Momo Kodama, pianista generosa Concierto de la orquesta sinfónica de euskadi Intérpretes: Orquesta Sinfónica de Euskadi. Solistas: Momo Kodama, piano. Dirección: Joana Carneiro. Programa: Obras de Valentín Zubiaurre y de Chopin. Programación: Ciclo de la orquesta de Euskadi. Lugar y fecha: Baluarte, 29 de septiembre de 2010. Público: el habitual del abono, prácticamente lleno. Incidencias: El Concierto para orquesta de Bartok -que ocupaba la segunda parte- se cayó del programa al no poderse reunir el orgánico suficiente en la orquesta, por la incidencia de la huelga en algunos músicos. A cambio, Momo Kodama dio dos obras de Chopin para piano solo.
D E concierto sinfónico, a, prácticamente, recital de piano. La huelga, secundada por algunos músicos nos deparó una inusual inauguración de la temporada de la Orquesta de Euskadi. Momo Kodama, pianista japonesa nacida en Osaka, pero formada musicalmente en Europa y Estados Unidos, viene a confirmar el extraordinario momento de los pianistas orientales. Segura en la técnica, combina fortaleza y delicadeza. Polarizando un tanto los dos extremos. Con mejor resultado -en general- en la delicadeza de los movimientos lentos, en las respuestas -en eco- de los temas repetidos, en la creación de atmósferas melancólicas; que en las transiciones a los fuertes, eso si, éstos rotundos y de poderosa consistencia. El Concierto para piano número dos de Chopin, programado en la primera parte, fue una presentación luminosa de la pianista, austera en el gesto y extraordinariamente eficaz en el desarrollo de la partitura. Mandó absolutamente sobre la orquesta -no siempre en justo diálogo- e impuso su personalidad sobre una versión global muy metida en compás por la titular de la velada Joana Carneiro. Momo Kodama es de las pianistas que asientan su versión en la seguridad, en la fluidez de un discurso sin fisura alguna. Incluso por encima de arriesgar cierto vuelo personal que se salga de lo académico. Así, el tercer movimiento -larghetto- del concierto, es el que más ensoñación adquiere. Como el Nocturno opus 27 número dos, con un tempo lento y melancólico. La Sonata para piano número tres, dada también con autoridad y aplomo, evidenció esos dos extremos -teclado casi violento, y digitación de seda en los tramos de matiz piano-, pero sin redondear su relación. Una mazurka, de propina, puso fin a su generosísima actuación.
El preludio de la ópera Ledia, de Valentín Zubiaurre, alumno de Hilarión Eslava, abrió la tarde con un regusto de gran ópera romántica italiana. Joana Carneiro -ya desde este corto preludio- dio muestras de energía y autoridad, con una dirección bastante cuadrada en el compás y controladora. Desgraciadamente, al suspenderse la obra de Bartok -una obra de virtuosa dirección orquestal- nos quedamos sin apreciar, en toda su magnitud, las cualidades de esta directora.
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