La cultura busca nuevas formas de financiación
con los recortes de las partidas públicas, surge la necesidad de encontrar alternativas para salvaguardar la creatividad
NO corren buenos tiempos para casi nadie. Para la cultura, menos. Los recortes de todos los niveles de la Administración -estatal, autonómica y local- en esta materia han alcanzado en este ejercicio cifras históricas y ya nunca se recuperarán las ayudas de las etapas de bonanza. Así las cosas, los valientes que siguen apostando por ligar sus vidas y, por tanto, sus economías a los distintos sectores culturales deben, además, exprimirse el cerebro para encontrar nuevos benefactores, que, en algunos casos se llamarán mecenas, en otros patrocinadores o esponsors y también colaboradores.
Sin duda, el paisaje cultural es bastante gris, pero si hay algo propio de este ámbito es la creatividad, de modo que, mientras el Gobierno central prepara una ley de mecenazgo, que seguramente apostará por los incentivos fiscales, hay fórmulas que echan humo, casos de las plataformas de crowdfunding, sistema por el que mucha gente puede ayudar con poco a un proyecto no muy grande, o de fundraising, que consiste en recaudar fondos para actividades de entidades del tercer sector. Pero también están los servicios que intentan salir adelante con recursos más bien clásicos: aumentando su actividad o, por el contrario, reduciendo programación y riesgo hasta que pase el temporal. ¿Quién iba a pensar hace unas décadas que hoy encontraríamos espacios llamados Teatro Rialto Movistar, Heineken Jazzaldia, el Plan B (Ballantines) de Carlos Jean o la Mercedes Benz Fashion Week? La situación genera muchos debates, como el que mantuvieron en enero los gestores culturales en Madrid en el encuentro Publica12 organizado por la Fundación Contemporánea. Algunos profesionales navarros del ramo ofrecen sus reflexiones en estas páginas.
ley de mecenazgo
Modelo mixto, no privado
El Ministerio de Educación, Cultura y Deporte que comanda José Ignacio Wert anunció hace meses que prepara una ley de mecenazgo, pero poco más se sabe. Como presidente del Consorcio de Galerías de Arte Contemporáneo de España, Moisés Pérez de Albéniz está "muy pendiente" de este tema porque "queremos que sea una buena ley que anime a las empresas a invertir". Y también una ley justa. Y es que, para el galerista pamplonés, a la hora de elaborar esta normativa hay dos referentes. Por un lado, el modelo francés, "donde papá Estado se ocupa de todo y todo nos cuesta a los contribuyentes". Por otro, el modelo anglosajón, caso de Estados Unidos, donde los exalumnos realizan donaciones a sus universidades para que construyan museos y otros equipamientos y los coleccionistas se benefician de un 100% de deducción de impuestos por donar sus obras a una institución. Y algo similar sucede con las empresas en un país donde no existe el Ministerio de Cultura. En ese sentido, para Pérez de Albéniz, habría que buscar una fórmula híbrida entre dinero público y dinero privado. Y pone como ejemplos los casos de los museos del Prado, cuya exposición sobre el Hermitage ha contado con el apoyo del BBVA, y el Reina Sofía, que, tras haber recibido recientemente su estatuto de organismo autónomo, trabaja ya en la búsqueda de inversión privada, "lo que le restará dependencia de los Presupuestos Generales del Estado". A su juicio, con esta clase de colaboraciones y otras más estables no solo sale favorecida la entidad cultural, sino que las empresas ganan en imagen y, "por supuesto, obtienen beneficios fiscales", que en el caso de la ley española podría pasar del 25% actual al 65% en el IRPF y del 35% al 55% en el Impuesto de Sociedades.
