Confesiones de una cafeinómana "sólo para paquita" Autor: Ernesto Caballero. Dirección: Maite Redín. Intérprete: Natalia Ayesa. Lugar y fecha: ENT, 3/10/10. Público: un centenar de espectadores.
Hay quien necesita el café para sentirse despierto. Paquita lo necesita para sentirse viva. Para ella el café es "estimulante, amargo y necesario", los mismos calificativos que, según su psicoterapeuta, definen su visión del sexo. Y nótese que se dice del sexo, no del amor. Estimulante, amargo y necesario. Son tres calificativos que también podrían convenir al crimen, a algunos crímenes. No obstante, a Paquita se la ve incapaz de matar una mosca. De hecho es ella la que parece una mosquita muerta. Y, sin embargo, puede transmutarse en una mantis religiosa llegado el caso. No es conveniente abusar de los excitantes.
Paquita no aclara cómo le gusta el café, pero intuyo que lo toma solo. Y sola. Paquita está sola, sola ha aprendido a enfrentarse a sus problemas y estar sola parece ser su destino, según este soliloquio vestido de confesión que firma Ernesto Caballero (magnífico director e interesante autor: Auto, Squash, Te quiero? muñeca y otras) y que afronta sola ante la audiencia la actriz Natalia Ayesa. Probablemente, Sólo para Paquita no será lo mejor de Caballero, pero tiene su puntillo. Es un monólogo resultón, con su aquel de sentimiento y su ración de humor. De un humor que bascula a veces hacia lo blanco y a veces hacia lo macabro, pero bien compensado. Ayuda también que trate un tema tan popular como el del desamor y se agradece que lo haga con una intención desprejuiciada y algo gamberra. En conjunto, resulta un texto agradecido, un buen material, pero que para lucir necesita una buena actriz.
Natalia Ayesa lo lleva francamente bien. Le da a su personaje ese tono de mujer apocada y sentimental que pide el personaje. O, al menos, una parte del personaje. Porque Paquita es también Doña Francisca, una mujer de armas tomar, como el Doctor Jekyll era también Mister Hyde. La Paquita que presenta la actriz, dirigida por Maite Redín, resulta impecable, pero me provoca curiosidad saber si habría habido espacio para mostrar también ese otro rostro de la protagonista sin quebrar la cohesión del personaje. Pero bueno, se ha enfocado así y bien está. Natalia Ayesa conduce el texto perfectamente y saca buen partido de los momentos que le da el personaje. Lo viste con un aire sentimental y una naturalidad que le cuadran muy bien. Y, aunque no llega a la hora de duración, hay que destacar el mérito de realizar este trabajo sin más apoyo que una silla y una taza de café. Un trabajo sobrio y elegante.