pamplona - Oskara es un encuentro entre la cultura tradicional y la contemporánea. ¿Qué tipo de reflexiones plantea y cómo se reflejan sobre el escenario?

-Esta reflexión viene compartida, al ser un encuentro entre Kukai Dantza y La Veronal o entre yo mismo y Marcos Morau. Nosotros (Kukai) simbolizamos de algún modo la creación a partir de la tradición y La Veronal es una de las propuestas más vanguardistas dentro de la danza y las artes escénicas. El espacio escénico que planteamos es blanco, aséptico, que podría ser la habitación de un hospital perfectamente. Vemos cómo la tradición, encarnada en la figura de Erramun Martikorena, aparece débil, endeble, pero al mismo tiempo, en las reflexiones que planteamos del encuentro en la sociedad contemporánea entre la cultura tradicional y la de vanguardia se ve cómo el ser humano, desvestido de sus culturas y sus raíces, se queda en nada. Esta relación habla de nuestro propio trabajo en Kukai, ya que hacemos una reflexión contemporánea partiendo de la danza tradicional vasca.

¿Qué elementos o personas dan vida a este espectáculo?

-En el escenario participan cinco bailarines -Eneko Gil, Urko Mitxelena, Ibon Huarte, Alain Maya y Martxel Rodriguez- y el cantante Erramun Martikorena. Son los seis protagonistas del espectáculo. Es cierto que en cada ciudad que se representa tenemos la colaboración de dos o tres figurantes que también aparecen en el escenario, pero los protagonistas son estos que menciono.

Llama la atención la participación de Erramun Martikorena en este montaje de danza.

-Tiene un papel muy importante y reseñable, pero dentro del espectáculo Erramun Martikorena no es Erramun Martikorena, sino que tiene un rol. Estamos acostumbrados a verle en sus recitales de una forma concreta y por supuesto que su forma de cantar estará presente, pero tiene un papel importante e integrado con el resto de intérpretes. Además, es muy bonito verle en otro registro, dentro de la narrativa del espectáculo.

¿Cómo surgió la colaboración con Marcos Morau, de La Veronal?

-Surgió de forma natural. Desde el año 2008, Kukai, dentro de sus líneas de trabajo, incorporó la de invitar a coreógrafos de prestigio internacional que pudiesen tener una mirada hacia la danza y el arte diferente a la nuestra. Tras diferentes experiencias, como con Damian Muñoz, Virginia García o Cesc Gelabert, para mí era muy atractiva la posibilidad de trabajar con Marcos por dos motivos. Por un lado, porque a nivel de movimiento lo que plantea La Veronal y lo que plantea Kukai es muy diferente pero, a la vez, complementario. Por otra parte, La Veronal está trabajando una serie geográfica, es decir, cada espectáculo se contextualiza en un lugar en el mundo y el hecho de que una de estas se situase en la CAV y complementara estos dos mundos diferentes, me parecía muy atractivo. Hace dos años me puse en contacto con Marcos y a él le sedujo mucho la idea de indagar in situ en una tradición tan rica y descontextualizarla para jugar con sus elementos en otra narrativa.

¿Le ha resultado fácil a un coreógrafo como Morau, que viene de la danza contemporánea, introducirse en el mundo tradicional vasco?

-Hemos hecho un trabajo bastante potente en este sentido. En las diferentes residencias artísticas que ha hecho Marcos nos hemos recorrido el país de un lado a otro, hablando con expertos de música tradicional, danza, tipología o trajes, al mismo tiempo que hemos trabajado a distancia.

Menciona que las propuestas que plantean Kukai y La Veronal son muy diferentes. ¿Ha supuesto esto algún tipo de obstáculo?

-Todo lo contrario. Ha supuesto la mayor razón de que este encuentro resultase tan atractivo para todos. Indudablemente, los bailarines han tenido que hacer un esfuerzo por meterse en este universo a nivel de movimiento. Pero lo digo siempre como una cuestión positiva, porque ha sido un encuentro súper enriquecedor y la fusión entre ambos mundos ha sido muy interesante.

¿Esta pieza refleja de una forma clara la identidad de Kukai Dantza?

-Sí, totalmente. El que lo ve identifica perfectamente a Kukai y también a La Veronal, pero está viendo algo diferente de lo que los dos habían hecho anteriormente. Oskara no es comparable a ningún trabajo de La Veronal y tampoco a ninguno de Kukai. Somos reconocibles en la obra pero, al mismo tiempo, es algo especial.

¿A qué hace referencia el título Oskara?

-Al idioma, al euskera. Oskara es uno de los primeros nombres que se le dio a este idioma. También es lo que mejor refleja el espíritu de lo que queremos mostrar.

Cada vez Kukai Dantza se acerca más a la danza de vanguardia, al baile contemporáneo. ¿Temen pasarse a esa zona y perder la relación con la danza tradicional?

-No hay miedo en ese sentido. Es cierto que después de casi 15 años de trayectoria vamos acercándonos a la danza contemporánea, pero el origen de todas las creaciones se encuentra en la danza tradicional. Puede aparecer más explícitamente o menos, pero siempre está ahí. Es el sello de Kukai, y es algo que nunca se perderá.

Este espectáculo ha requerido mucho tiempo de preparación y ya lleva unas cuantas representaciones. ¿Cómo está siendo su acogida por parte del público?

-Está siendo una pasada. Desde el estreno en Donostia, las primeras funciones se llenaron los teatros. Es de esos estrenos y arranques que firmarías al comienzo de una creación. Además, ahora en mayo nos iremos a Holanda para hacer el estreno europeo, lo cual nos ilusiona mucho porque es la primera vez que vamos a presentar un espectáculo en el teatro de Maastricht.

En términos más generales, ¿considera que la fusión entre la tradición y la vanguardia en la danza tiene cada vez mayor cabida hoy en día?

-Es una cosa natural y reflejo de nuestra sociedad, que creo que es arraigada a la tradición. Las tradiciones no son algo del pasado, sino que hoy en día, en diferentes actividades, siguen estando presentes. Al mismo tiempo somos una sociedad contemporánea, avanzada, y combinan perfectamente los dos ámbitos. Esta fusión de danzas refleja nuestro estilo de vida.

Además de esta fusión, ¿considera que las raíces populares vascas pueden llegar a modernizarse?

-Creo que el simple hecho de que se vivan con naturalidad en el día a día es reflejo de modernidad. Las costumbres tradicionales también son contemporáneas, pero eso no quita que, en nuestro caso, estas tradiciones sean una herramienta de creación como cualquier otro estilo de danza.

Con motivo del Día Internacional de la Danza, hace unos días la asociación Haizea, que reúne ocho centros y escuelas de danza en Navarra, reivindicaba un tratamiento adecuado por parte de las instituciones y definía la danza como la “hermana pobre de las artes”. Como director artístico y bailarín, ¿cómo considera que está la situación de la danza hoy en día?

-Diría que en general la situación de la cultura no está bien, está un poco enferma. Muchas veces vemos cómo se nos llena la boca en campañas y en días internacionales con que la responsabilidad de la educación de la ciudadanía recae en la cultura, pero lo cierto es que las políticas culturales que se aplican no tienen nada que ver con ese discurso. Yo siempre pienso que si de verdad creemos en ello, hay que aplicar políticas culturales acordes a ello. Y es verdad que dentro de esa generalidad la danza es la hermana pobre y tal vez sufra un poco más, pero tampoco me gusta caer en este mensaje triste. Siempre pienso que las cosas se arreglan haciendo y que tenemos que hacer, pero es verdad que para eso necesitamos apoyo.