El día, casi entrada la tarde, a la hora de comer, perfiló desde Orihuela, donde vino al mundo el poeta Miguel Hernández, hasta Pilar de la Horadada, que es un municipio nuevo a efectos administrativos. La tierra es vieja, también la historia, pero los papeles del pueblo apenas cuentan algo más de tres décadas como ente independiente.

La Vuelta femenina también es novicia, por vez primera bailando sobre siete etapas, un logro extraordinario que se festeja todos los días. En ese ecosistema, Charlotte Kool abrazó el triunfo ante Marianne Vos, que heredó el liderato de su compañera Anna Henderson, en el esprint que remató la segunda etapa de la carrera. Alba Teruel, del Laboral Kutxa, fue sexta en meta.

Kool, rapidísima, tuvo que mostrar lo mejor de su catálogo para agarrar una victoria compleja de las entrañas de Vos y Dygert, que buscó el efecto sorpresa anticipando el esprint. A punto estuvo de voltear el destino.

La maniobra, punzante, abrió una brecha que Kool, potente y veloz, pudo suturar a tiempo. Así cosió un triunfo magnífico en un esprint eterno. “Ha sido muy, muy largo”, dijo. Kool soportó la tortura y descontó a Dygert y finalmente a Vos.

Se mostró risueña y feliz tras el laurel la neerlandesa. A Vos se le escapó la victoria, pero no el liderato de la Vuelta femenina. La neerlandesa, una de las mejores ciclistas de la historia, se vistió de rojo, la bandera de la carrera. Las favoritas comparten la misma baldosa. Cerca las unas de las otras. Entre Vos y Gaia Realini hay 23 segundos. Entre medias, Niewiadoma a 7, Van Vleuten, a 18 y Vollering a 20.

Laboral Kutxa y Bizkaia-Durango

En el segundo amanecer de la carrera se trazó una línea entre paisajes del oeste, cabalgando el pelotón sobre un recorrido de algo más de 100 kilómetros. Yurani Blanco, Anais Soto, Andrea Casagranda y Coralie Demai compartieron aventura hasta el meridiano de la etapa.

Blanco, del Laboral Kutxa, y Soto, del Bizkaia-Durango, dieron presencia a los equipos vascos, a los que les separa un continente de las formaciones Women’s World Tour, donde se asoman las ciclistas más intimidantes.

Valientes, obstinadas y valerosas, en lugar de resignarse, eligieron luchar y dejar su impronta aunque sabían que aquel era el viaje a ninguna parte. Soñar es libre.

Aún no se debe pagar por ello, pero quién sabe que ocurrirá con las supertecnológicas y la inteligencia artificial acechando los rincones del pensamiento humano. Tal vez los sueños tengan cookies y publicidad individualizada por culpa del algoritmo de la imaginación.

El día en el que la lógica y la prosa de la realidad nuble la imaginación y el deseo por hazañas imposibles, nada quedará por lo que luchar. Las fugadas eligieron la poesía y los sueños locos. Sentirse vivas.

El cuarteto habló el mismo lenguaje, el del entusiasmo, pero en el pelotón nunca les dieron demasiado sedal. Siempre las tuvieron en el radar y en la tabla de Excel. Los asientos contables ocupan más espacio que los sillines de la libertad.

Pelea por las bonificaciones

De esa fuga, Soto y Casagranda se desgranaron ante el mayor empuje de Blanco y Demai, que acumularon más paisajes en su cuentakilómetros, si bien conocían que su destino no sería muy diferente al de sus colegas. Simplemente sedimentaron más recuerdos.

Con el esprint bonificado ejerciendo el efecto llamada, se alarmó el pelotón, en guardia. Femke Markus y su hermana, Riejanne Markus, y Chloe Dygert rascaron las bonificaciones.

Tocaba mirar al primer alto de la carrera, el único del día, en un terreno quebrado y ondulado. En el puerto de Rebate, apenas un entrante de cuarta categoría, se agitaron algunas de las mejores a modo de esgrima.

Tomándose las medidas. Retándose y amagando. Un acto ceremonial, protocolario. Finalizada la escasa ascensión, el pulso amainó a la espera de armar un final que olía a la pólvora del esprint.

Aproximación al esprint

El DSM marcaba la columna para Charlotte Kool entre cunetas de invernaderos, el mar que también baña Alicante. Demi Vollering no quiso perder detalle. Nunca se sabe en las aproximaciones de las ecuaciones que exigen tanta adrenalina.

Gastó algo de energía la neerlandesa, que con la maniobra se comió algo de viento. Era su modo de protegerse. La velocidad siempre provoca situaciones de riesgo. El esprint, a pesar del caos que siempre impregna las llegadas con frenesí, parecía encauzado. Dygert tenía otra idea.

La estadounidense rompió el patrón a través de la improvisación. A 500 metros del final atacó con saña. A punto estuvo de abrir la caja de caudales. Kool y Marianne Vos, el mito de las más de 200 victorias, se apresuraron porque Dygert se empeñó a fondo.

Le faltó algo de espuma a Dygert, más burbujeantes las neerlandesas, que apretaron hasta apagar la rebelión en un esprint largo, casi eterno. Kool, la más rápida, remontó a Vos a todo velocidad. El rayo que no cesa.