Concierto de la Orquesta Sinfónica de Navarra

Orquesta Sinfónica de Navarra. Mahan Esfahani, clave. Antoni Wit, dirección. Programa: Joaquín Rodrigo (’Zarabanda lejana y villancico’). Poulenc (’Concierto campestre para clave y orquesta’). Gorecki (’Concierto para clave’). Sibelius (’Tercera sinfonía’). Programación: ciclo de la OSN. Fecha: 17 de septiembre de 2015. Público: tres cuartos de entrada (35, 25 euros, entradas fuera de abono).

Hace apenas unos días terminó la Semana de Música Antigua de Estella, y, el clave, instrumento fundamental de ese mundo sonoro, pasa al siglo XX con un descaro y un vigor excepcionales, gracias a Poulenc y Gorecki (nos faltó Falla). Un verdadero privilegio escuchar en directo el precioso y divertido concierto de Poulenc en una versión arrebatadora, expresiva -a pesar de que el clave es poco expresivo-, minuciosa y galante, también, y poderosa y conjuntada con la orquesta en sus quiebros rítmicos, y pasajes más sosegados. Me gustan estos conciertos que no están cómodos en ninguna época concreta, y nos muestran algo de todas; y concretamente el de Poulenc, que partiendo de la sonoridad tan característica -ese pellizco agudo y metálico- del instrumento, traslada a la orquesta una tímbrica maravillosamente pareja. Mahan Esfahani aporta al clave -técnica y virtuosismo presentes- emoción; algo realmente novedoso en ese teclado. La orquesta responde exacta y equilibrada con su sonoridad -bien es cierto que el instrumento solista estaba ligeramente amplificado-, y trompas, percusión, y demás familias se lucen en el juego propuesto. Para despiste del respetable, el clavecinista iraní dio una propina -Gavota y variaciones de Rameau- antes de terminar su actuación; brillante e impecable. Y cerró la primera parte Gorecki -muy de moda hace unos años-. Su concierto para clave gustó mucho: es un arrebato sonoro, tanto en el clave como en la orquesta, que se mueve entre el minimalismo y el ostinato, impactante y espectacular, con algo de heavy metal y rap, que no deja indiferente al oyente; le altera los nervios, le pone en tensión y, tiene esa medida justa -más bien corta- que es capaz de soportar el minimalismo. Muy bien, la programación ideada por el titular.

Año Sibelius -150 aniversario de su nacimiento-. No es un compositor que se programe poco; pero durante este año escucharemos obras menos frecuentes. Como la tercera sinfonía que Wit, como siempre, dirige con energía. Wit imprime un tempo ágil al primer movimiento; el firme dibujo del primer tema pasa casi sin enterarnos, luego ya lo controlamos. En contraste, el andantino es lento, otro mundo; sigue el protagonismo de la cuerda -ahora los chelos, antes fueron contrabajos y el resto-. El allegro es brillante, con golpes orquestales formidables -la vitalidad de Wit-, que hacen olvidar los momentos sombríos.

La orquesta abrió la temporada -y recibió a sus socios- con una amable obra del maestro Rodrigo, llena de calma, con preciosos matices en pianísimo, como deseando afecto y cordialidad; lo mismo que la nueva presidenta del gobierno -Uxue Barkos- en las notas al programa. Buen comienzo.