Fecha y lugar: Sala Luyber de San Adrián. Viernes, 1 de enero. Incidencias: El certamen estrenó sala con una entrada sobresaliente, cerca de 500 personas. Grupos: Inocua, integrado por Javi (guitarra), Jorge (voz, guitarra y teclados), Isma (bajo) y Héctor (batería). The Randy Mandys, integrado por Thierry (voz y teclados), Bertrand (bajo), Pat (batería) y Jerome (guitarra). We Are Standard, integrado por Deu (guitarra, bajo y voz), Juan (guitarra, bajo y coros), Jon (bajo y guitarra), Javi Leta (batería) y D.W. Farringdon (batería, percusión y teclas).
La XV edición del Certamen Pop Rock Villa de San Adrián no pudo empezar mejor. Con un sala Luyber completamente renovada, el primer día de festival contó con medio millar de asistentes, cifra récord. Un público que, además, pudo disfrutar de tres grandes conciertos. Inocua, grupo navarro encargado de abrir fuego, cual ave fénix, se rehizo de sus propias cenizas tras el paso por la final del Pop Rock del Gobierno foral y ofreció un concierto sobresaliente, que nada tuvo que ver con el que ofrecieron en la sala Movie. Jorge se mostró inconmensurable a la voz, demostrando canción tras canción que Inocua es grupo al que habrá que seguir muy de cerca (no en vano este año viajan a Londres para grabar en Abbey Road). La banda se sintió cómoda desde el principio sobre el escenario y eso propició que descargaran todo su poderío, olvidando conciertos pasados en los que aparecían como una banda notablemente estática. El repertorio de temas ofrecido, que inevitablemente recuerdan en muchas ocasiones a Tino Casal, pero mucho más guitarreros, tuvo en la canción Volar un final colosal.
Con el listón colocado a una altura considerable, saltaron a las tablas The Randy Mandys, grupo llegado de Pau (Francia) que, lejos de acongojarse por el nivel esgrimido por Inocua, se crecieron desde el minuto uno de la mano de su original y brutal frontman, Thierry, que dio toda una lección de cómo se puede mezclar el rock con el punk, cantando y haciéndose con los teclados (que, curiosamente, estaban decorados con el anagrama del Black Rose de Burlada) de una forma casi diabólica. El grupo, además, se atrevió a presentar algunos de los temas que integrarán su próximo disco, temas en los que todavía se mostraron más rabiosos, consiguiendo que, la mayoría del respetable, sin entender las letras, captara a la perfección la filosofía del grupo canalizada a través de un huracán de música y energía.
Y tras semejantes dosis de rock, llegó el turno del grupo invitado, We Are Standard, que tenía sobre sí el difícil papel de superar su anterior actuación en la Luyber, hace tres años. Dicho y hecho. No importó la resaca, no importó la impresionante carga de conciertos que llevan sobre sus hombros, no importó nada. Deu, muerto instantes antes de saltar al escenario, se transformó en un animal del mismo, llevando al público al terreno de los movimientos sincopados, del baile frenético. Las guitarras y los bajos cambiaban de dueños por arte de magia, las dos baterías sonaba a piñón, los bombos cobraban una fuerza demoledora que fue in crescendo hasta llegar a un bis, con On the floor, que a más de uno y de una le destrozó los gemelos. No se puede empezar mejor el año.