El Juzgado de lo Penal número 1 de Pamplona ha condenado en la mañana de este martes de conformidad a un hombre de 57 años, vecino de una localidad de la Merindad de Olite, a una pena de dos años de prisión por un delito de abuso sexual y otro contra la intimidad después de haber realizado diversos tocamientos a una joven, que era la cuidadora interna de sus padres, y a la que colocó cámaras en casa para observarla en la intimidad.

El procesado, que no tendrá que ingresar en prisión, tendrá que cumplir una orden de alejamiento de 50 metros y una prohibición de comunicación con la víctima durante 4 años. Además, tiene que pagar 2.160 euros de multa y va a indemnizar a la víctima con 10.000 euros por el daño moral causado, por lo que se le aplica la atenuante de reparación del daño, que le rebaja la pena al acusado. En principio, la Fiscalía pedía dos años de prisión por cada delito.

La joven, de poco más de 20 años, trabajaba desde octubre del año 2018 como interna cuidando del matrimonio formado por los padres del encausado, de 57 años y sin antecedentes penales, en el domicilio de estos, sito en una localidad de la merindad de Olite.

El encausado era la persona que, del núcleo familiar, más en contacto estaba con sus padres, pues se encargaba de la gestión de todos sus asuntos, siendo la joven la que desempeñaba tareas de limpieza doméstica y aseo y atención del matrimonio, viendo al encausado como su jefe y como un buen amigo.

Sin embargo, a los pocos meses de estar al servicio de dicha familia, el encausado comenzó a frecuentar mucho más el domicilio de sus padres, buscando siempre el contacto físico y la cercanía con la joven, lo que molestaba a esta enormemente y la hacía sentir muy incómoda, no desaprovechando ninguna ocasión que tuviera para, con el ánimo de satisfacer de deseo sexual y con la excusa de ayudarla en las tareas domésticas con sus padres, colocarse detrás de ella y rozarle o tocarle de manera disimulada el culo, los pechos o las piernas, o sujetarla por la cintura.

A la vista de estas conductas, y viendo que las mismas iban en aumento, la joven decidió romper la relación de amistad y evitar cualquier situación en la que pudieran quedarse solos, pese a que cuando había gente delante, el encausado tenía un comportamiento muy distante con ella.

DOS CÁMARAS PARA GRABARLA

Asimismo, y con la intención de captar imágenes íntimas de la víctima y tenerla controlada en cada instante, el encausado escondió dos cámaras en el propio domicilio de sus padres, situando una de ellas en la habitación en donde la víctima dormía, escondida en lo alto de un armario. De esta forma, el encausado podía grabar y almacenar imágenes de la joven vistiéndose y desvistiéndose y en el ámbito más íntimo que tenía en esa casa.

La otra cámara la emplazó en el salón, detrás de la televisión. Sin darse cuenta de que se trataba de una mini cámara, la mujer rompió sin querer la cámara del salón mientras limpiaba, informando al encausado, el cual le dijo que se trataba de un aparato de bluetooth, colocándola de nuevo. En cuanto a la cámara del dormitorio, la víctima la descubrió el 24 de julio de 2020, cuando se percató de que en la parte superior del armario de su habitación parpadeaba una luz roja. Inmediatamente, se subió a una silla para examinar mejor el objeto y, al encontrarse en estado de shock cuando descubrió su naturaleza, se marchó corriendo del domicilio.

Al volver, menos de dos horas después, la cámara había desaparecido, pues era tal el control que el encausado tenía que se percató del hallazgo y fue rápidamente a quitarla, al haber advertido el descubrimiento de la cámara por la víctima. Al manifestarle la joven estos hechos al encausado, éste reconoció la colocación de la cámara, manifestando que era un cerdo, que estaba obsesionado con ella y que la quería.

GRAVE AFECCIÓN A LA VÍCTIMA

Aunque el acusado prometió no volver a acercarse y mantener con ella una relación estrictamente laboral, acudía con frecuencia a casa de sus padres con cualquier excusa, provocando la incomodidad de la víctima la cual, finalmente, abandonó ese trabajo en marzo del año 2021, pese a que era la fuente principal de subsistencia de su familia y lo necesitaba para renovar su documentación de extranjería.

Cuando la víctima descubrió que el encausado la había estado grabando a escondidas en su dormitorio desarrolló un sentimiento de vergüenza y rechazo hacia sí misma, lo que se vio acrecentado por sus creencias religiosas y valores, pues el que un hombre tuviera imágenes o grabaciones de contenido sexual convierte a esta mujer en "indigna", pudiendo ser repudiada por su entorno familiar y social, experimentando sensaciones de angustia y desazón por las consecuencias que estas grabaciones podrían tener en su vida y en su entorno, llorando de forma recurrente y no pudiendo dormir.