Antes de ganar sus cinco Tour consecutivos entre 1991 y 1995, Miguel Indurain tuvo que recorrer un trayecto de progreso para terminar convirtiéndose en el ciclista histórico que todo el mundo reconoce, y uno de sus primeros pasos como amateur fue ganar hace 40 años su primera vuelta por etapas, el Trofeo Radio Morancho.

Aún con 17 años y estido con el maillot malva, azul y blanco del Ciclos Larequi-CC Villavés juvenil, a las órdenes de Pepe Barruso, Miguel Indurain (Villava) consiguió la victoria en la clasificación general de una prueba que entonces se disputaba en tres fines de semana.

El Trofeo Radio Morancho tenía en su palmarés a ciclistas como Javier López Izkue o Jaume Vilamajó, nombres que ya estaban en el pelotón profesional cuando la ganó Indurain, y también dieron el salto al profesionalismo ganadores posteriores como José Antonio Casajús o David Cañada, entre otros.

Miguel Indurain recuerda con claridad su presencia en esas tres etapas que “eran en varios fines de semana y no eran seguidos”, además de que en esa época “no se corrían vueltas como las que hay ahora”.

“Era importante y diferente a lo que había y fue de las primeras carreras de una temporada en la que íbamos a conocer a los ciclistas aragoneses y a estudiar a los rivales, como ya hacíamos en las carreras del País Vasco. Queríamos conocer otros ciclismos. Eran las primeras salidas de Navarra que hacíamos desde que habíamos empezado en infantiles y cadetes”, explica.

“Además siempre estaba el tema del viento. Había que estar más atentos en carrera y también corrimos en unos cuantos circuitos”, rememora, de un año en el que en Aragón consiguió imponerse en varias carreras, como lo fue el Trofeo Fiestas del Pilar a final de temporada.

Aquel triunfo de Indurain en el Trofeo Radio Morancho lo vivió en primera línea Manuel Sancho, entonces directivo del Club Ciclista Aragonés, que organizaba ambas pruebas y conducía el coche que cruzó la línea de meta justo detrás del navarro.

“La tercera etapa del Trofeo Morancho fue un día de bastante cierzo que hizo que la carrera se rompiese pronto, y Miguel se escapó con Tomás López, que solo pudo seguir a su rueda, algo similar a lo que le pasó años después en el Tour con Bruyneel, camino de Lieja. López ganó la etapa pero Miguel se aseguró el triunfo en la general”.

El recuerdo para Sancho es muy vivo tanto por cómo lo hizo como por la figura internacional que terminó siendo Miguel Indurain. “No le importó mucho llevar a rueda a Tomás López y, como hizo tantas veces después, hizo lo que tenía que hacer sin aspavientos ni importarle lo que pasase”, afirma.

Ya en ese 1982, Sancho tiene claro que “los valores de Miguel ya estaban presentes y como ha demostrado a lo largo de los años ya existían. La seriedad, la tranquilidad, la deportividad que transmitía era extrapolable a lo que ofrecían muchas familias rurales de Aragón, muy parecido al entorno del que procede”.

“Con el paso de los años no sorprende lo que es Miguel Indurain porque haya habido un gran cambio, sino que lo único que hizo fue confirmar la primera impresión que nos dejó en aquel 1982”, rememora.

Aunque también reconoce que en aquel momento “nadie podía pensar que iba a llegar hasta donde llegó a pesar de la calidad que atesoraba”, ya que Sancho en su dilatada trayectoria en el Club Ciclista Aragonés había visto y vio años después a otros que llegaron a la élite ganar el Trofeo Morancho o la Semana Aragonesa.

El trofeo de vencedor del Morancho se entregaba en la cena social de final de temporada, habitualmente en el mes de diciembre, en la que Sancho apunta que “vino a recogerlo con su director (José Barruso) y nos sorprendió la metamorfosis que había tenido. Era más grande y más alto, se había transformado como persona, porque en marzo todavía parecía un juvenil y en diciembre se veía que estaba desarrollando un físico con un potencial tremendo”.

“Era muy respetuoso, serio, reflexivo, humilde. Los ladrillos de lo que iba a ser su carácter y como persona ya los tenía puestos, en otros anticipas que pueden ser otra cosa, pero Miguel ya los tenía puestos”, insiste.

