En pretemporada, allá por el mes de julio, Quique Domínguez se plantó en un entrenamiento con un cuaderno en blanco. Las hojas las iban a escribir a lo largo del año entre todos, jugadores y cuerpo técnico, y se iba a convertir en el libro del Helvetia Anaitasuna de la temporada 2022/2023. Una especie de diario en el que plasmar sus experiencias, sus emociones, sus pensamientos, sus frustraciones, sus alegrías, sus anhelos y todo aquello que se les pasara por la cabeza. Ese cuaderno, lleno de pega ahora por el uso, ha acompañado al grupo en cada entrenamiento y en cada uno de los vestuarios donde ha jugado y este martes, orgulloso entre sus manos, lo portaba el técnico gallego a la hora de hacer balance del curso.

Los datos hablan de un Helvetia que acabó la Liga, con mucho sufrimiento, en 13ª posición y con 22 puntos. A sólo dos de la promoción de descenso. Se salvó en la penúltima jornada en casa ante el Logroño La Rioja, en un partido que sirvió además para que la afición despidiese a dos emblemas del club: Carlos Chocarro e Ibai Meoki. Tensión, nervios y horas de sueño perdidas acompañaron al equipo navarro después de una temporada que este martes el director deportivo de balonmano, Carlos García, calificó de “muy dura” y a la vez “de un mérito terrible”. “Que el equipo no se haya roto y haya seguido con su identidad es digno de admiración”, sostuvo.

Pero si todos han sufrido, algo evidente, el que ha llevado una carga mayor ha sido sin duda Quique Domínguez. “He dormido menos que nunca”, reconocía el técnico. Porque las cosas, simplemente, no salían como quería. Como se trabajaban. “Nosotros empezamos con unos objetivos muy ambiciosos y potentes, y claramente no hemos sido capaces de cumplirlos en lo deportivo. A lo largo del año nos hemos ido alejando de ellos”, recordaba.

Quique Domínguez y su inseparable mano derecha, Pablo Galech. Javier Bergasa

Y lo que ha pasado es inexplicable, por muchas vueltas que se le ha dado. Partidos encarrilados, con amplias rentas, que acababan en derrota por la mínima tras una concatenación de errores. De dudas. Así pasó, por ejemplo, ante el Puente Genil en el mes de octubre. Uno de los encuentros que “nos hizo un daño horroroso”, puesto que se perdió por la mínima cuando, a falta de seis minutos para el final, se ganaba por cuatro goles. Algo similar ocurrió en un sinfín de choques: ante Cangas, Torrelavega, Cuenca, Ademar… Puntos perdidos en el último suspiro sin lógica aparente.

“Hay un dato curioso. El resultado que más se nos ha repetido en los primeros diez minutos de los partidos a lo largo del año, en 12 si no he contado mal, es un 7-3 a favor, 3-7 si jugábamos fuera”, explicaba Domínguez. “El equipo, en casi todos los encuentros, ha empezado entero, fuerte, convencido, dominando… También en el Palau y en León. Y la mayoría los hemos perdido por un gol. En las segundas partes es donde ha aparecido muchas veces la cara B que, inevitablemente, te va afectando y te va haciendo perder confianza y generando dudas”.

La receta para sobrellevar toda esa mochila ha sido clara: equipo. Así lo resaltó el entrenador del Helvetia, quien tiene claro que “esta temporada tan irregular no la hubiésemos solventado si no hubiese habido ese nivel de unión, de cohesión, de compromiso, de esfuerzo y de ayuda que hemos tenido”.

Dejarlo por escrito

Ese cuaderno que Quique Domínguez, hombre de letras, presentó a los suyos al arrancar el trabajo es donde se ha plasmado buena parte de esa unión. Ahí los jugadores y el cuerpo técnico han volcado por escrito todo lo que les iba sucediendo, todo lo que les preocupaba y querían compartir. La mayor parte de lo ahí reflejado se lo llevará el técnico gallego consigo, pero sí que quiso leer algunas reflexiones. Por ejemplo, aquel 28 de julio en el que alguien puso en grande y en verde: “Acojonante, el comienzo de un viaje inesperado”. O aquella vez en la que instó a los suyos a que expresaran cómo querían que fuese la campaña: “Inolvidable”, “agotadora”, “libre de lesiones” o “llena de alegrías y buenos momentos. Que aunque a veces haya baches, nos sepamos reponer y avanzar” fueron algunas de las frases. Sin olvidar, también, algunos momentos terribles, como el que alguien plasmó el 30 de agosto después de que Torriko recayese por tercera vez de su grave lesión: “Otra vez, me quedo helado en el entrenamiento. Esperemos que todo sea un susto. ¡Qué injusto! Ander Torriko, te queremos”.

“Sin duda, este es uno de los momentos que marca la temporada. No se puede tener más mala suerte y ser más buena gente. Es el mazazo más duro y esperemos que sea el último”, confesaba Quique Domínguez.

Aun con todo, el año del Helvetia Anaitasuna también ha estado marcado por alegrías muy bonitas, como los nacimientos de Enar Chocarro, hijo del capitán, y de Helena, hija de Arthur Pereira. “Tengo muchas ganas de que conozca La Catedral y de que sienta lo realmente bien que juega el equipo de su padre. Ya tenemos un anaitasunico más”, escribió Chocarro en el cuaderno por entonces.

Un refuerzo más

De cara a la próxima temporada, el reto que le espera al conjunto navarro es ingente. Sin el capitán ni Meoki, y con las bajas de Pereira y Joao Pinto, debe recomponer un grupo al que retornan el extremo izquierdo Adrián Ortiz y el central Aitor Albizu. El club está a la espera de un fichaje más, un primera línea que aporte experiencia a un esquema que se prevé joven. El reto no asusta a un Quique Domínguez que quiso dejar claro que cuenta “con el mejor cuerpo técnico”, que se siente “orgulloso” del trabajo que se hace en la cantera y que deseó que el entrenador del Ademar de León, Manolo Cadenas (que pasa por un momento delicado de salud), se recupere cuanto antes.