En su caso, la gestora cultural Carolina Martínez considera "fundamental" aprobar una buena ley de mecenazgo que incorpore a la sociedad a la inversión en los proyectos, de manera que sean "más participativos, discutidos y democráticos". Pero se debe promover "una fórmula equilibrada, mixta, no se puede ir al modelo anglosajón de financiación privada", dice esta profesional, que también defiende la entrada de dinero privado en la cultura "para que se acabe el monopolio que en ciertos lugares, sobre todo pequeños, tiene el Estado frente a la cultura, llegando a crear una cultura oficial, con artistas y gestores oficiales que promueven un discurso unidireccional y prácticamente indiscutible". Y usa el paradigma de Navarra, donde "lo financiado por el Gobierno es casi siempre lo mismo, con los mismos y con un discurso muy igual". Por eso, aprovechando la coyuntura, "es importante encontrar una fórmula que vaya destruyendo ese concepto casi jerárquico para conseguir una estructura de red social donde se incorporen otras voces dentro de la producción cultural". Aunque, para eso, es preciso que la ley "venga acompañada de una gran inversión y esfuerzo en pedagogía cultural", ya que "el mecenas no va a aparecer de la noche a la mañana", y que "no se base únicamente en deducciones fiscales para grandes inversores, sino en impulsar que tanto empresas como particulares se involucren en la financiación y promoción de la cultura".
José Vicente Urabayen, presidente de la Asociación de Profesionales de la Gestión Cultural de Navarra (Apgcna), opina que es necesaria una ley "amplia y ambiciosa" que establezca incentivos fiscales similares a los de otros países europeos. Y habla de Francia, "donde el mecenazgo tiene una larga tradición y las desgravaciones fiscales casi triplican a las españolas". "Es necesario desarrollar un modelo que impulse la participación de la sociedad civil en el apoyo y fomento de las artes y la cultura, que consolide una financiación pública-privada orientada a estimular la sostenibilidad económica de los servicios y programas culturales". En Estados Unidos, apunta, hay bibliotecas y salas de museos universitarios que llevan el nombre de los donantes, como sucede también con algunos teatros.
Para el músico y gestor Raúl Madinabeitia, lo primero que hay que hacer para hablar de estos temas es distinguir entre mecenazgo, esponsorización y patrocinio, que puede proceder tanto de las instituciones públicas como de empresas privadas. En todo caso, no se siente muy optimista respecto a los efectos de la nueva ley, sobre todo por la baja presencia de patrocinadores de cultura en los países de la Unión Europea. Y tampoco cree que debamos ser como Estados Unidos, donde las empresas deducen impuestos que no llegan a la Administración pública, que, a su vez, no invierte en cultura. "En Europa, las empresas pagan sus impuestos a las haciendas y es la Administración la que invierte en cultura, por lo que podemos exigirle planificación y políticas culturales". De esto se deriva que el patrocinio o mecenazgo "no puede suplantar a las políticas públicas", afirma Madinabeitia, que se pregunta: "¿Acaso la empresa privada se va a hacer cargo de aspectos irrenunciables de la cultura como la cohesión social, equilibrio territorial, igualdad de oportunidades...? ¿Si la consideramos como única vía y la solución, no estaremos potenciando exclusivamente la cultura de consumo de masas, la cultura comercial, la cultura faraónica?"
fórmulas emergentes
'Crowdfunding', 'fundraising', trabajo en red, coproducción...
