El Tour fijó el primer reloj en la crono de Caen, cerca de las playas del desembarco de Normandía, que recuerdan el día D de la Segunda Guerra Mundial. Allí cambió la Historia. A unos kilómetros de esos arenales, se contó otro episodio de la Grande Boucle, que establece el parámetro de la gloria en la historia del ciclismo.
El reloj, mecanismo diabólico, juez insobornable, exigente y puñetero, eligió la dictadura de Tadej Pogacar, pintado de amarillo, su color. En Caen se inició la cuenta atrás para los fastos de París.
De negro, enlutado, con el rostro sin marco, la crono contó la pena de Jonas Vingegaard, que perdió 1:05 respecto a Pogacar. Un desplome absoluto. DEP el Tour, que sonríe sin disimulo a Pogacar, el ciclista total. Muerto el Tour, larga vida al rey Pogacar.
Solo un ultraespecialista como Remco Evenepoel, bicampeón del Mundo y olímpico, pudo con él en Caen. Apenas le aventajó en 16 segundos. El belga es segundo en la general, a 42 segundos del esloveno mágico.
Pogacar, en otra de sus exhibiciones, se subió de un respingo a la Luna. Vingegaard cayó al fondo del abismo, sin rastro de la crono que concretó en el Dauphiné. En la tierra sagrada del Tour, Pogacar crucificó a Vingegaard. “El tiempo es un problema, un tembloroso y exigente problema, acaso el más vital de la metafísica; la eternidad, un juego o una fatigada esperanza”, escribió en Historias de la eternidad Jorge Luis Borges.
A la eternidad viaja Pogacar en un Tour que parece moribundo, sin hilo de vida después de que el esloveno sepultara segundo a segundo al danés, lejos del campeón del Mundo y de sí mismo.
Pogacar, nuevo líder
Eso le condenó ante Pogacar, el asesino con cara de niño. Tadej the Kid. Ángel exterminador, sometió con descaro al danés, al que adelantó Evenepoel e incluso un sorprendente Vauquelin en la general. Pogacar brilla como el sol, que derritió a Vingegaard, a 1:13 del fenómeno esloveno, más cerca de París. En realidad nada de aspecto humano parece que pueda hacerle descarrilar camino de su cuarto título. El Tour será lo que quiera Pogacar o no será.
Evenepoel, casco dorado, bici áurea, montó un plato de 64 dientes para dispararse al espacio con un crono imposible: 36:42. Irrebatible incluso para el emperador Pogacar, de lunares rojos, que prefirió una catalina con dos dientes menos, pero alimentó su canibalismo devorando a Vingegaard, al que desangró en una crono tempestuosa para el danés, lejos de su mejor versión. Pogacar envió al danés al diván.
El esloveno logró una renta de 1:05 segundos respecto a Vingegaard, brumoso de principio a fin. El Tour se abrazó a Pogacar, que regresó al amarillo que dejó el pasado curso colgado de una percha en Niza. Lo lucirá desde Caen y quién sabe si posará otra vez en París con él. Desde las playas del desembarco del Normandía, Pogacar veía el Arco del Triunfo. A Vingegaard se le atragantó el reloj de arena.
Antes de que se despejara el Tour, de que los mejores asaltaran el crono, Affini percutió con el mejor tiempo durante varias horas. Marcó un registro de 37:15 para recorrer los 33 kilómetros de una contrarreloj sin contratiempos, plana, ideal para desarrollar la potencia entre pequeños pueblos y campos de trigo que se peinaban con el ulular de las prisas y los ruedas lenticulares que cortan el viento.
Humanoides que se relacionan con el dolor y el sufrimiento a través de la tecnología. Todo para ganarle tiempo al tiempo, para comprimirlo como si se tratara de una cuestión metafísica. Retorcidos los cuerpos sobre unas monturas de ángulos imposibles que obligan a plancharse sobre un caballo de tortura. Las ruedas lenticulares establecen un sonido peculiar que sirve como banda sonora.
