pamplona - “Estrenar en casa, con la orquesta de aquí, en el teatro en el que bailaba cuando estaba en la escuela, tiene su punto de ilusión”. Entre nervioso y emocionado, con los últimos ensayos tintineando, el navarro Iñaki Cobos apuntaba ayer algunas de las claves de los figurines que ha creado para El Cascanueces.

¿Cómo se afronta un reto como El Cascanueces, inserto en el imaginario popular, a la hora de diseñar los figurines?

-Hablando con José Carlos, la idea para el ballet era que se mantuviese la estética tradicional para que fuera reconocido como un ballet clásico. Ese fue el punto de partida, a lo que sumamos otra idea, que era la de no llevarlo a lo naif, que es a lo que se suele tender con este ballet, dándole una vuelta para actualizarlo.

Ciento cuarenta trajes, una equipación a la altura de muy pocos montajes en la actualidad. ¿Cuánto tiempo te ha costado plasmarlos y cuándo empezaste a trabajar en ellos?

-La idea se empezó a gestar hace más o menos dos años, y desde entonces, he estado trabajando a tope con ello, ya que todos los trajes tienen mucho número de tejidos, que es lo que enriquece la producción, y gran parte se ha teñido, sobre todo en el primer acto, ya que los tejidos con los que se ha trabajado eran blancos y teníamos que darle el ambiente de época, jugando con los matices de forma que al ojo se vea que no es un traje nuevo sino de la época. Todo este trabajo hace que los tiempos se alarguen porque necesitas periodos largos para elecciones, pruebas...

¿Cuándo y cómo llegó Iñaki hasta José Carlos Martínez, director de la Compañía Nacional de Danza, que le convenció hasta el punto de otorgarle una responsabilidad tan clave como son los figurines de El Cascanueces?

-Desde muy pequeño me ha gustado el mundo el mundo del espectáculo y la costura, pero asociada a algo más que no fuera solo la moda, a la época, por ejemplo. Empecé a formarme como bailarín pero nunca dejé de lado lo que también era mi pasión: coser y diseñar. Así que cuando dejo de bailar, ya había realizado vestuario para diferentes espectáculos y compañías, como la de Almudena Lobón, donde bailaba. Gracias a esos vestuarios, José Carlos se puso en contacto conmigo cuando creó Don Quijote, el anterior ballet clásico de la compañía, para el que realicé todos los tutús. Y, a partir de ahí, comenzamos una relación de trabajo, que me llevó a diseñarles cosas como el cisne negro.

Llega el momento del estreno, el instante en el que el círculo se cierra y tus trajes saltan a escena. ¿También estará Iñaki metido entre bambalinas en la vorágine de los cambios viendo cómo tus creaciones vuelan...?

-Tienen unos cuantos cambios, sí. Yo no voy a estar metido, la compañía tiene un equipo estupendo para ello, ya que no solo son los trajes y vestidos, también están los sombreros, botas, escopetas, la caracterización, unas 50 coronas, pelucas...