Al margen de la eventual reforma del marco fiscal del mecenazgo, y como sucede casi siempre, la sociedad civil va por delante de las instituciones en el impulso de fórmulas que permitan sacar distintas actividades artísticas en este contexto de crisis. Es el caso del crowdfunding o micromecenazgo, una dinámica nacida en 2004 en EEUU que trata de financiar bottom-up (de abajo a arriba, desde la ciudadanía) proyectos culturales de todo tipo. Los potenciales usuarios y compradores son los que deciden la suerte del proyecto, aportando (o no) los recursos necesarios. También están el fundraising, que no es otra cosa que captar donativos para organizaciones no lucrativas; el patrocinio, el marketing, las coproducciones... Según Carolina Martínez, "no se trata de poner ahora la cultura en manos de grandes poderes económicos, sino de poner las bases para que integre distintos sectores sociales". Es decir, habría que buscar formas de producción y de gestión "más sostenibles frente a los proyectos mastodónticos y ceder espacios culturales para generar proyectos puede ser un ejemplo". Proporcionar lugares de encuentro o puntos de coworking sería un modo de facilitar el trabajo en red entre profesionales de ámbitos diversos, en palabras de esta gestora, que también cree que es tiempo de revisar las ayudas y becas públicas existentes y apostar por una "política verdadera de pedagogía e investigación cultural", como la que desarrolla el departamento de Pedagogía artística de la UPNA, "con un equipo infrautilizado por las entidades y centros de arte de la comunidad". Para Martínez, los incentivos fiscales tienen que existir para que se produzcan más donaciones y patrocinios, y lo dice con conocimiento de causa, ya que casi todos los proyectos que ha promovido, algunos de ellos como gerente del Centro Huarte, se han basado en financiación privada, como Letra Txikia, "cuya biblioteca se consiguió gracias a la donación de libros de muchísimas editoriales a lo largo de tres años". También cita el proyecto Donde habita el recuerdo, un libro y un documental en torno a las fosas del franquismo que llevó a cabo junto con el fotógrafo Clemente Bernad y que se financió a través del crowdfunding en la plataforma Verkami. Y, en la esfera internacional, destaca el Centro Cultural Estación Mapocho, en Chile, que lleva 15 años autofinanciándose, o el Frankfurter Kunstverein, uno de los mayores espacios artísticos de Alemania, que se apoya en el fundraising al 100%.
Otro ejemplo es el Teatro Lara de Madrid, "que ha cambiado todas sus butacas gracias a un mecenas", cuenta José Vicente Urabayen, que habla también del ciclo coral Doinualdia que ha programado en Villava, "en el que hemos cedido la taquilla de los conciertos a la coral local, que es la que lo ha promovido". Raúl Madinabeitia apoya el desarrollo de las distintas fórmulas de mecenazgo, pero piensa que deben estar regularizadas para que fomenten la participación no solo de empresas, sino también de particulares. "Y el dinero público debe patrocinar y subvencionar proyectos por su calidad y por su adecuación a las políticas culturales, independientemente de si vienen de profesionales o entidades sin ánimo de lucro, con la perspectiva de impulsar la creación de empleo". Moisés Pérez de Albéniz defiende que los incentivos fiscales de la ley de mecenazgo deberían ser mayores para aquellos que inviertan en artistas emergentes, que "están siendo los más perjudicados por la crisis".
la pregunta del millón
¿Qué se obtiene a cambio?
Nadie, o casi nadie, da algo a cambio de nada. Es ley de vida. Y los mecenas y patrocinadores no son una excepción. Pero, ¿qué obtienen financiando un evento cultural? Es la gran pregunta que hay que responder para que se decidan a apostar por este sector y no solo por los deportes como hasta ahora. "Las empresas necesitan intangibles para segmentar el relato de su marca, y desde la cultura trabajamos con esos intangibles", responde Urabayen, para quien, en estos momentos, "las empresas y las instituciones culturales pueden entender su relación como una oportunidad para ambas en la que obtener beneficios mutuos".
Pérez de Albéniz coincide en que los inversores privados sacarían "una publicidad asociada al mundo del arte", y pone el ejemplo de Volskwagen, empresa con una importante delegación en Navarra que ahora mismo patrocina una importante exposición en el MoMA de Nueva York. Raúl Madinabeitia subraya que es importante persuadir a las empresas "trabajando mucho, con profesionalidad" y estableciendo una buena estrategia conjunta de comunicación. Eso sí, insiste en que en ningún caso el patrocinador debe dirigir los proyectos y las políticas culturales. En la misma línea, Carolina Martínez indica que hay profesionales preparados para captar fondos, pero que, en cualquier caso, "es muy necesaria una base pedagógica para que las empresas empiecen a entender que invertir en cultura es invertir en la sociedad y en conocimiento y no es como invertir en industria, luego las compensaciones han de ser diferentes".
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