La pornografía es la comida basura del sexo: rápida, accesible y tóxica. Y el engendro menos parecido a la realidad. Fue el vicio de puteros como Alfonso XIII, promotor del cine guarro en España; pero a fuerza de banalizarlo y con internet y los móviles se ha convertido en un problema atroz para adolescentes, familias y la sociedad. Según Save the Children, casi 7 de cada 10 adolescentes consumen pornografía, a la que llegan por primera vez a los 12 años. De este asunto trata la serie documental Generación porno, dirigida por Oiane Sagasti y producida por ETB y TV3 junto a Shine Iberia, compañía que, ¿cómo entender la contradicción?, hace la bazofia de Gran Hermano. La docuserie da la palabra a diez adolescentes de Euskadi, Catalunya y Madrid que hablan sin filtros junto a sus horrorizados progenitores. De lo que ven y lo sencillo que resulta acceder al porno más sádico y machista. “No lo buscan, les llega”. Es la cruda realidad, concatenada con la plaga de delitos sexuales cometidos por menores. Sí, hay que prevenir formando e informando con educación activa y diálogo familiar; pero también podemos desmantelar por ley democrática las mafias billonarias que, impunemente, rompen el corazón de nuestros jóvenes. Generación porno debería incorporarse al currículo escolar desde los últimos cursos de primaria y otorgarle la categoría de servicio público; pero es una frivolidad llevar a una actriz sexual al debate que sigue a cada capítulo junto a psicólogos, educadores y profesionales del derecho. Por la vía de la ficción los adolescentes podrían aprender de Sex Education, serie juvenil que llega a su fin tras cuatro temporadas. El problema es que no tenemos ni remota idea del drama de los menores con el porno. Para saber, acuda el viernes noche a ETB2.