Fecha: viernes, 1 de marzo. Lugar: teatro Gayarre, Iruñea. Intérpretes: María Rosa García, Niña Pastori, a las voces, secundada por José María Cortina, al piano de cola, Carlos Carmona, al bajo y al contrabajo eléctrico, Chaboli, a las percusiones, a la melódica y a la guitarra flamenca, Antonio Ramos, a la guitarra española, y Toñi y Sandra, a los coros. Incidencias: concierto enmarcado en la gira Ya no quiero ser; hora y 50 minutos de duración, bises incluidos. Lleno, localidades agotadas.

Totalmente pasional, racial; derrochando profesionalidad y naturalidad, inmensidad e intensidad artística a partes iguales, he aquí cómo lució la referencial Niña Pastori en el Gayarre: artista que, tras vender todo el papel, dio a entender desde los albores de la velada el porqué del llenazo conseguido; la razón por la que el público de Iruñea apostó por ella como lo hizo, acertando de pleno a la hora de inclinarse por su actuación.

De esperado y genuino sabor -no por ello menos arrebatador y exquisito-, la noche arrancó con el tema de estreno que da nombre a la gira, Ya no quiero ser, interpretación que puso de manifiesto diferentes aspectos llamados a repetirse a lo largo de la sesión; el primero, por empezar por alguno, la acertada labor de las coristas, muy en primera línea a la hora de reforzar los estribillos. Demostrando las dos ser uno de los puntales del espectáculo, a la vista de su recurrente -y sobresaliente- protagonismo.

Haciendo gala la Niña en todo momento de la artista que lleva dentro, el repaso propiamente dicho de lo mejor de su trayectoria, verdadera razón de ser de la presente gira, arrancó de manos de Espinas, prosiguiendo con Armadura, de su último CD hasta la fecha, el laureadísimo La orilla de mi piel: tema en el que, además de la voz cantante, brilló con luz propia su envolvente halo musical, representando esto último otra de las tónicas de la velada. Vagabundo, siguiente composición entonada por la cantaora (puro corazón al filo del escenario la Pastori, dándolo todo; todo su corazón, "lo único que tengo" -tal y como cantó-), aportó la nota simpática por excelencia, toda vez que el público, enterado de que su hija Pastora estaba entre bambalinas, reclamó su presencia, viéndose la pequeña, entre irónicos comentarios por parte de la madre, obligada a salir a saludar. Bien, y llegados a este punto, ¿más aspectos a la postre imprescindibles para el buen desarrollo del concierto? El gran nivel demostrado por la totalidad de los músicos, dando lugar a un corpus musical que, excelsamente construido desde los cimientos por bajista/contrabajista y pianista y especialmente condimentado por Ramos a la guitarra y Chaboli (enorme percusionista y chico para todo -en la práctica-), dio como resultado el presente -y delicioso- potaje.

Denotando connotaciones llenas de buenas vibraciones, la velada deparó además interpretaciones como las de Si a veces hablo de ti, brindada únicamente por el pianista y las coristas, qué grandes, mano a mano; Quiero que me beses, con la que la Niña obligó a cantar a los presentes, o las coplas por bulerías brindadas camino del final; pero, estando de por medio una actuación como esta, de esencia y raigambre cien por cien flamenca, dicho punto final solo representó algo ya esperado, la conclusión del concierto? entendida desde el prisma profesional, concluyendo la noche, tras una última interpretación convencional abriendo bises, Caí, por desenfado y bulerías; con artista y elenco mostrando su arte a capella ante un público que, absolutamente entregado, tocó palmas sevillanas al compás de los cantes y los bailes de las tres mujeres implicadas, quedando reflejado lo dicho en una verdadera fiesta flamenca, y el Gayarre? transformado en un patio andaluz: así pues, tras la innegable demostración de profesionalidad por parte de todos, diremos que, como brillante broche final, la noche quedó reconducida por parámetros de naturalidad absoluta. De inmensa e intensa naturalidad, dejando la actuación un gran sabor de boca. A la altura del esperado, en verdad.