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Fin de ciclo

Fin de ciclo

¡qUÉ tiempos aquellos! en los que el fútbol era deporte nacional y la única cadena de televisión existente se pegaba fielmente a los intereses de la selección y clubes y suministraba las imágenes como alimento espiritual para una sociedad atada de pies y manos por el régimen del general Franco, dictador que manejaba la televisión para sus intereses políticos, sociales y hasta culturales. Poder ver fútbol era casi un derecho fundamental. El paso a la transición con la llegada de las televisiones privadas y autonómicas amplió la importancia de los derechos televisivos para competir en el mercado en abierto de los partidos de la que se autodenomina liga de las estrellas. El fútbol y sus retransmisiones constituían un derecho universal e inalienable de todos los ciudadanos del estado español. El Congreso de los Diputados llegó a legislar los partidos que obligatoriamente había que ofrecer en abierto, ante la presión de los operadores de ir metiendo al fútbol y su consumo televisivo en vía de pagar por ver. Es el fin de un ciclo y ver fútbol ya no es derecho compartido, sino capricho de aficionado que deberá pagar al elegir un partido. Se acabó fútbol para todos y se abre paso pasar por taquilla para seguir los aficionados colores. La sociología estudiará un día este ciclo, que ya termina, del balón como tótem nacional al fútbol como un mero negocio sustentado sobre los derechos televisivos, que son quienes pagan los fichajes millonarios. El fútbol ya no es opio para el pueblo suministrado a través del medio; el binomio fútbol/televisión ya no soporta valores que definen una sociedad. Aquella liturgia del españolito y el balón que rueda se ha quedado en operación financiera para mover millones. Se acabó la mística, es la pasta, ¡imbécil!. La próxima temporada se acabarán los partidos en abierto. El cambio de ciclo es inexorable.