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"La poesía es la forma de verdad más estética"

Autora represaliada por Ceaucescu, la escritora rumana Ana Blandiana es ejemplo de compromiso y calidad literaria. De la defensa de la autenticidad a través de la poética y la fantasía. Viorica Patea (Bucarest, 1957), traductora de su obra al castellano, habló de ella en el pasado Foro Auzolan

"La poesía es la forma de verdad más estética"Foto: j. bergasa

pamplona. ¿Qué significado tiene en Rumanía la obra de Blandiana?

Ella es allí una persona mítica, con un aureola de heroísmo. Es una de esas autoras con las que el público se identifica, porque en su obra reconoce su propio destino. Ana Blandiana asume el rol de testigo de su tiempo. En países en los que hay una dictadura y en los que los partidos políticos no existen, porque en Rumanía existía entonces solo el Partido Comunista, los poetas, los escritores, son líderes de opinión. Por eso también son perseguidos por el régimen. Paradójicamente, cuando un país recobra su libertad y se transforma en un país democrático, la palabra poética ya no tiene el mismo peso. Pero en una situación de opresión, la poesía llega a ser muy importante a la hora de expresar verdades.

Hasta en tres ocasiones Ceauscescu mandó prohibir su escritura...

Sí, la primera vez fue en la época de su debut. Su primer poema se llamaba Originalidad, lo publicó cuando tenía 17 años, y enseguida las autoridades mandaron un escrito a todas las editoriales del país dictando que sus textos no se publicaran, porque era hija de un sacerdote ortodoxo al que habían declarado enemigo del pueblo, entonces ella era la hija de un enemigo del pueblo. Esta prohibición duró cuatro años, y en esta época tampoco le dejaron seguir estudios universitarios, no se pudo matricular en la universidad.

¿Esa primera prohibición alimentó el carácter de denuncia de su obra?

Sí. Y lo curioso es que realmente Ana Blandiana era conocida como un nombre prohibido antes que como poeta. De hecho, cuando ella debutó en 1964, cuando hubo una relativa liberalización del régimen, ya tenía una audiencia creada. Después, en 1985 publicó en la revista Anfiteatro cuatro poemas que tuvieron un gran eco porque reflejaban la situación de opresión en Rumanía. Incluso el diario británico The Independent dedicó dos páginas de portada a esos poemas, los tradujo y los desglosó para que el lector occidental entendiera qué era tan subversivo para el régimen comunista de Rumanía. Y en 1988 escribió un libro de poemas para niños en los que hace una sátira al dictador. En un poema se refiere a un gato como la representación simbólica de Ceaucescu; y desde entonces sufrió un arresto domiciliario, no podía comunicarse, su teléfono estaba intervenido, no recibía el correo, un coche vigilaba su casa día y noche, estaba totalmente aislada. Hasta que con la Revolución de 1989 se liberó de esa situación.

¿Y qué es lo que más molestaba al régimen de Ceaucescu?

Todo. Porque su obra es una reflexión acerca de la vida, de la muerte, de la pureza, de la ética, de la necesidad de llevar una vida basada en la verdad, en la autenticidad, en los principios morales. Y todo eso molesta a una ideología. En los países comunistas, todo lo que no era realismo socialista era un pecado. Los escritores estaban obligados a escribir sobre unos temas estándar: la felicidad bajo el dominio de las tropas soviéticas, el hombre nuevo, los logros de la sociedad comunista... todo lo que no se enmarcaba en una ideología militarista era subversivo.

Pero Ana Blandiana siempre fue muy leída, aun estando prohibida.

Sí, porque era una poeta conocida a nivel internacional, y el régimen de Ceaucescu, para no ser acusado de que no le dejaba publicar, pues sacaba libros, pero luego los retiraban rápido de las librerías... Había mucha picaresca de ese tipo.

¿Cómo circulaban sus poemas?

