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Fallece a los 89 años Lauren Bacall, una de las últimas diosas del Hollywood dorado

nueva york - La actriz Lauren Bacall, estrella de la edad dorada de Hollywood, falleció ayer en Nueva York a los 89 años, noticia que confirmó la cuenta de Twitter de la entidad que gestiona el legado de Humphrey Bogart, actor con el que se casó en 1945. La intérprete sufrió un derrame cerebral, según fuentes de Variety y TMZ. Durante medio siglo fue la viuda de Hollywood gracias o por culpa de su matrimonio Bogart, que le aseguró su lugar en la historia, pero en parte eclipsó una trayectoria jalonada con dos premios Tony, un National Book Award y un puñado de obras maestras del cine.

Cuando Lauren Bacall tenía 19 años y estaba promocionando su primera película, To Have and Have Not junto a su futuro marido, y según un texto de Ernest Hemingway, el dramaturgo Moss Hart se le acercó y le dijo: “Te das cuenta de que a partir de ahora solo puedes ir hacia abajo, ¿verdad?”. Hart se equivocó. Lauren Bacall, La flaca, como se la conocía en Hollywood, tenía mucho más que decir que aquel diálogo que le propinaba a Bogart como una cariñosa bofetada: “No tienes que actuar conmigo. No tienes que decir nada ni hacer nada. O tal vez, solo silbar. Sabes cómo silbar, ¿verdad Steve? Solo junta los labios y silba”. Le quedaba por delante una vida llena de etapas.

Una vida tan interesante que su autobiografía By Myself (1978) le reportó el National Book Award, y tan duradera que en el año 1994 escribió otra titulada Now, a la añadió un anexo en 2005. Nacida el 16 de septiembre de 1924 en el Bronx (Nueva York) con el nombre de Betty Joan Perske, tenía sangre judía polaca (era la prima de Shimon Peres) y rumana, y superada una inicial vocación de periodista, enfocó su carrera a la interpretación, pese a declararse como “muy vulnerable y muy insegura”. Ninguna inseguridad tuvieron los de la Warner en cuanto vieron su sinuoso físico, su mirada felina y una voz como si hubiese nacido con un cigarrillo y un whisky con hielo en la mano. Howard Hawks fue el que le propuso que se llamara Lauren. Y Bacall era el apellido de su madre.

Tras el explosivo debut llegaron tres películas más: The Big Sleep, con guión de Raymond Chandler; Dark Passage, de Delmer Daves, y Key Largo, de John Huston. Y Bogart y Bacall se convertían en una pareja comprometida contra la caza de brujas de McCarthy. Sin embargo, Hollywood se preguntaba: ¿existe Bacall sin Bogart? Ella siempre reconoció su prioridad como esposa y se rió de esa imagen. “Si hay algo que nunca he sido ha sido misteriosa, y si hay algo que nunca he hecho, ha sido no hablar”, reconocería. Y no acabó en buenos términos con una Warner esclavizadora. Así, fue la comedia locuaz sofisticada de How to Marry a Millionarie o Designing Woman el camino de la emancipación artística de Bacall, o el de la evasión mientras Bogart caía enfermo y la dejaba viuda con solo 32 años. Cuatro después, y a pesar de que llegó a anunciar segundas nupcias con Frank Sinatra, fue Jason Robards Jr., otro bebedor empedernido, el que sedujo su corazón.

dama de teatro Su carrera se enfocó entonces hacia el teatro, y el Oscar al que nunca la nominaban fue compensado con dos Tony por dos musicales irónicamente basados en filmes del Hollywood clásico: Applause, en la que interpretó el personaje de Bette Davis en All about Eve; y The Woman of the Year. Sobre el escenario, su elegancia resultó más evidente, su energía sorprendente y su voz al cantar reproducía la sensualidad ronca que siempre tuvo. Bacall resucitó como dama del teatro. “El musical ha sido para mí una nueva oportunidad, como volver a nacer”, dijo al verse, por fin, como una estrella por sí misma. Pero cuando la vida de Lauren Bacall parecía que ya solo quedaba para cosechar premios honoríficos, pidió una nueva prórroga y, con un coqueto papel de anciana en El amor tiene dos caras, de Barbra Streisand, fue nominada por primera vez al Oscar en 1997. No ganó, pero su carrera se revitalizó. Sus últimas intervenciones fueron muy escogidas, y cuando en 2009 Hollywood le dio el Oscar honorífico, solo dijo: “¡por fin, un hombre!”.