El fuerte de San Cristóbal, en el monte Ezkaba, recibió ayer a decenas de personas convocadas por la asociación Txinparta para rendir homenaje, después de dos años de parón por la pandemia covid-19, a los más de 800 presos que realizaron la fuga del 22 de mayo de 1938. “Este año retomamos la estela de aquellos que hace 34 años pusieron en marcha el colegio público de Ansoáin y los concejos y asociaciones vecinales de Ansoáin y Berriozar”, comenzó Víctor Oroz, presidente de Txinparta.

Declaró que desde Txinparta valoran “como algo extraordinario los cambios habidos en lo referente al conocimiento y divulgación de los hechos que aquí acontecieron”. “Hoy sabemos que republicanos de todas las ideologías y todas las provincias fueron aquí recluidos para erradicar de sus mentes toda idea de justicia social, solidaridad, lucha por la libertad y contra la incultura y la pobreza, contra el caciquismo de los poderosos, ya fueran empresarios, terratenientes u obispos”, continuó.

Identificación de reclusos

Añadió que “el franquismo consiguió enterrar en el olvido sus atrocidades y ha sido necesario ir levantando tierra capa a capa para poner luz a tanta barbarie, sufrimiento y cadáver tirado por las cunetas”. Aseguró que la labor de su organización es “lograr conocer quiénes eran los presos de San Cristóbal, 7.200 personas de las que 6065 tienen nombre propio y el resto están pendientes de confirmación”.

“Queremos saber de dónde los trajeron, qué y a quiénes dejaron atrás en ese macabro viaje, qué ideales les movían, por qué sueños lucharon”, dictaminó. Aseguró que “el empeño ha sido fructífero aunque quede por investigar un mundo inmenso”. Detalló que “son cientos los correos intercambiados con familias aportándoles de inmediato documentación digitalizada, y la familia común de Txinparta se ha visto ampliada y reforzada por estos contactos”.

Traspaso del fuerte

Hizo también referencia al posible traslado de los expedientes penitenciarios del fuerte al Archivo de Navarra y esperaron ”que esto facilite las investigaciones”. Asimismo desearon que se agilizara “el traspaso del fuerte a las instituciones navarras” y se puedan superar de esta manera “los inconvenientes para visitar este lugar”.

“La recuperación de los fugados asesinados por los diversos valles al norte de este penal avanza con más lentitud de lo deseado y restan todavía 150 presos por localizar”, prosiguió. Añadió que “resulta costosa la identificación de los hallazgos” y que necesitan “más familias que aporten sus muestras de ADN para cotejarlas con los ya exhumados”.

Mencionó asimismo que “Txinparta lleva varios años intentando dignificar el cementerio de las botellas“. “Estamos a la espera de que se inicien las obras y nos gustaría que para el próximo año estuvieran terminadas y el espacio declarado lugar de memoria”, abundó. Por otro lado, Txinparta lleva a cabo “proyectos de investigación, divulgación y transmisión a los jóvenes” para fomentar la memoria histórica.

Fuga de presos

Josune Anocíbar, de Txinparta, contó, a modo de ejemplo, la historia del preso salmantino Ramón Haro, quien, a los 25 años, mientras volvía a casa tras una jornada trabajando la tierra, fue detenido por la Guardia Civil y llevado al fuerte de San Cristóbal. Se fugó en 1938 antes de ser capturado y fusilado. Anocíbar añadió que “muchos testigos de sacas y detenciones” recuerdan estos sucesos de un modo similar.

La nieta de Ramón Haro, Elizabeth Martín, escribió unas palabras que fueron leídas por Marta Laine : “Conseguimos que llegaras al pueblo con nosotros, te recibimos con cariño, emoción y, sobre todo, calor familiar; te elevaron en señal de triunfo de que al fin estabas aquí, ese momento fue mágico; siento pena por no poder entender esa barbaridad que llaman guerra; pero después de tantos años al fin descansarás eternamente”.

Por otro lado, describió las duras condiciones de vida en el fuerte: “Humedad, piojos, tuberculosis, hambre, castigo, y todo por pensar de otra manera, esa fue la realidad injusta y dolorosa que vivieron aquellos hombres y de ella, por supuesto, quisieron escapar”. Añadió que “seguramente a lo largo de los años lo intentaron otras veces, pero la más exitosa fue la del 22 de mayo de 1938; casi 800 escaparon, pero muchos fueron asesinados en la huida, en las laderas del monte, en Elía, Olabe, Larrasoaña...”. “Solo tres llegaron a Francia”, dijo. A muchos “los fusilaron a escondidas y los enterraron en fosas comunes en medio del campo”.