Desde hace un tiempo, la edad de inicio de la pubertad, que se situaba desde los ocho años en las niñas y los nueve años en los niños, se está adelantando, especialmente en el caso de las niñas, en las que se ha producido un adelanto de entre uno y dos años desde principios del sigo XX. También se ha visto esta precocidad en los diferentes hitos de la pubertad, como la telarquia o botón mamario (inicio de la formación de las glándulas mamarias) y la menarquia o primera menstruación. Este fenómeno puede aumentar la probabilidad de tener problemas de salud mental, enfermedades cardiometabólicas e incluso cáncer en etapas posteriores de la vida.

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El estudio

Un estudio encabezado por la doctora Barbara Cohn, del Instituto de Salud Pública de Berkeley en California, apunta a la exposición a sustancias químicas ambientales capaces de alterar el sistema endocrino como uno de los factores que contribuyen a adelantar la pubertad.

El grupo de investigación de Berkeley analizó los datos del Estudio sobre la Salud y el Desarrollo Infantil, que recogió muestras de sangre de tres generaciones para medir la exposición a distintos contaminantes ambientales. Se analizaron 250 parejas, 247 niñas nacidas en torno a 1963 y 139 niñas nacidas en torno a 1990.

Los resultados mostraron que la edad de la primera menstruación era estable entre madres e hijas, pero se adelantaba un año entero en la tercera generación. A través del análisis de diversos marcadores sanguíneos, se observó que esta antelación estaba relacionada con la presencia en la sangre, tanto de las madres como de los padres, de sustancias químicas-disruptoras endocrinas.

La novedad que diferencia a este trabajo de otras investigaciones es que destaca el efecto intergeneracional de la exposición a sustancias químicas en la menarquia, no solo la exposición directa o materna. Este adelanto refuerza la hipótesis de que los factores ambientales no solo afectan a quienes están expuestos, sino que sus efectos se pueden transmitir e incluso amplificar en generaciones futuras.

La exposición a químicos puede afectar a la salud de las generaciones posteriores. Freepik

Implicaciones de la investigación

El estudio señala la exposición a un conservante habitual en productos de higiene y alimentos, el fenoxietanol, como uno de los químicos cuya exposición en ambos padres (con más influencia del padre) se relaciona con una pubertad precoz.

“Se trata, por tanto, de uno de los primeros estudios poblacionales que ponen de relieve el papel de las exposiciones del padre y del abuelo en el desarrollo reproductivo de sus hijas y de sus nietas, respaldando el papel de la herencia epigenética”, señala Mariana F. Fernández Cabrera, catedrática de la Universidad de Granada, en Science Media Centre España.

Como indica la investigadora del departamento de Fisiología en la facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad de Extremadura Cristina Carrasco Romero, este estudio puede ser importante porque abre una vía de investigación sobre salud femenina y exposiciones ambientales heredadas y “podría tener implicaciones relevantes en políticas de salud pública, en relación con la alarmante exposición actual a disruptores endocrinos de la que viene alertando la comunidad científica en las últimas décadas”.

Es muy importante reducir la exposición a sustancias químicas que alteran el sistema endocrino para evitar problemas de salud, no solo en quienes se exponen a dichas sustancias, sino también en sus descendientes. El efecto de estos químicos se mantiene a largo plazo, por lo que no es suficiente con evitar exponerse a ellos durante la concepción o el embarazo, se debe reducir la exposición siempre en la medida de lo posible.