pamplona - A golpe de mail, Jose Mari Esparza hace un somero repaso a sus memorias, que son a su vez las de la editorial Txalaparta. Historia viva de Euskal Herria.
¿Qué han sido y qué son para Jose Mari Esparza los libros... y sus libros?
-Los libros son pura lujuria, nos dijo Patxi Larrainzar. Si además son tu profesión y tu vocación, lo tienes todo. En cuanto a mis libros, espero que hayan servido a alguien para mirar su entorno con las gafas de la heterodoxia.
Apología... ¿de qué?
-De la insumisión, de la rebeldía, de la libertad, del que no se calla, del que señala al rey desnudo, del que se compromete con las utopías. Y apología de todos los editores vasconavarros que desde el siglo XVI han editado bajo mordaza, o desde el exilio. O que fueron fusilados, como los navarros Bengaray o García Enciso.
¿Qué le llevó a un joven tafallés a lanzarse al mundo editorial? Porque, desde luego, el afán de hacerse millonario no creo que fuera...
-Comenzamos hace casi 50 años editando panfletos antifranquistas en una vietnamita y acabamos editando enciclopedias sobre la memoria histórica. Me siento orgulloso de los dos extremos, pues ambos responden a un mismo recorrido vital y peleón. En cuanto a los millones, presumimos de ser una empresa sin ánimo de lucro, pero eso no tiene ningún mérito. Lo difícil en el mundo del libro vasco es hacer lo contrario.
¿Cómo recuerda aquel nacimiento, nadando entre Altaffaylla y Txalaparta?
-Altaffaylla comenzó como una editorial local, con vocación de servir al Ager Vasconum de Navarra, y a reivindicar su memoria. Txalaparta asumió ese papel periférico, y por eso se instaló en Tafalla, para trabajar todas nuestras periferias: la territorial, la del euskera, la política. Sin duda, algo hemos contribuido a fortalecer la trinchera vascona de nuestra tierra.
Al margen, lógicamente, de la edición de libros, ¿cuáles fueron los objetivos de la editorial al nacer y cómo han ido evolucionando con el tiempo?
-Cuando nacimos habían desaparecido docenas de editoriales de izquierdas, barridas por los aires reformistas y olvidadizos de la Transición. Comenzamos a editar contracorriente, mostrando la otra cara de la moneda, lo que ocultaban los medios de comunicación españoles, las autoras y autores malditos de todo el mundo. El catálogo, evidentemente, evoluciona y ahora editamos también libros sobre feminismo radical, novela gráfica o veganismo, pero el objetivo sigue siendo el mismo. Editar, diría el Che, “es sembrar conocimiento, memoria y conciencia”.
Ser director de la editorial Txalaparta, ¿ha sido una profesión de riesgo?
-Podríamos editar un mamotreto con las amenazas, anónimos, multas, juicios, boicots, ataques informáticos y prohibiciones que hemos sufrido durante muchos años. Y eso que, insistimos, lo más violento que hemos hecho ha sido el servicio militar en el Ejército español. Con todo, tuvimos suerte, y no nos cerraron como a Egin, Egunkaria o las revistas Kale Gorria y Ardi Beltza. Docenas de periodistas y de agentes culturales han sido detenidos estos años, torturados o condenados. Cuando se cansen las cacatúas y cesen las mordazas, se podrán contar muchas cosas de lo ocurrido en Euskal Herria durante estos años.
¿Cómo definiría la vinculación política de Txalaparta?
-Somos una editorial navarra, o vasconavarra, de izquierdas e internacionalista. Y por serlo, somos apasionados independentistas. Independentistas, como nos decía el filósofo Ulises Mounlins, de las 400 naciones y pueblos que piden un lugar en el mundo. Un mundo respetuoso, ecologista dice él, con todas las lenguas, culturas y minorías. Ergo, igualitario. Nuestro catálogo es un escaparate de esa diversidad política y cultural que propugnamos.
Entre otros frugales encuentros, a finales del siglo pasado charló durante muchas horas y varios días con Joseba Sarrionandia en La Habana. De aquellas largas conversaciones, ¿qué es lo que ha permanecido en el recuerdo?
-Lo más cómico, que me salvara de la mordida de un cocodrilo. Lo más crudo, la narración de sus torturas. Lo más político, su visión del conjunto del país, un tanto ingenua y bonachona, como si todo el monte eus-kaldún fuera orégano. Lo más interesante, su vida privada, pero eso lo contará él, si quiere. Escribir sí que sabe.
¿Qué es lo que diferencia a Txalaparta del resto de editoriales?
-Que editamos los libros que otros no se atreven o les dan calambres. Muchos libros llegan a nuestro sello tras recoger negativas en otros lugares. No resulta fácil editar a calzón quitado sobre el conflicto vasco, sobre las miserias de los Borbones, la corrupción, la violencia policial, la tortura, la rapiña de la Iglesia, el estado sionista, las mafias bancarias, la situación de las cárceles o la independencia de Catalunya. Aparte de esto, todos los editores queremos editar bellos libros de literatura, buenos ensayos, biografías, guías, cuentos infantiles, etc. Pero son pocos los editores que se arriesgan a iluminar cloacas o a dar voz a la gente perseguida.
Navarra, 1936. De la Esperanza al Terror, editado en 1986, fue el primer gran éxito. Además de poner la primera cifra a los fusilados en Navarra tras el golpe militar. ¿Qué recuerda de aquella edición y qué cree que ha significado para el devenir editorial, social e histórico de Navarra?
