En la NBA tenemos muchos chicos que son atléticos, grandes y fuertes, pero él es un jugador con habilidad. Puede tirar, puede elegir la jugada correcta, puede defender, es un siete pies que puede tirar de tres puntos... Es como un unicornio en esta liga”. En enero de 2016, Kevin Durant saludaba de esa manera tan elogiosa a Kristaps Porzingis, que por aquel entonces empezaba a maravillar al otro lado del charco enfundado en la equipación de los New York Knicks. En la NBA moderna, la de la versatilidad y la de la destrucción de los corsés que marcan las posiciones clásicas, esa tipología de jugador, interior por físico pero exterior por su capacidad para tirar de tres puntos y echar el balón al suelo, es muy apreciada. Por eso hay tantas esperanzas depositadas en Chet Holmgren.

Holmgren es un candidato a unicornio con mayúsculas. Elegido en el número dos del último draft por los Oklahoma City Thunder tras un único curso universitario en Gonzaga, se trata de un jugador de 20 años de edad, 2,13 metros de altura y 2,31 de envergadura tan destructivo por su capacidad taponadora como cómodo activando su muñeca desde la línea de tres puntos, tan hábil botando el balón para hacer daño en penetraciones como resolutivo en las distancias cortas e intermedias. ¿Su problema? Ser un siete pies con solo 88 kilos de peso en un ecosistema tan exigente en el plano físico como es la NBA es harto peligroso, pone en riesgo su durabilidad y dibuja un signo de interrogación a la hora de prever si podrá llegar al elevadísimo techo que el resto de sus facultades pronostican.

En su participación en la Summer League, Holmgren ha dejado pinceladas de su tremendo potencial. En su debut, firmó 23 puntos (4 de 6 en triples), siete rebotes, seis tapones, cuatro asistencias y un robo en 23 minutos de presencia en cancha ante Utah Jazz. Posteriormente tuvo encuentros más flojos, sobre todo en el tiro (1 de 6 en triples contra Memphis), pero ha acabado con unos más que respetables 14 puntos, 8,4 rebotes, 2,8 tapones, y 1,6 robos (cinco ante Sacramento) con un 94% en tiros libres (16 de 17 en cinco partidos) y un en absoluto despreciable 42% desde la distancia de tres puntos.

‘Crossover’ ante Curry

En la época de los vídeos virales y los fogonazos de atención capaces de alcanzar rango planetario, Holmgren saltó a la fama en el verano de 2019 en el campus de entrenamiento SC30 organizado por Stephen Curry. En el vídeo de un partido cinco contra cinco, se veía a un jugador blanco y largirucho que se pasaba dos veces el balón por detrás de la espalda en bote para superar la defensa de la estrella de los Golden State Warriors, penetrar a canasta y acabar la jugada con un mate a dos manos. Aquella esporádica acción colocó a Holmgren bajo los focos cuando no era más que un joven que todavía ni siquiera había arrancado su tercer año de instituto en su Minneapolis natal. “Steph Curry fue el punto de inflexión para que todos supieran sobre mí. Es el sueño de todos los chicos atacar al MVP de la NBA, competir contra él y mostrarle quién eres. Fue bastante divertido, una gran experiencia”, reconocía años después, sin esconder que cuando se dio cuenta de que el mejor triplista de todos los tiempos iba a participar en el partidillo pidió emparejarse con él. Tras aquel episodio, su vídeo en Instagram recibió más de 500.000 visualizaciones en una semana y ganó infinidad de seguidores, algunos tan ilustres como Dwyane Wade.

Cinco meses después, en un partido de high school televisado para todo Estados Unidos ante Sierra Canyon, centro famoso por tener en sus filas a Bronny James, hijo de Lebron, y a los hoy en día jugadores de la NBA Brandon Boston y Ziaire Williams, firmó nueve puntos, diez rebotes y doce tapones y el mundo del baloncesto comenzó a fijarse con mayor interés en aquel chaval a quien su padre, exjugador de la Universidad de Minnesota con el que comparte altura, enseñó con enorme dedicación los fundamentos del baloncesto al comprobar que Chet era ya un tallo de 1,88 metros a la tierna edad de once años.

En su curso senior promedió 21 puntos y 12,3 rebotes y estaba considerado ya el mejor jugador de instituto de Estados Unidos. Con ofertas de más de treinta universidades, se decantó por Gonzaga para dar el salto a la NCAA al igual que el año anterior había hecho su amigo y compañero de high school’ Jalen Suggs, elegido por Orlando en el quinto puesto del draft de 2021. A las órdenes de Mark Few protagonizó una campaña notable en lo individual (14,1 puntos con un 39% en triples, 9,9 rebotes y 3,7 tapones), pero su camino hacia el título universitario quedó cortado de raíz en el Sweet Sixteen al caer ante Arkansas.

Ahora le toca el gran salto, probar su valía en el siguiente nivel. Con él se puede utilizar esa expresión tan propia de los estadounidense que asegura que The sky is the limit (el cielo es el límite), pero su falta de kilos para batirse con los mastodontes de la NBA pone un signo de interrogación a su capacidad para desarrollar sus aptitudes y, sobre todo, a su durabilidad. No es nada fácil ser un unicornio.