“Indurain tenía una seguridad tremenda. Ni en los mejores sueños pensamos que iba a ganar cinco Tour, pero siempre le hemos seguido y sus victorias eran como si fuera de casa”.

Desde el otro lado del océano, en 1982, dos ciclistas chilenos, Mario Hurtado y Gustavo Brunet, pasaron la temporada de verano en Aragón donde coincidieron en unas cuantas pruebas con Indurain y en algunas de ellas incluso consiguieron la victoria.

Gustavo Brunet, en la actualidad afincado en Mallorca con su familia, comenta: “Cuando Indurain ganó su primer Tour no me lo podía creer, aunque en juveniles ya se hablaba de él en el pelotón por su fortaleza. Pero parecía apuntar a ser más un velocista o un rodador que lo que terminó siendo”.

Un recuerdo que tiene absolutamente vívido es el de una carrera de la que no recuerda el lugar en la que iba escapado junto al navarro “y se puso a bajar y trataba de seguirlo. Nunca lo pasé tan mal en una bajada como aquel día... Como deportista “me queda el orgullo de saber que corrí con Miguel Indurain”.

OTROS RECUERDOS DE ARAGÓN

Otra victoria especialmente significativa de Induráin en Aragón es la que logró a finales de agosto de 1982 en Borja, en un circuito bastante enrevesado y en el que recibió la copa de manos del alcalde de la localidad, el olímpico Luis María Garriga. En aquel momento, Garriga lo había sido todo en el salto de altura –primer español que voló por encima de los dos metros y olímpico en Tokio y México–, mientras que la historia de Indurain todavía estaba en sus primeros bosquejos en el mundo de la bicicleta. “Lo hemos recordado varias veces cuando hemos coincidido, casi siempre en el Comité Olímpico Español”, comenta Indurain de un hecho del que hay constancia gráfica.

“He corrido bastante en Aragón, tanto en juveniles y aficionados como en profesionales”, comenta sobre su paso por las carreteras aragonesas porque en ellas también logró otra vuelta en la categoría amateur, la Semana Aragonesa.

“En aquella época había muchas carreras en Aragón pero ahora lleva unos cuantos años que no hay muchas”, dice.

Ya en profesionales, Aragón solía ser en sus primeras temporadas el punto de partida para la pretemporada en la que el Balneario de Panticosa era el epicentro en el que todos los componentes del equipo Reynolds, en aquel momento, coincidían para empezar la preparación física.

“Fuimos dos o tres años en pretemporada a Panticosa a los baños termales y hacíamos lo que se hacía entonces empezar a entrenar con gimnasia, actividad física, esquí de fondo, salidas al monte y también jugar al fútbol de manera suave”, comenta.

De la Vuelta a Aragón, “la corrí varios años”, también guarda un excelente recuerdo aunque: “Siempre me quede fuera del podio por poco y una me la quitó Escartín que estaba muy bien y no pude sacarle tiempo en ningún sitio. Era una carrera peculiar tanto por la montaña como porque siempre soplaba viento. Y recuerdo que gané una contrarreloj en Barbastro”.

También le dio para antes de alcanzar la élite, vivir algún que otro “mal recuerdo, porque en un campeonato de España de crono por equipos de 100 kilómetros (se celebraron dos seguidos en 1983 y 1984 con salida y llegada en Zaragoza) en el que hubo mucho viento y calor y se hizo larguísimo”.

Otras presencias de Indurain por tierras aragonesas, además de haber pasado “por diferentes sitios con la Vuelta a España”, fue su presencia en un evento en el Príncipe Felipe con bicicleta de montaña o estos últimos años en las marchas cicloturistas Quebrantahuesos, donde también ha sido homenajeado, o en la Sesé Bike Tour-

Y otra vez, ésta sobradamente conocida, es que el gran golpe de gracia en la que terminó siendo su primera victoria en el Tour tuvo su arranque en Jaca. “Entonces el Tour no salía mucho de Francia y la llegada a Jaca fue como hacerlo en casa. Fue todo un evento. Es un recuerdo muy bonito porque al día siguiente en la etapa Jaca-Val Louron conseguí mi primer maillot amarillo”, rememora. Y el resto es historia.