri. “ Viene gente de edades variadas y hay un poco de todo. Lo que no vemos es mayores de 65 años, por ejemplo. Pero dentro de la edad adulta no podría destacar claramente ninguna edad porque esto nos está afectando a todos”.

PROBLEMAS DE SALUD MENTAL Una dificultad que está aumentando notablemente en los últimos años son los problemas de salud mental. “Esta crisis ha pasado factura a todos los niveles. El covid ha generado problemas de ansiedad, depresión, etc. Y además hay mucha soledad. Los recursos de atención a la salud mental ya estaban saturados antes de la pandemia y la situación ha empeorado. Las personas a las que atendemos no pueden pagarse un profesional privado y así salir adelante”, explica Ibáñez.

Echeverri añade que “hay mucha gente con este tipo de situaciones y que a veces se complica porque no está diagnosticada. Nosotros se lo podemos detectar, pero si la persona no lo acepta, es muy complicado. Además, está todo el tema cultural. En muchos lugares, el asunto de la salud mental es algo como prohibido y nadie lo quiere aceptar”.

Por otro lado, Cáritas constata la perpetuación de la pobreza. Más de la mitad de sus usuarios ha vuelto a pedir ayuda después de dos años sin necesitarla. “Hay gente que tiene un recorrido largo en estas situaciones. La pobreza es algo que se hereda. Si naces en un entorno de pobreza, va a haber muchas cosas de tus padres que, quieras o no, es muy probable que se repitan. Desde Cáritas, intentamos plantear una intervención para que eso no pase. Podemos estar meses e incluso años acompañando a una persona, pero siempre con el objetivo de que sea independiente y autónomo. Quizás eso no supone que tenga el trabajo de su vida, pero por lo menos sí una serie de recursos que le permitan sobrevivir y salir adelante. Nosotros evitamos a toda costa que se cronifique. Luego, no siempre conseguimos que todas las personas mejoren su situación. Ojalá pudiéramos, pero la realidad es la que es”, explica.

Laura Echeverri lleva cinco años trabajando en Cáritas y ha vivido la evolución en el tipo de pacientes, los recursos existentes y el modo de trabajar. “Como todo en la vida, va cambiando, pero nuestras bases siguen siendo las mismas. Que la gente se sienta acogida, escuchada y entendida, independientemente de que podamos darle lo que nos piden o no económicamente hablando. Son personas que han dejado atrás su vida, su gente, su país, sus costumbres y que llegan a un sitio a exponerse porque no es nada fácil pedir ayuda. Bajo ningún concepto podemos hacer que se sientan mal. La sociedad está cambiando y estamos viendo problemas de vivienda, hacinamientos, gente que está llegando y que no tenemos respuesta para ella. La sociedad cambia y nosotros cambiamos con ella, pero nuestra base se mantiene. Y es esa: que la gente se sienta bien atendida y que vea que le hemos escuchado”.