El proyecto que acoge el Museo Oteiza, hasta el próximo 28 de mayo, es un viaje a través de una selección de los ‘Objetos Hallados’ de Ferrant, donde el autor dota a varios elementos naturales su propia realidad, que el visitante podrá reinterpretar.
El entorno natural que abraza al Museo Oteiza se convierte en un marco perfecto para Mutación poética. Naturaleza viva en los objetos de Ángel Ferrant, 1945-1950, el proyecto que desde ayer acoge entre sus paredes el centro navarro. Un espacio de reflexión en torno a la relación entre naturaleza y escultura en la obra de Ferrant a través de una muestra expositiva y un aula experimental. El proyecto, además, se complementa con la edición de una publicación monográfica.
La muestra expositiva de Mutación poética. Naturaleza viva abarca un conjunto de sesenta esculturas, fotografías originales del autor y elementos documentales cuyo centro es una selección de los Objetos Hallados de Ferrant: una serie de obras realizadas en 1945 a partir de materiales que encontró paseando por la playa gallega de Fiobre. Guijarros, conchas, maderas... Todo ensamblado por el artista, genio a caballo entre gestos de la infancia e impulsos creativos.
Bien podrían ser el resultado de una lucha entre creación y destrucción, como planteó ayer la comisaria del proyecto, la arquitecta y docente Clara Eslava. Un baile entre la naturaleza existente en el mundo y la propia naturaleza encontrada en los objetos de Ferrant, donde la creación del artista dialoga con la destrucción de una manera singular, tanto que incluso él mismo destruyó parte de su obra. Tan solo quedan testimonios fotográficos -presentes en la muestra- y una publicación acerca de las obras creadas por el autor en 1932, quien dio la vuelta a su propio tablero artístico para comenzar de nuevo su partida.
un sueño de verano Las obras de la muestra pertenecen a un periodo muy concreto, de 1945 al 1950. Si bien antes, allá por 1935, el autor había trabajado con objetos en desuso para realizar un taller creativo con niños, el giro creativo que envolvió al autor en 1945 le hizo tejer con nuevos mimbres su trabajo: el uso, en su mayoría, de elementos de la naturaleza.
Sus esculturas ya no eran objetos en desuso que, envueltos en el contexto del arte, adquirían otra interpretación. Ferrant inició un juego de mutación poética, donde al tomar un guijarro encontrado en la arena y sacarlo de su escenario natural, el escultor podía “apreciar en el objeto la fuerza de la naturaleza que lo ha modelado, como primer constructor de la obra escultórica”, afirmó la comisaria del proyecto.
Esa otra mirada de Ferrant sobre estos materiales naturales se torna poética y acciona al propio autor: les pone nombre, combina, recompone, muta, transforma... Y, finalmente, acompaña a cada obra de un título.
Precisamente, estos títulos están plasmados en una las paredes que rodean las obras del escultor madrileño, como si una nube de breves micropoemas flotase sobre las mismas creaciones. Aunque, tal vez, el nombre sea lo de menos.
El propio autor se refería así, en un manuscrito, a dichos títulos: “Fueron bautizadas recién nacidas, hace años, con un título literario, tal vez sugestivo, pero en rigor tan ajeno a su naturaleza, como en cierto modo pueden considerarse los nombres de las personas respecto a su carácter, ya que quien se llama Pedro puede llamarse Juan”.
transformar la realidad La muestra recoge varias obras en las que el escultor reinterpreta la realidad. “Transformamos el guijarro en la playa cuando lo miramos, al igual que transformamos la realidad cuando nos comprometemos con ella a través de la acción”, aventuró ayer Clara Eslava. Todo se parece a algo, tituló Ferrant a uno de sus escritos, una forma de desmarcarse del debate entre abstracción y figuración, que le permitía a sí mismo jugar dentro de su propio mecanismo creativo, como un encuentro entre el hacer y deshacer. Incluso el propio montaje de la exposición se transforma, ya que Ferrant nunca dejó plasmado cómo exponer sus obras, lo que supone un propio tablero cambiante a la hora de organizar la muestra.
La composición de las obras escultóricas de Ferrant, con objetos como conchas, guijarros o maderas, varía entre unas u otras y genera diferentes sensaciones, con algunas de las piezas más definidas que otras, en las que se juega con los elementos. La comisaria del proyecto invitaba a reimaginarlos, verlos como detonantes de otras realidades posibles. Pero sí destacó la voluntad de Ferrant por rescatarlos y colocarlos sobre un soporte. “El discurso del soporte es muy importante en el conjunto de estos objetos, cuáles llevan soporte y cuáles no. Es una manera de mirarlos de una u otra forma. En el caso de los tableros, es trabajar casi bajo un relieve en el que el tablero se vuelve motivo de discusión”, afirmó.
