Hace un tiempo, Per Gaztelu utilizaba la poesía para extirparse tristezas y sinsabores. Un día le contó a una amiga, la poeta Silvia Marambio, esta práctica de versoterapia y esta le convenció de que en esas palabras había sentimientos que merecía la pena compartir, reenfocándolas hacia otros lugares y no limitando la escritura a los instantes sombríos.

Así, poco a poco, se animó a asistir a veladas poéticas y a instruirse en el género con otras/os autoras/es, entre las/o que destaca la mentoría de Ana Martínez Mongay. Así, después de formar parte de varias antologías, acaba de publicar El Camaleón, su primer poemario en solitario. Poemario o novela, algo así como un novelario, una “rara avis” que el autor navarro nacido en Mendoza (Argentina) presentará el próximo 15 de enero, a las 19.00 horas, en Elkar Comedias.

En la cita del día 15, junto a Gaztelu estará Martínez Mongay, que, además, es la prologuista de este volumen publicado por EsPoesía. Un texto en el que la poeta califica de “innovadora en el fondo y en la forma” esta propuesta que “se transforma y oculta diversos significados”. “Esta sensación se va apoderando de los lectores a medida que avanza la primera parte del libro y se evidencia la segunda”, añade la autora. Y destaca algunos de los recursos empleados, como la “versificación cercana al fraseo propio de una canción”. No en vano, la música es otra de las artes que cultiva el autor, que completa varios poemas con códigos QR en los que incluye cuatro temas compuestos especialmente para este proyecto, además de otros audios

La ‘culpa’ es de Martínez Atozqui Per Gatelu

Gaztelu econoce que parte de la historia que ahora ve la luz la tenía ya pensada, “pero iba a ser una novela al uso”. Hasta que poco antes de irse a un viaje de trabajo a Hamburgo, “mi amigo Carlos Ollo me propuso presentar Poemas de no juventud, de David Martínez Atozqui, poeta navarro que vive en Madrid”.

Aceptó y se llevó el texto a Alemania para preparar la cita. Allí fue testigo de la cantidad de personas que habían caído en la adicción al fentanilo –“había muchísimas en la estación central de Hamburgo”– y cambió de rumbo. “Viendo esa desgracia humana y a raíz de uno de los poemas de David que me inspiró mucho”, convirtió la historia que tenía previamente en la cabeza en algo diferente. “Nunca es mi intención caer en cosas raras, pero, al final, siempre acabo cayendo”, bromea, aunque la realidad es que le ha costado “mucho más que si hubiera escrito una novela”. Y no tanto por la escritura, que fue relativamente rápida, sino porque “tenía que conseguir que cada uno de los poemas funcionara por sí mismo, que se pudieran leer por separado”, y, a la vez, que compusieran una historia completa. La de un hombre, El Camaleón, que “está en una situación complicada”, ya que es un privilegiado en una sociedad de personas desgraciadas y se va dando cuenta de que él es uno de los causantes de esas situaciones dramáticas; y que incluso le pagan por llevar a la gente a esos límites”. 

Portada del 'novelario'. EsPoesía

Y tiene sus contradicciones: “Se viste con sus mejores trajes para hacer ese trabajo, pero, a la vez, quiere pasar desapercibido” y no saber nada de nadie ni que nadie sepa nada de él. Hasta que un día escucha un sonido, unos tacones, en el piso de arriba y comienza a imaginarse cómo será la mujer que vive allí. Así, mientras se debate entre querer conocerla y el miedo que esa exposición le provoca, discurre esta historia de amor, y también la de denuncia social. “Creo que, al margen de la exageración que usamos como recurso literario, el lector se sentirá identificado con el personaje porque todos jugamos a ese juego y somos parte del sistema, de manera que algunas veces ayudamos a que a otros les vaya mal”. También les pasará a quienes vivan en una ciudad grande, “donde ya los vecinos ni se conocen y solo pueden imaginar quiénes serán los que viven al lado, arriba o abajo en función de lo que escuchan”.

Caligramas

De este modo, El Camaleón emana sentimientos como la culpa o el deseo, y plantea juegos a través de las palabras, voluntariamente sin métrica ni rima definidas, “para lograr más frescura”, pero también desu disposición sobre el papel. “En la Asociación Navarra de Escritores (ANE/NIE) hay un grupillo que nos picamos y vemos a ver quién hace el mejor caligrama, que siempre es un ejercicio intelectual añadido a la creación del propio poema”.

Ya en Sangre culpable, su novela anterior, introdujo un poco esta técnica, y ahora la ha desarrollado, dotando a los versos de un ritmo o un significante distintos.

Así, muy satisfecho con el resultado el trato que le ha dado la editorial, Per Gaztelu se prepara para lo siguiente. Porque escribir, igual que componer música o participar en otras actividades culturales, “es una necesidad”.