"Desde el primer momento fui consciente de que me iba, de que me quedaba sin aire. Y también soy muy consciente de que Álvaro me salvó la vida". La mujer de 65 años que sobrevivió a un atragantamiento de comida el pasado 26 de agosto en un restaurante de Pamplona prefiere guardar el anonimato, pero se deshace en agradecimientos hacia su salvador, el policía nacional en prácticas Álvaro Domínguez, de 28 años y natural de Funes. "Todo salió bien", afirma restándose importancia.

Ese día, el agente había salido de trabajar en la oficina del DNI de Pamplona y había acudido al restaurante Don Pelayo a comer con una prima. "Yo estaba de espaldas a la mujer, pero mi prima la estaba viendo y me avisó de que algo pasaba. Me di la vuelta y salí corriendo hacia ella. No sé como llegué hasta ella. Le pedí a su marido que me dejase y la cogí por detrás para aplicarle la maniobra de Heimlich. Se estaba poniendo azul", recuerda.

SE DESVANECIÓ

Álvaro explica que que "la primera vez no le oprimí muy fuerte porque es un mujer mayor y no quería hacerle daño. Pero al ver que no reaccionaba, lo hice una segunda vez, ya más fuerte. Hizo como una arcada, pero profunda. Y entonces noté que la mujer se estaba desmayando. Así que pensé "es ahora o nunca" y le di un golpe más fuerte".

Esa tercera presión hizo que el trozo de chuletón que había tragado la mujer se moviese y liberase sus vías respirtatorais. "Noté que la mujer recuperaba la consciencia. Estaba temblando pero ya apoyé sus pies en el suelo. Vi que empezaba a respirar y su pareja y la camarera se abalanzaron sobre mí emocionados. En el restaurante se pusieron a aplaudir", rememora el policía, que en ese momento no se identificó como tal. "El marido de la señora me dijo que suponía que yo era médico. La mujer estaba en shock pero fue recuperándose y no hizo falta llamar a una ambulancia".

CUESTIÓN DE SEGUNDOS

Días después, la mujer contactó con el agente, que había llamado al restaurante para interesarse por su estado. "Me telefoneó y me dijo que había estado haciéndose algunas placas, porque aunque estaba bien sentía algunas molestias, y la médico le dijo que fue cuestión de dos segundos que salvase la vida. Le explicó que el trozo de chuletón se le había quedado en la entrada a los pulmones y que de ahí habría sido imposible moverlo. Que habría entrado en parada cardiorrespiratoria y no se habría podido hacer nada. Es verdad que a mí me extrañó que el trozo de comida no saliese al aplicarle la maniobra de Heimlich, pero el trozo de comida no estaba en la traquea. Había bajado mucho y con la maniobra acabó de pasar hacia abajo".

Álvaro recuerda que "aprendí a hacer la maniobra de Heimlich en la academia de Ávila, como parte de la formación que nos imparten a los policías. A mí siempre me había generado interés y he visto vídeos en Internet de cómo se aplica, también en bebés, porque es algo que puede suceder y creía que era importante saber reaccionar si te encuentras en una situación así. Todo salió bien", concluye.