En los dominios del río Po, por donde rodó el Giro desde Modena a Viadana, ponía ladrillos y cemento Learco Guerra, hijo de un albañil. Un peón más que aprendió el oficio de su padre en la Italia de entreguerras del pasado siglo.

Ese trabajador anónimo se elevó al Olimpo del ciclismo años después. La locomotora humana le dijeron por su energía para rodar. A velocidad de tren expresó llegó el esprint a Viadana, donde Olav Kooij batió a Van Uden y Ben Turner.

Kooij se subió al mejor vagón del tren bala que conducía Van Aert, perfecta su aproximación, excepcional su lanzamiento a la victoria de su compañero en Viadana en una jornada diseñada para un final fulgurante, entre rayos. En ese ecosistema, Del Toro rascó dos segundos en una bonificación para su causa rosa.

No se sabe con el líder, que la víspera pidió perdón por su arrancada, Gianetti, el patrón del UAE pareció regalarle, y al día siguiente se apresuró con otro movimiento. En busca del dominio en el seno del equipo, el diálogo entre Del Toro y Ayuso no parece el más fluido.

Van Aert, reanimado tras su laurel en Siena, condujo de la mano a Kooij para triunfar. En Nápoles, días antes, Van Aert se precipitó en el lanzamiento, tiró demasiado fuerte, y Kooij perdió su rueda . Esta vez, el belga advirtió a Kooij con una orden clara. El neerlandés respondió de inmediato al mandato del belga. Van Aert, soberbia la figura, se lo metió en el bolsillo y cuidó de él. "Solo Wout puede hacer esto", dijo el vencedor, agradecido. Le debe una a su compañero.

Cuando el belga, completada la aproximación, se echó a un lado, surgió Van Uden para presentarse con un esprint lejano, su modalidad. Kooij advirtió la maniobra de su compatriota, se agrupó en su carenado y le rebasó con una aceleración limpia y fluida tras el regalo de Van Aert. La figura de Learco Guerra solo se entiende a través de un obsequio que cambió su vida.

Nacido en San Nicolò Po en 1902, una localidad al lado del Po, el río de la vida quiso que Learco Guerra fuera uno de los grandes mitos de Italia. Learco Guerra era un muchacho como otros tantos de aquel pequeño pueblo que se distraía jugando. Perseguía el balón y montaba en bici, prestada, cuando podía.

Fue el delantero centro del Aurora, el equipo del pueblo. A su padre, las habilidades de su hijo no le impresionaban. Mandaba la supervivencia y el tajo. Su progenitor le enseñó el oficio de albañil mientras Learco seguía dando pedales de prestado en competiciones locales, en carreras de pueblo y en fiestas populares que distraían a la gente.

El regalo que cambió su vida

Las bicis servían para el trabajo, pero también eran vehículos para los sueños y el goce. Gino Ghirardini, el mejor amigo de Learco Guerra, intuyó el potencial de Learco para ser ciclista. Logró que cumpliera su deseo.

A los 26 años le sorprendió con un regalo impagable: una bicicleta de competición, un maillot del Maino, uno de los grandes equipos de la época, y la inscripción en la Milán-San Remo de 1929.

Ghirardini, de familia acomodada, engañó a Learco con una mentira piadosa. Le hizo creer que el material y la inscripción partían del propio equipo, que pretendía hacer una especie de prueba a ciclistas independientes durante el Monumento italiano.

Learco se subió a la Primavera con todo el entusiasmo propulsando su alma. La clásica, durísima por las condiciones, cribó el pelotón. Se amontonaron los abandonos. Acabó con todos los ciclistas del Maino retirados, rotos por la exigencia. Learco Guerra, ajeno a todo, concluyó en 17ª posición.

El patrón del Maino, que tronaba por la retirada de sus corredores, encontró al final a alguien con el maillot del equipo. Learco Guerra, exhausto, derrengado por el esfuerzo, trataba de recuperar el aire.

Es entonces cuando el director del Maino descubre el anonimato de Learco Guerra. Un desconocido absoluto. La careta de la mentira de Ghirardini cayó.

Del Toro, líder del Giro. Efe

Learco Guerra descubrió que había sido el dinero de su amigo el que le había convertido en ciclista. El jefe del Maino lo incorporó a su equipo. Learco Guerra, de 26 años, se convirtió en profesional. Se ganó el apodo de La locomotora humana.

Un sensacional palmarés

Ni la tardanza en ser ciclista le imposibilitó ser uno de los mejores ciclistas de la historia. Una estrella. Guerra de carácter amable, era cercano a la afición, que no tardó en tratarle como un ídolo.

Guerra fue el primer hombre que vistió la maglia rosa en 1931, instaurada ese año por La Gazzetta dello Sport, que decidió que la prenda que distinguiera al líder de la carrera vestiría del color de las páginas del diario.

El italiano conquistó el Mundial en 1931, que consistió en una contrarreloj en pista de 172 kilómetros. Guerra, coetáneo de Alfredo Binda, celebró 31 etapas del Giro, carrera que coronó en 1934. Además venció la Milán-San Remo y Il Lombardia. Fue dos veces segundo en el Tour, en 1930 y 1933. En la carrera francesa venció ocho etapas.

Dejó el ciclismo después de 13 exitosas campañas. Continuó su carrera como director. Más tarde montó una fábrica de bicicletas y presidió el equipo de fútbol de su pueblo. Cerca de allí, Van Aert, como en su día hizo Gino Ghirardini, abrió un regalo para su amigo. "Solo Wout puede hacer esto". Kooij honra a Learco Guerra.