Dice Xabier Celestino (Pamplona, 1957) que, aunque pinte al óleo, lleva la acuarela en su ADN, y que quizá por eso le atrae tanto el agua como motivo de su pintura. El agua, un continuo fluir, un continuo cambio. Y el cambio es lo único constante en esta vida.
La vida, ésta, la que le ha tocado vivir, es la que inspira al artista pamplonés. Su entorno, los espacios que son escenario de su historia cotidiana, de la que Xabier Celestino se queda con lo que para los ojos de la mayoría pasaría desapercibido. “De la historia no me interesan los protagonistas, sino los extras, los secundarios; esa gente de la que sabemos muy poco”, dice. Aunque, reflexiona de inmediato, no quiere decir que esos extras sean menos importantes: “Todo el mundo es protagonista de su historia”, añade el artista, cuya obra puede disfrutarse hasta el 5 de marzo en el Pabellón de Mixtos (1ª planta) de la Ciudadela. La exposición, que reúne una treintena de óleos sobre lienzo de formatos muy diversos y un breve audiovisual, invita al visitante a adentrarse en atmósferas humanas, más que paisajísticas -aunque el paisaje sea una constante-, y a revivir tiempos y estados de ánimo, momentos de la vida aparentemente poco relevantes pero en realidad contenedores de potentes acciones y sensaciones, generadoras de relaciones humanas, de vínculos, de sentimientos. De vida.
La pintura de Xabier Celestino es una bella captura de lo cotidiano y lo anónimo que no se presenta aquí detenido en el tiempo, sino en un constante fluir. Como la lluvia cayendo o las olas del mar yendo y viniendo. Personajes indefinidos deambulando por la ciudad, o trabajando con maquinaria industrial, habitan unas obras en las que hay lugar para el arte dentro del arte -en una hermosa serie de músicos de jazz-. Iruñea, Baiona, Biarritz o París son lugares por los que se mueve el artista y en los que captura, primero con su discreta cámara fotográfica -“la fotografía es siempre el detonante”, reconoce- o en ocasiones con una libreta en la que dibuja retazos de eso que ha llamado su atención, esos momentos que luego evolucionan hasta llegar a ser pinturas.
“Es un proceso de continuo cambio. Porque cuando estoy en el lugar y hago la foto, vivo un tiempo; pero luego, cuando me pongo a pintar, vivo otro tiempo distinto, con otras emociones, otro estado de ánimo, con recuerdos o ideas nuevas”, cuenta. Y en ese proceso “muchas veces los cuadros se quedan atascados durante mucho tiempo, bloqueados; los pongo vueltos de cara a la pared y ahí se quedan, hasta que igual un día, de pronto, en un cuarto de hora termino uno de esos cuadros”. Así de caprichosa y natural es la inspiración -cuando hay trabajo y búsqueda detrás-.
El matiz
Expresionista melancólico
Xabier Celestino, que desarrolla habitualmente su trayectoria entre Navarra, País Vasco y Francia, tiene en su haber un gran número de exposiciones colectivas, además de más de una veintena de muestras individuales. Dice que si haría una lista de todos los oficios que ha tenido, sería larga. Ahora le da de comer la docencia. “De la pintura no se puede sobrevivir. Además, nunca me he preocupado de querer entrar en la historia del arte”, asegura esta artista que trabajó durante mucho tiempo en el soporte audiovidual. “Pero la pintura siempre ha sido la constante a la que vuelvo. Me ayuda a respirar, a estar en el planeta”, cuenta Celestino, quien ya expuso en Ciudadela en 2012, también en el Pabellón de Mixtos, al que ahora vuelve. En esta ocasión, comparte con el público trabajos de los últimos tres años. Su pintura, figurativa pero con un tono expresionista y melancólico, nos traslada a calles, estaciones, puertos y otros espacios urbanos. En otras ocasiones el entorno se difumina completamente para resaltar lo importante, esa figura humana, ese secundario-protagonista que activa nuestra mente y nuestra imaginación. ¿Quién es?, ¿qué hace?, ¿adónde se dirige? Preguntas a las que podríamos dar la vuelta si nos miramos en los lienzos de Celestino como en un espejo: ¿Quién soy?, ¿qué hago aquí?, ¿adónde voy? Aunque el artista no pretenda tanta intimidad con el visitante, esa es la magia del arte. Y en este caso, la brumosidad de las escenas pintadas, los reflejos del agua, ese constante cambio; las tonalidades melancólicas, muy de día de invierno, de día reflexivo, propicio para la profundidad y la calma inquieta, invitan a esa intimidad con los lienzos.
“Me gusta el día a día. Si estoy en invierno, temas de invierno; si llueve, la lluvia. Si es verano, el verano”, dice el artista, aunque se descubre matizando que “en un día soleado, ahora que lo pienso, no suelo sacar la cámara de fotos del bolsillo. Me interesan otras atmósferas, esas en las que la luz flota en la humedad”, cuenta tratando de definir y acotar con expresiones lo que siente su yo artista. “No soy de demasiadas palabras”, reconoce Xabier Celestino.
Su pintura ya lo apunta todo.
La exposición: dónde, cuándo. En el Pabellón de Mixtos (1ª planta) de la Ciudadela, hasta el 5 de marzo. De martes a viernes de 18 a 20.30 horas; sábados de 12 a 14 y de 18 a 20.30 horas, y domingos y festivos de 12 a 14 horas.
El autor. Celestino comenzó sus estudios de Artes Plásticas en la Universidad de Vincennes (París) y se licenció en Bellas Artes en la UPV, en la especialidad de Audiovisuales. Atesora algunos premios de los concursos de pintura al aire libre; ha impartido cursos de acuarela y audiovisuales en muchas localidades de Navarra y Gipuzkoa y, actualmente, es profesor de Artes Plásticas en Barañáin.