La pianista Adela Martín denuncia al Conservatorio Pablo Sarasate por acoso laboral
afirma haber sufrido trato vejatorio del del departamento de piano durante 7 años Interina desde 2003, ha recurrido por la vía contenciosa las oposiciones de 2010, que le calificaron con un 4,93
pamplona. La pianista Adela Martín ha denunciado ante el departamento de Educación del Gobierno de Navarra el "acoso laboral" o mobbing sufrido durante siete años por parte de sus compañeros del departamento de piano del Conservatorio Profesional Pablo Sarasate, donde ha ejercido como profesora interina desde 2003. Éste es el último paso de un proceso que inició el año pasado, cuando presentó un recurso por la vía contencioso administrativa a las oposiciones celebradas en el centro entre los meses de junio y julio, que le calificaron con una nota de 4,93, "poniéndome un 3,5 en la prueba de interpretación", lo cual es "inaudito", ya que "he tocado en muchos países y doy clases magistrales por todo el mundo".
"Ya no me puedo quedar callada, tengo que luchar para que se haga justicia", explica Adela Martín, que cree que los "celos profesionales" de sus compañeros son el motivo último de esta situación. "Mi abogado me dice que cada vez es más habitual que las personas que brillan profesionalmente sufran acoso laboral", añade la pianista, que este mismo año ha estado cuatro meses de baja laboral "por lo duros que han sido estos años".
Para esclarecer lo sucedido, Martín se remonta a 1987, cuando, "ante un tribunal imparcial convocado por el Ministerio", obtuvo una plaza en el centro Joaquín Maya de Pamplona; un puesto que entonces la capacitaba para enseñar en Conservatorio Elemental y Medio. Posteriormente, el centro se convirtió en escuela municipal y "los profesores que opositamos a conservatorio y queríamos dar clases en un conservatorio tuvimos la mala suerte de no ser transferidos al Gobierno de Navarra". Así que en 2003 optó por pedir una excedencia y trasladarse al Conservatorio Pablo Sarasate en interinidad, "con desventajas económicas notables, porque no cobraba antigüedad, pero no me importaba porque mi vocación estaba y está por encima de eso". Desde aquel curso, ha trabajado como docente en el departamento de piano del citado centro, "donde desde que entré he estado sufriendo un acoso laboral que se puede demostrar con abundante documentación y testigos que pueden declararlo", dice Martín, que durante todo este tiempo optó "por el silencio, por intentar evitar fricciones y hacer mi labor lo mejor posible". Y como muestra de ese trabajo pone dos ejemplos. Uno, el de Alejandro Villanueva, "que estudió en Joaquín Maya y cuando yo me trasladé, él también lo hizo para continuar conmigo sus estudios, y el año pasado ganó el premio al mejor alumno del Conservatorio y ahora se va a estudiar a San Petersburgo". Y, el otro, el del alumno invidente Xabier Armendáriz, "al que he formado durante más de cuatro años, obteniendo altas calificaciones y plaza en el Conservatorio Superior de Navarra y en Musikene, centros que exigen un nivel muy alto". En este sentido, la pianista afirma que su labor docente ha sido "impecable", a pesar de haber sido objetivo de "injurias" y "trato vejatorio" por parte de compañeros "que han estado diciendo por todo el Conservatorio, incluso a mis alumnos, que yo no tenía el nivel suficiente para enseñar ahí y me consta que han celebrado que me fuera, y eso es mobbing en toda regla, un delito".
En la demanda que ha presentado ante el Gobierno foral por la vía protocolaria que corresponde a los empleados de las instituciones públicas, Adela Martín ha incluido más casos que, en su opinión, demuestran esas conductas. Así, volviendo al caso de Alejandro Villanueva, "cuando se trasladó al Conservatorio, hablé con el jefe de estudios porque Alejandro quería seguir estudiando conmigo y me dijo que sí; pero luego, en el departamento de piano me dijeron que no, así que tuve que llamar a su madre, ella lo pidió y entonces lo aceptaron". Asimismo, Martín cuenta que hace unos años, en las pruebas de acceso, "que cada año superan cuarenta alumnos de toda Navarra, y eso se puede comprobar", aquel año sólo aprobaron quince. Mis compañeros funcionarios habían contabilizado los huecos que les quedaban y decidieron que sólo pasaran esos para poder quedarse con mis alumnos, ya que yo era interina". Pero el equipo directivo e inspección educativa "decidieron que eso no podía ser, y que yo era tutora, aunque fuera interina, y que si ellos tenían huecos libres, hicieran otras tareas del departamento como piano complementario o música de cámara". De hecho, como señala Martín, "a partir de este hecho, inspección publicó una norma de obligado cumplimiento en el centro, por la cual, los alumnos de los interinos que sean tutores nunca se transferirán a profesores funcionarios aunque tengan huecos".
la última gota Toda esta situación "me ha dejado secuelas en la salud y tengo certificados médicos para demostrarlo", pero también "me ha hecho más fuerte y sé que voy a salir adelante; el mayor ejemplo que puedo dar a mis alumnos es luchar por lo que creo que es justo". La pianista adoptó esta determinación el año pasado, cuando le suspendieron las oposiciones. "Fue el colofón", dice. Las pruebas para obtener plaza en el Conservatorio Profesional se celebraron en junio y julio, "me examinaban los compañeros y me suspendieron con un montón de irregularidades documentadas que saldrán a la luz ante el juez". Y es que, Martín decidió recurrir por la vía contenciosa lo que consideró una situación "inaudita", como que le dieran una nota de 3,5 en la prueba de interpretación, "cuando he actuado con éxito por todo el mundo y a veces con situaciones personales muy complicadas". A esto hay que añadirle "lo más doloroso", y es que la nota total que le otorgaron fue de 4,93, lo que "me dejaba fuera de la lista preferente de contratación para las personas que habían aprobado con un 5, pero no habían sacado la plaza".
Esto ya fue la gota que colmó el vaso para la pianista, que en este punto afirma que el año pasado se marchó "obligada" del Conservatorio. Obligada, porque, aunque sin aprobar podía haber optado a alguna vacante, "preferí apartarme de aquel ambiente nocivo hasta que se aclaren las cosas", regresando a su plaza en la Escuela Municipal. Eso sí, no tendría reparos en volver. "Yo no hago todo esto por venganza, sino por justicia y porque creo que en el Conservatorio, con alumnos que quieren ser músicos profesionales, sería más útil que en Joaquín Maya". Eso sí, Adela Martín quiere "agradecer de todo corazón" el calor que ha recibido de su compañeros de Joaquín Maya, en particular a los del departamento de piano, que la han recibido "con cariño" y, en algunos casos, "con indignación por lo que me ha pasado". Y también quiere "pedir disculpas" a los padres y madres de sus alumnos por haber tenido que tomarse una baja este año.
Así las cosas, Adela Martín afronta el futuro con la esperanza de que se reconozca todo lo sucedido y con ganas de volver a dar clases, "con la cabeza muy alta", en el centro donde lo ha vivido, "porque mi prioridad son mis alumnos y transmitirles lo que yo he aprendido en todos estos años de carrera en los que no he parado". Con esperanza y también con paciencia, que es la "primera virtud que tenemos los músicos, paciencia y perseverancia".