Tour de Francia
Quinta etapa
1. Remco Evenepoel (Soudal) 36:42
2. Tadej Pogacar (UAE) a 16’’
3. Edoardo Affini (Visma) a 33’’
4. Bruno Armirail (Decathlon) a 35’’
5. Kévin Vauquelin (Arkéa) a 49’’
6. Florian Lipowitz (Red Bull) a 58’’
7. Iván Romeo (Movistar) a 1:02
8. Joao Almeida (UAE) a 1:14
93. Ion Izagirre (Cofidis) a 4:27
97. Alex Aranburu (Cofidis) a 4:31
General
1. Tadej Pogacar (UAE) 17h22:58
2. Remco Evenepoel (Soudal) a 42’’
3. Kévin Vauquelin (Arkéa) a 59’’
4. Jonas Vingegaard (Visma) a 1:13
5. Matteo Jorgenson (Visma) a 1:22
6. M. Van der Poel (Alpecin) a 1:28
7. Joao Almeida (UAE) a 1:53
8. Primoz Roglic (Red Bull) a 2:30
35. Alex Aranburu (Cofidis) a 8:21
61. Ion Izagirre (Cofidis) a 14:18
Extraordinario Evenepoel
Affini completó el trazado a una media de 52,7 kilómetros por hora. Todo lo derribó Evenepoel, de menos a más, encapsulado como un puño contra el viento, hasta pulverizar el registro del italiano, a 53,9 kilómetros por hora de media. Un disparate. Pogacar rodó a 53,5 km/h. Vingegaard, 13º, superó los 52 km/h a duras penas.
Eso hundió al danés ante dos colosos capaces de derribar gigantes. La caída para Vingegaard fue muy dura. Es un campeón de cuerpo entero, pero será complicado que se reponga del K.O. en un terreno que le emparejaba al esloveno. En el quinto asalto, al Tour se le ha desconchado la emoción, que cogerá polvo en la oficina de objetos perdidos salvo milagro.
Caen estableció el plató de una comedia de acción para Pogacar. Fue un drama para Vingegaard. En la autopsia del reloj pasearon distintos modelos de cascos, a cada cuál más extraño, pero la clave no está en los diseños de los bacinetes.
Es el cuerpo, la capacidad de mantener la postura, de no descomponerse, lo que establece las diferencias. “Se habla mucho de los cascos, pero en una crono cuenta mucho más la posición del ciclista, que es la superficie más grande que incide contra el aire”, destacaba Aritz Arberas, uno de los preparadores del Lidl.
Esa misma idea la trasladaba Iván Velasco, responsable de la gestión de datos, aerodinámica y materiales del Movistar. “Si desgranamos el total de datos, diría que el 85% de importancia para una crono reside en la postura del corredor. El casco es un elemento que puede suponer una mejoría, como el cuadro, las ruedas o la ropa. Pero lo verdaderamente importante es la postura. Es lo fundamental. La base es la postura y la potencia que puedes desarrollar”.
En las cronos se descarga todo el arsenal de cálculos matemáticos, álgebra, el Big data, los Excel, los simulacros en el túnel del viento, la trigonometría y la interpretación de los datos a través de potentes ordenadores. La ciencia aplicada al extremo para un especialidad que parece una asignatura de ingeniería aeroespacial.
Se enfundan los ciclistas en una segunda piel de tejidos técnicos, tan ajustada, que parece la propia y protegen la mirada con cascos alucinantes y pantallas que les cubren medio rostro a modo de astronautas, de seres venidos de otros planetas en bicis siderales, de carbono, de última tecnología y formas extrañas.
Hundimiento de Vingegaard
En Caen la ecuación versaba sobre potencia y aerodinámica. Un éxito para el esloveno, una pesadilla para el danés. En el primer paso cronometrado, Pogacar aventajaba en 14 segundos a Vingegaard. En el segundo poste, las diferencias se abrieron más hasta que en meta el Tour rindió honores a Pogacar, un ciclista metahumano que no conoce límites. Para entonces, Evenepoel estaba fuera de órbita.
En ese ecosistema del milímetro, de sillines recortados, de buscar las ganancias marginales a través de la postura, de la banda de rodadura de la rueda, de los yelmos que deslizan el viento, que lo acarician y no molestan, los ciclistas calientan sobre el rodillo con los auriculares puestos y ventiladores aligerando el aire, refrescándolo pulverizando agua.
Mantener la temperatura corporal es uno de los preceptos del nuevo ciclismo. Los tres se pusieron chalecos de hielo antes de desabrocharse. De la rampa salió como un cohete Evenepoel. Congelado se quedó Vingegaard. Pogacar se posó en el Sol. Desde allí reclama el Tour.