Pensamiento computacional en las aulas: claves para enseñar a pensar mejor
¿Pensamiento computacional? Tranquilos, no es meter robots en las aulas ni convertir a los profesores en programadores. Es enseñar a pensar paso a paso, a resolver problemas con orden y lógica. Una herramienta que puede transformar la forma de aprender... sin miedo y sin pantallas
Cuando los docentes escuchan que la Ley de Educación quiere introducir el pensamiento computacional en todos los niveles educativos, muchos levantan la ceja. No es para menos: la palabra computacional suena a pantallas, cables, robots y líneas de código incomprensibles. Pero no. Esta vez no estamos hablando de meter más tecnología en las aulas, sino de enseñar a pensar mejor. Y eso, más que un reto, es una oportunidad.
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El pensamiento computacional no es programar. Es aprender a resolver problemas dividiéndolos en partes más pequeñas, encontrando patrones, dando instrucciones precisas, corrigiendo errores, y buscando soluciones creativas. Es enseñar a pensar paso a paso, como cuando seguimos un mapa del tesoro, cocinamos una receta o montamos un mueble de Ikea. Si se salta un paso, no funciona. Si algo no sale, se prueba otra vez. Y eso es exactamente lo que se espera de los estudiantes del siglo XXI.
Juegos sin ordenador
No hace falta un ordenador para enseñar pensamiento computacional. Basta con proponer juegos que impliquen ordenar secuencias, reconocer patrones de colores o construir rutas sencillas. Podemos usar fichas, cuentos, juegos de mesa o actividades de lógica.
Puede ayudar a entender cómo se estructura una narración, cómo se resuelve un problema matemático o cómo se analiza una reacción química. Es una forma de pensar ordenada, precisa y creativa, que no sustituye a los contenidos, sino que los enriquece .Ya no se trata solo de seguir instrucciones, sino de diseñarlas. De crear modelos, hacer simulaciones mentales, evaluar resultados y aprender del error. Exactamente lo que se necesita para enfrentarse al mundo real.
Cómo aplicarlo
La LOMLOE propone introducir esta forma de pensar de manera transversal. No es una asignatura más. Es una forma de trabajar las que ya existen desde otra mirada. Todo eso puede aprovecharse para introducir pensamiento computacional sin que los profesores sientan que deben reinventarse como programadores.
El problema, quizás, es de enfoque. Llevamos años asociando lo computacional con la informática pura, y eso asusta. Pero si cambiamos el término por pensamiento ordenado, la reacción cambia. ¿Quién no quiere que sus alumnos aprendan a pensar mejor, a organizar sus ideas, a resolver problemas de manera eficiente?
Hace falta una revolución metodológica. El pensamiento computacional no es la meta, es el camino. Y en ese camino, no hace falta tener miedo: hace falta tener ganas.
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