Los mencionados tableros, que eran cambiantes, están ubicados al final de la muestra. Tres de los tableros se encuentran perdidos, pero hay fotografías de todos ellos. El movimiento y cambio de piezas se realizaba con un todo un montaje de hilos y alambres que los tableros llevaban en la parte de atrás, dando forma a un artilugio que permitía ofrecer nuevas obras con cada movimiento, moviendo las piezas que estaban sobre el soporte hacia posiciones diferentes. Toda una declaración de intenciones de Ferrant acerca de sus obras, en constante transformación. Aunque de momento no se han podido poner en funcionamiento, la muestra recoge varias fotografías que retratan diferentes posiciones de las piezas sobre el tablero.
Ferrant se sumerge en una doble búsqueda hacia el mundo de lo primitivo, entendido como origen, pero también hacia la infancia. “Ambos mundos generan un extraño paralelismo, porque no debemos comprenderlos como iguales, pero de alguna manera hay hilos invisibles que los conectan y para los artistas de vanguardia hubo una doble relación entre esos mundos originarios, de volver a cero, refundar y volver a nacer”, afirmó Clara Eslava. Y fue más allá: “El movimiento perpetuo lleva a la transformación de nuevo, a la metamorfosis que de alguna manera nos vuelve a conectar con el juego del niño en la playa, del niño que crea.” Por ello también mencionó el propio museo como escenario, donde “la imagen y el recuerdo que todos conocemos de Jorge Oteiza era en su playa de Orio, en contacto con el cielo y el sentimiento del vacío que da origen a su impulso creativo”, afirmó.
iluminación adaptada La exposición también recoge varios libros que muestran fotografías realizadas por el propio Ferrant sobre sus obras, que descubren cómo el autor, “juega con el claroscuro en la iluminación y en los fondos, con una iluminación rasante- desveló la comisaria del proyecto-. De alguna manera no es la iluminación habitual de una fotografía de una obra de arte de un museo, que es mucho más neutra”. Este tipo de iluminación se ha trasladado, en la medida de lo posible, sobre su obra Tres mujeres, donde la piedra blanca que da forma a la escultura deja entrever esas sombras.
Como recalcó Clara Eslava, Ferrant era “conocedor de las vanguardias, pero renunció a ellas por voluntad propia, al igual que lo hizo a perdurar. También a algo más fácil, ya que venía de una familia artista y su abuelo, tío y padre tenían obras en el Museo del Prado”. De hecho, su padre en 1860 decoró el salón de tronos del Palacio de Navarra, pintando cuatro retratos y cinco composiciones de género por encargo. Pero Ferrant hijo era un artista vivo.
AULA EXPERIMENTAL También viva estará su exposición gracias a un aula experimental integrada como broche final a la visita. En dicha sala, que estará abierta permanentemente durante el horario de la exposición, habrá disponibles diferentes materiales, como los usados por Ferrant en sus obras, para que el visitante pueda desintelectualizar las obras vistas y hacer suyo el concepto y mensaje a su manera, experimentarlo. Asimismo, también se realizarán varios talleres, tanto con colegios como con adultos o niños que busquen participar.
Como colofón a la visita, una pizarra invita a dejar un mensaje propio, que pasará a unirse a aquella nube poética donde también flotan los títulos del escultor. La mutación natural está al alcance de cada mano.
Proyecto sobre tres ejes. ‘Mutación poética. Naturaleza viva en los objetos de Ángel Ferrant, 1945-1950’ cuenta con una muestra expositiva que reúne esculturas del autor, fotografías hechas por él mismo y varias publicaciones. También se ha creado un aula experimental con diversos materiales para que cada visitante pueda crear sus propias obras y experimente desde una actividad lúdica. Además, se ha editado una publicación monográfica sobre el proyecto.
Actividades pedagógicas. Como apoyo a la iniciativa y tomando el arte como una vía pedagógica, se han programado diferentes talleres como ‘Taller en familia. Arte y objetos hallados’, un acercamiento al universo de Ferrant ‘Taller infantil. La naturaleza entra al Museo’, una transformación de materiales naturales que se encuentran en el Valle de Egües; y ‘Sonidos del agua y de la tierra’, con Mikel Arce, tomando como escenario de trabajo el entorno del Molino de San Andrés de Villava y realizando ejercicios que ayuden a comprender la construcción de una pieza sonora en la naturaleza. Más información sobre los talleres en didactica@museooteiza.org.
Visitas guiadas. Se realizarán visitas guiadas al público general previa retirada de entrada del museo el 26 de marzo y el 16 de abril. Inscribirse en 948 33 20 74.