Disipada la niebla, el velo entre blanco y ceniciento de la humedad de las cumbres que bendijeron a Jay Vine y vistieron de rojo a Evenepoel, el sol se elevó en el cierre asturiano. Del contraste emergió el arcoíris de la Vuelta, Alaphilippe, que consideraba que la jornada era un buen test para el líder. Evenepoel obtuvo el cum laude en Les Praeres, donde certificó su incontestable dominio en la Vuelta. Nadie tose al belga, que empequeñeció a Mas, Roglic, Carlos Rodríguez y Ayuso. Observan con prismáticos al belga, que se examina a diario.

Es su rutina. Más si cabe cuando estrena estatus. Novicio. Se desconoce cuál es el límite del belga, mutante tras alterar su programa de entrenamiento para acometer las exigencias de una carrera de tres semanas con el objetivo de ganarla, un viaje hacia los límites del agotamiento, la competitividad y la resistencia. Evenepoel busca su techo. Entre los tejados de la Vuelta nadie vuela más alto que Evenepoel, un cohete.

ETAPA PARA MEINTJES

En Les Praeres, un rocódromo, un puerto donde no es descartable volcar por la locura de sus rampas, que frisan el 24% y que se suben a gatas, balbuceando, reptando, Evenepoel, una trituradora, alzó los cuellos y mostró el mentón, elevado. Rojo pasión para su liderato. El belga, con pose de rodador, atornillado al sillín, sentó al resto en el paredón asturiano, donde la victoria la agarró Louis Meintjes, procedente de la fuga.

El líder hizo claudicar a sus opositores en una ascensión imposible, de muro en muro, entre el asfalto viejo, el cemento rayado y la arena. Gladiador. Evenepoel decapitó con el filo de la ambición la sombra de Mas y retrató los apuros de Roglic, que se sostuvo como pudo. Carlos Rodríguez y Juan Ayuso, los ciclistas emergentes, los imberbes, también tuvieron que rendirse ante la evidencia.

A la poesía se le impuso la prosa lacónica y marcial. Solo el maillot, abierto, descamisado Remco, a pecho descubierto, le configuraba aspecto humano. Era una bestia el belga, que quiere seguir el rastro de Eddy Merckx, que señaló como heredero a Pogacar. Ningunea Merckx a su compatriota tal vez por ese aire de altivez y prepotencia que gasta Remco, el niño prodigio. Evenepoel, desatado, es un pequeño caníbal.

RITMO ASFIXIANTE

Un devorador de hombres. Se alimenta de la voluntad de sus rivales. En Les Praeres, una cima donde subir de rodillas, emergió el paso implacable de Evenepoel, una corbata que aprieta los gaznates y lastra con plomo las piernas. Coceó el líder con furia y determinación para desdibujar a sus perseguidores, que se deshilacharon en medio del brutalismo.

Todos ellos perdieron las silueta del belga cuando este elevó la voz en las entrañas de Les Praeres, una sala de torturas. Impuso Evenepoel su discurso machacón. Simple pero convincente. Un mitin de realismo. Su cadencia profunda aró una subida en la que recogió una magnífica cosecha.

GRAN RENTA

Logró 33 segundos de ventaja respecto al genial Ayuso, 45 con los resistentes Mas y Carlos Rodríguez, y 52 con Roglic, el campeón que no se deja. El hombre delgado que no flaqueará jamás. El belga descansará en los aposentos más lujosos de la Vuelta con una renta formidable. 1:12 sobre Mas, 1:53 con Roglic, 2:33 con Carlos Rodríguez y 2:36 con Ayuso. En Les Praeres, Evenepoel acercó la Vuelta a Bélgica a zapatazos.

Les Praeres y su tremendismo fue una mesa de autopsias en las que escudriñar los recovecos de los favoritos antes de la jornada de descanso y el traslado desde el norte hasta el este, donde el reloj marcará, con una crono llana, el sino de la carrera. La veleta señala a Evenepoel, que retomará la competición en su paraíso, una contrarreloj pura. Sin edulcorantes.

Un banco de pruebas donde desarrollar el caballaje de su potencia. Le sobra al belga. En ese territorio puede certificar una Vuelta que lleva impresa su nombre cuando aún no se ha alcanzado el meridiano de la carrera. Da la impresión de que a Evenepoel solo le queda dar el golpe de gracia tras el destrozo en la montaña. Lo que se suponía su punto débil es su fortaleza. Disfruta subiendo.

LA FUGA TRIUNFA

Evenepoel, por decoro, dispuso a sus hombres a gestionar el escaso interés por la fuga de la que salió el triunfo de Meintjes. Battistella, Zambanini, Van Baarle, Meintjes, Conca, Janssens, Stannard, Diaz Gallego y Guglielmi transitaron unidos por el Alto del Torno, el Mirador del Fito y el Alto de la Llama para tomar La Campa, donde todo era molicie. Ninguna chispa prendió. El entendimiento sin fisuras comenzó a resquebrajarse entre los huidos. Battistella y Janssens se agitaron. En el retrovisor el paisaje permanecía inalterable, el horizonte era un fundido a negro. No por el día, espléndido de luz, el cielo teñido de celeste y las montañas con el resplandor de la hierba para darle un aspecto bucólico a la última cena.

Nadie quería dispersarse porque el paredón de Les Praeres, una cuesta de cabras donde todo transcurre a cámara lenta, daba miedo. Compartir la inquietud genera bienestar, aunque la sensación de control sea impostada. Una invitación al calvario y a la crucifixión. Landa desconectó. Vendrán mejores días. Soler le acompañó. Se adentraron en el infierno Janssens y Battistella. Se acompañaron en la pena. Meintjes, escalador, recuperó terreno y se subió a la victoria equipado con crampones y piolet. Alaphilippe tiró la puerta de un empujón. Cayó en tromba el campeón del Mundo. Tormenta de verano.

UNA SUBIDA AGÓNICA

Descargó Evenepoel. Tiritó Roglic. Mas se sujetó a su rueda como pudo. Espejismo. Precario equilibrio. Las rampas, crueles, flirteando por encima del 20%, alimentaban de energía a Evenepoel, una caldera en combustión que se desprendió de las sombras. Las fue quemando en una ascensión ardiente. Roglic, al que le cuelga un colgante que recuerda su pasado de saltador de esquí, se estrelló en la impotencia. Saltó hacia atrás.

Tuvo que buscar su ritmo para no desprenderse del todo. Mas, que se subió a la percha del líder, se deshilachó después. Demasiado ritmo. También Ayuso, valeroso. Carlos Rodríguez, más prudente su cambio de ritmo, también tuvo que replegarse. Evenepoel, aerodinámico incluso en la montaña, planchado sobre su bici, se comió a mordiscos Les Praeres tras devorar a sus rivales. Evenepoel emula a Merckx.