CONCIERTO DE MELENDI
Lugar: Pabellón Anaitasuna. Incidencias: Tras las dos suspensiones en el campo de fútbol de Burlada, finalmente pudo celebrarse el concierto de Melendi en el Pabellón Anaitasuna, que se llenó de un público que coreó todas y cada una de las canciones.
Admitámoslo: de un tiempo a esta parte, Melendi se ha convertido, para muchos, en algo así como el anatema del pop español. Una especie de anticristo que, con solo nombrarlo, despierta todo tipo de escarnios, odios y animadversiones. Algo parecido a lo que sucedió con Ramoncín en la época del canon digital. Y uno, que no conoce su discografía (más allá de algunas canciones indiscriminadamente radiadas), se pregunta si hay razón para tanta inquina. ¿Es tan mala su música como proclaman sus detractores? Después de verlo en directo, hay que decir que no. La propuesta de Melendi es perfectamente equiparable a la de la inmensa mayoría del pop mainstream nacional. Sus canciones han mutado desde la rumba canalla de sus inicios, al estilo de Estopa, hasta un pop rock inofensivo, sin aristas, que le sitúa cerca de otros artistas como Dani Martín o La Oreja de Van Gogh.
El sábado pasado pudo celebrarse, por fin, su dos veces cancelado concierto en Navarra. Finalmente, el evento tuvo lugar en el pabellón Anaitasuna, con importantes medidas de seguridad instaladas en sus accesos debido a los recientes ataques terroristas. Una vez dentro, miles de personas llenaban el recinto. El público era, y conviene destacarlo, muy heterogéneo en sexo y edad; en las primeras filas predominaba la gente joven, mientras que en las gradas la edad iba ascendiendo, llegando a albergar a familias enteras (con abuelos, padres y niños). El enorme tamaño del escenario hacía prever un gran espectáculo de luz y sonido, y así sucedió en cuanto los músicos pisaron el escenario y comenzaron a interpretar temas como Hijos del mal o Existen los ángeles.
Tras dos canciones, Melendi se presentó citando una canción de Ismael Serrano (Canción de amor propio), antes de lanzarse con De pequeño fue el coco, claramente inspirada en la anteriormente citada. Todas las canciones fueron excelentemente bien acogidas, aplaudidas y coreadas, pero el primer momento de delirio llegó con Un violinista en el tejado. Uno de los aspectos objetivamente incuestionables fue la calidad de la banda que acompañaba al asturiano; su corista, Esmeralda (que ocasionalmente tocó la guitarra y percusión), se ocupó de la voz solista en la introducción de Como una vela. Junto a ella había otros tres guitarristas, piano, bajo y batería, un gran montaje de luces y nada menos que trece pantallas de televisión emitiendo proyecciones e imágenes del concierto.
Por lo demás, fueron mayoría los medios tiempos y las baladas (Destino o casualidad, Un amor tan grande), pero también hubo varios bloques que, como flashes, recuperaban su pasado rumbeo (Te quiero como el mar, Caminando por la vida). En realidad daba igual, porque el entusiasmo entre el público fue absoluto hasta la misma despedida con Billy el pistolero. Melendi seguirá siendo objeto de las chanzas de unos y del apoyo incondicional de otros. Honestamente, tras lo visto en el Anaitasuna, ni tanto ni tan calvo.