-Aquella obra fue pionera en todo el Estado, que sigue creciendo en el tiempo. Dentro de pocos días aparecerá la décima edición, con cientos de nuevos nombres de fusilados y fusiladas. Es una obra madre, que dio paso a otras muchas más, entre ellas los nueve tomos de la guerra civil en Euskal Herria. Con ella nos hicimos editores.
¿Por qué optó por el nombre de Txalaparta? ¿Es cierto que un organismo oficial confundió las makilas con los fusiles y se negó a distribuir vuestros libros?
-La txalaparta es un instrumento ancestral de comunicación y llamada. Es un buen nombre para una editorial. No podíamos imaginar que en Madrid confundieran nuestras inocentes makilas con fusiles y se negaran a aceptar nuestros libros. Viene a ser una metáfora de todos los prejuicios que hemos tenido que sortear y de todos los sambenitos que nos han endosado. En el fondo no estaban tan equivocados: la palabra escrita puede ser un arma muy poderosa.
Cuando mira hacia atrás y ve todo lo publicado, ¿qué siente?
-Nostalgia, por todos los compañeros, autores y autoras que se han quedado atrás. Hay mucho amor, detrás de más de mil libros editados. Y también una brizna de melancolía, pues a pesar de todo lo que se ha publicado, de todo lo que se ha luchado, vamos a dejar un mundo mucho más inhóspito del que encontramos. Pero ahí seguiremos, como Pulgarcito, dejando libros, en lugar de migas de pan, que nos permitan reencontrar el camino.
Ahora, con los ebook llamando a la puerta y el mercado digital abriéndose paso a marchas forzadas, ¿cuáles son los principales retos que va a afrontar Txalaparta a corto y medio plazo?
-Los mismos que tienen todas las editoriales. El problema no son los ebook, ni los modernos medios de comunicación, ni la crisis económica. El problema es el alejamiento de la lectura de las nuevas generaciones. Paradójicamente, están todo el día leyendo, pero cada vez con menos capacidad de sumergirse en libros, interactuar con ellos, crear su propia biblioteca en los anaqueles de la memoria. Hace tiempo que venimos pidiendo a nuestro Gobierno la formación de una Mesa del libro en Navarra para analizar este y otros problemas, pero el cambio todavía no ha llegado a este tema.
Txalaparta no solo ha trabajado por y para Euskal Herria, sino que además forma parte de la Asociación de Editores Independientes, junto con editoriales de Uruguay, Chile y México. ¿En qué ha consistido, y consiste, esa labor editorial con marcado tinte internacional?
-Nosotros trasladamos al campo de la edición el axioma del movimiento obrero: la unión hace la fuerza. Desde los inicios estuvimos buscando alianzas con otros editores, para defendernos de los grandes grupos editoriales que amenazaban lo que bautizamos como bibliodiversidad. Esto que parece tan simple no era nada fácil entonces, por los egos y exclusivismos de los editores. Al final encontramos almas gemelas, creamos una alianza y comenzamos a colaborar y coeditar. La Unesco y una fundación europea, preocupadas por la sequía cultural que podría suponer la globalización, se fijó en nosotros y comenzó a apoyar los encuentros de la Alianza de Editores Independientes. Hoy día son más de 550 las editoriales de todos los continentes unidas por el intercambio justo, la edición en todas las lenguas, la lucha contra la censura y la consideración del libro como algo que no puede dejarse en manos exclusivas del mercado. La Alianza ha contribuido a importantes acuerdos de la Unesco y de la ONU sobre la diversidad cultural, y nos llena de sano orgullo haber estado en la génesis.
A día de hoy, ¿es realista y factible la frase “soy un editor independiente”?
-La verdad es que los realmente independientes son las grandes multinacionales del libro, porque pueden hacer lo que quieren. Los demás somos cautivos del mercado, de los grandes circuitos del libro, de las leyes y censuras. Un editor independiente es aquel que tiene vocación de ser libre y edita para que lo sean los demás. Luego, da igual las limitaciones que tenga. Incluso bajo leyes mordaza, ya somos libres, diría Bergamín, “como libre era Cervantes en la cárcel de Sevilla”.
“Somos una editorial navarra, o vasconavarra, de izquierdas, internacionalista e independentista”
“Podríamos editar un mamotreto con las amenazas, anónimos, multas, juicios y boicots que hemos sufrido”
“Editamos los libros que otros nos se atreven o les dan calambres”
“El problema no son los ‘ebook’ sino el alejamiento de la lectura de las nuevas generaciones”
“Trasladamos al campo de la edición el axioma obrero: la unión hace la fuerza”
“Las realmente independientes son las grandes multinacionales porque hacen lo que quieren”
Escritora/a al que ha siempre ha querido editar y no ha podido... hasta el momento.
-A mi amiga Eider Rodríguez.
‘Su libro’, entre todos los publicados por Txalaparta
-Es como tener que elegir entre los dedos de las manos. Por citar uno, Aguafuertes vascas, de Roberto Arlt.
El proyecto que más sudores le ha costado publicar.
-Los más de 50 tomos de nuestras enciclopedias sobre la Memoria. Hemos clavado una pica en el futuro.
Próximos proyectos de Txalaparta para 2019
-Celebrar con nuestros suscriptores y suscriptoras el XXX Aniversario.
Aquel libro que se quedó en el tintero.
-¡Tantos! Por ejemplo, me hubiera gustado editar Lizarra-Garazi: Final feliz.
¿Cuantos libros ha tirado por la ventanilla del coche?
-Ya veo que te has leído el libro.