En samizdat. Es una palabra rusa y quiere decir que circulaban en el underground, de forma clandestina. La gente copiaba sus poemas a mano, y así circulaban. Se copiaban a mano porque en los años 80 la máquina de escribir se consideraba un elemento subversivo. Si poseías una debías ir a la policía a registrarla, y si lanzabas manifiestos podían saber quién los había escrito.

Sorprende, leyendo sus cuentos, que se considerase tan subversiva. No son textos panfletarios ni propagandísticos, están repletos de fantasía.

Sí, el género fantástico es muy indicado para regímenes autoritarios y dictatoriales. En la Unión Soviética, Mijail Bulgakov escribió su gran obra El maestro y la margarita, que también es una prosa fantástica, de realismo mágico, porque a través de lo fantástico se pueden denunciar realidades incómodas. Lo fantástico tiene un elemento subversivo, introduce aquella realidad que contradice la versión oficial: lo no visto, lo no dicho, lo oculto.

Y potencia la imaginación, algo que al poder no le interesa, que la gente imagine, que piense más allá...

Sí, también lo misterioso, lo sobrenatural, que está censurado por el materialismo marxista.

¿Cómo pasó de ser lectora de Blandiana a ser su traductora al español?

Vine a vivir a España en 1978, y tenía la convicción de que Ana Blandiana es la escritora más importante de la segunda mitad del siglo XX. Es una poetisa extraordinaria. No soy traductora de profesión, me dedico a la teoría y la crítica literaria; pero quería darla a conocer, porque creo que es hacer un bien al mundo. Así que en 2008 conseguí publicar su libro de prosa fantástica Proyectos de pasado, que escribió en 1982. La editorial Periférica enseguida se interesó por su prosa, y después publicamos una segunda traducción: Las cuatro estaciones. Es su primer libro de relatos fantásticos, lo publicó en 1977. Y ofrece una radiografía filosófica de la naturaleza del fenómeno totalitario.

Aunque uno lea la obra de Ana Blandiana sin la referencia del contexto de la Rumanía oprimida, se identifica con lo que lee, se ve ahí.

Sí, su mensaje es universal. Tiene que ver con la naturaleza humana, el destino humano, la situación del hombre en el universo, el paso del tiempo... las grandes cuestiones.

La libertad y la memoria...

Sí, la libertad pero para hacer el bien. Y la memoria le preocupa mucho. De hecho, Ana Blandiana, que hoy sigue escribiendo, sobre todo ensayos, fundó en Rumanía el Museo de las Víctimas del Comunismo. Y tiene el lema de que cuando la justicia no es una forma de memoria, la memoria puede ser una forma de justicia. Todo lo que escribe tiene una gran profundidad filosófica moral, una gran elaboración estética, y sus libros nacen en un contexto pero lo trascienden y pueden interesar a cualquiera, en cualquier tiempo y lugar. Tienen una vigencia total.

¿Es complicado traducirla?

No es fácil, no. Es una prosa de anotación y del fluir de la conciencia muy prolífica, con una frase muy barroca, al estilo de Faulkner, y a veces la hemos tenido que recortar. Porque el rumano es una lengua romance, la que más se parece al latín, y tiene casos, entonces se pueden hacer frases incluso más largas que en español. Y al no tener el español casos, cuando la frase se extiende a dos páginas, es muy difícil saber a qué se refiere, y hay que recortar. Es muy difícil de traducir.

¿Tiene en proyecto alguna otra traducción de su obra?

Espero poder traducir muchos de sus ensayos, que son espléndidos, y sobre todo su obra poética completa, si encuentro una editorial interesada.

¿Qué es para usted la poesía?

Uf, eso es muy difícil de decir. (Piensa) Son palabras memorables que sintetizan una verdad de la forma más estética. La poesía es un lenguaje único, trasciende al coloquial, es superior. Es el más estético, y quizá por eso también más difícil de entender. Y es consustancial al ser humano, ha existido desde los orígenes. La novela no, la novela nace en el siglo XVIII, y el relato corto en el XIX. Pero la poesía, que hoy es la cenicienta de la literatura, está desde el principio de la humanidad.