pamplona - Sergio Peris Mencheta es el responsable de la adaptación y dirección de este texto del francés Sèbastien Thièry que podrá verse mañana (20.00 horas) en el Teatro Gayarre. En la escena de arranque, una situación aparentemente normal. Cotidiana. El señor y la señora Carnero cenan tranquilamente en su casa cuando de pronto suena el teléfono. Pero los Carnero no tienen teléfono. El misterioso interlocutor insiste en hablar con un tal señor Schmitt... Y lo que es más extraño aún, los Carnero descubren que están encerrados en una casa que no parece su casa, los cuadros han cambiado, los libros no son sus libros, la ropa de sus armarios no les pertenece... El pánico se apodera de todo. La pesadilla no ha hecho más que comenzar.

En medio del rodaje de la serie Toy Boy, el nuevo proyecto de Cristina Castaño tras dejar su papel de la peculiar psicóloga Judith Bécker en La que se avecina, habla de los entresijos de esta propuesta escénica.

¿Cómo surgió la oportunidad de trabajar en este proyecto?

-Yo conocía a Sergio (Peris-Mencheta), fui a verlo a una función de Lluvia constante, cenamos juntos después y me habló del proyecto. Me dijo que tenía una obra de teatro que le había pasado David Serrano en la que Javi (Gutiérrez) estaba interesado y me ofreció el papel de la señora Carnero. Y me involucré también como productora.

¿Qué le pareció la propuesta?

-Me pareció un caramelo. Venía de interpretar a Sally Bowles en Cabaret y para mí era difícil encontrar un proyecto nuevo. Cabaret fue muy grande para mí, así que este proyecto me vino como un regalo. No podía escoger mejor compañero ni mejor director. Fue lo que estaba buscando.

¿Es la primera vez que trabaja con Sergio Peris-Mencheta después de la serie de los años 90 Al salir de clase?

-En realidad sí. Íbamos a coincidir en una historia de cine independiente, pero él al final no la hizo, y aunque hemos estado en contacto durante todos estos años, es la primera vez que trabajamos juntos, y además con él como director, después de la serie.

Y ahora que no nos oye, ¿cómo es como director Sergio Peris-Mencheta?

-(Ríe) Tiene muy claro qué quiere, sabe transmitirte las cosas con cariño, te hace sentir bien... Pero no te pasa una. Es exigente. Hasta que no les das lo que quiere, te lo va a estar recordando. Él está muy trabajado en ese sentido, y como es actor, sabe lo que los actores necesitamos. Nos habla a cada uno como debe para que nos llegue y entendamos lo que nos pide. Personalmente, a mí me está sacando de mi zona de confort y me está dando una vuelta, me está exigiendo cosas nuevas como actriz.

¿Escucha e incorpora sus aportaciones?

-Sí, sí. Él es muy creativo como actor y propone cosas constantemente. Le gusta ser parte activa de la creación. Y hace lo mismo cuando es director, escucha a los actores y lo que le gusta, vale, y lo que no le gusta, te lo argumenta y te dice que no. Yo también soy muy creativa y necesito dar mi punto de vista sobre la función, sobre el personaje, sobre lo que sucede. Necesito decirlo en alto y contrastarlo con el director.

Al salir de clase fue una auténtica cantera de actores, muchos de los cuales siguen trabajando en esto. ¿Qué supuso para Cristina Castaño?

-Para mí fue una proyección muy grande. De pronto entré en la serie de televisión de más éxito del momento. Y allí había, en efecto, una cantera de gente que entonces empezaba a trabajar. Estar dos años en la serie fue una escuela tremenda a todos los niveles. Con muchos compañeros he coincidido bastante después con el paso de los años.

También coincide con César Benítez, creador de Al salir de clase, en la serie que está rodando ahora, Toy Boy.

-Ha sido muy bonito que veinte años después me haya regalado el personaje de Macarena en Toy Boy. La gente se va a sorprender mucho, para mí supone un cambio muy potente de registro y de imagen. También es un personaje que estaba buscando, sin duda.

¿Necesitaba desprenderse un poco del personaje de Judith de La que se avecina y adentrarse en otros desafíos interpretativos?

-Cualquier actor necesita desafíos. Y más cuando vienes de interpretar a un personaje muy característico como es el de Judith Bécker. Mucha gente piensa que solo sabemos hacer lo que nos ha visto hacer durante mucho tiempo. Eso es así. Lo puedes ver en comentarios o en críticas, donde ves que el público no esperaba que pudiera hacer cosas como Cabaret o encarnar a la reina Constanza de Borgoña en Al final del camino, cuando realmente yo ya venía de hacer drama en Herederos. Quiero decir que hasta que te sitúas en la profesión y todo el mundo ve la clase de actriz que eres, necesitas estar demostrando mucho. Y me viene muy bien el personaje de Macarena en Toy Boy por eso mismo.

Volviendo al teatro, ¿quién es la señora Schmitt o Carnero o como se llame?

-Es complicado hablar de esta historia sin anticipar nada. La señora Carnero es la esposa del señor Carnero, que interpreta Javier Gutiérrez. Ambos forman un matrimonio burgués, acomodado, que lleva 25 años junto. Él es un oftalmólogo, ella se queda en casa, y la obra empieza con los dos cenando en silencio. Creo que todos podemos reconocer a esa pareja en nuestros padres, en nuestros abuelos... Para mí ella representa la adaptabilidad, la supervivencia... Podría hacer un análisis maravilloso, pero después de que vieras la función. La obra tiene muchas lecturas. Aparentemente es una comedia, cuando leí el texto en mi casa me moría de la risa y todavía hoy nos pasa, es desternillante, pero a la vez tiene una carga filosófica, existencialista y de una profundidad... Hay tantas capas. La gente se queda muy descolocada porque se está riendo y de pronto se da cuenta de que le están contando otra cosa diferente a la que pensaba.

El humor, en este caso más bien absurdo, suele ser un buen vehículo para contar cosas muy serias.

-Sí, el que quiera puede sacar distintas lecturas. El público sale de la función intentando buscar respuestas a cosas que han sucedido en el escenario. Todo parte de una situación absurda, pero que los personajes la viven como algo muy real. La obra da para situaciones desternillantes y también para pararte a pensar.

¿Alguna vez se ha sentido así, con la sensación de que perdía contacto con la realidad, que fingía ser alguien que no era o que no aceptaba quién era?

-Todos nos hemos sentido alguna vez así. Todos hemos intentado ser personas que somos, nos hemos visto fuera de una situación y hemos tenido que adaptarnos a ella aun sabiendo que era totalmente absurda, pero por una convención social hemos tenido que sonreír o que tragar. Esto está presente en nuestra vida a diario. Desde que nos dicen cómo tenemos que vestir, qué tenemos que comer, cómo opinar, cómo tiene que ser una mujer, cómo debe ser un hombre, qué es la belleza... Todo esto está metido en nuestro ADN y en el momento en el que te sales de eso, aunque sea la decisión más lógica y correcta del mundo, estás fuera del sistema. La función habla un poco de eso, de cómo alzar la voz y no parecer un loco. Todos vivimos en un lenguaje creado, en una convención social y por muy injusta que sea, que lo es y a veces mucho, seguimos hacia delante con ella. Quizá la señora Carnero hace eso, acepta la situación y sobrevive.

Es cierto que vivimos en un mundo dominado por la apariencia; ahí están las redes sociales, donde la gente muestra quién es o, muchas veces, quién no es.

-Absolutamente. Es un mundo de la apariencia. Fíjate, por ejemplo, cómo se usa el Photoshop, cómo te cambian la cara, te mejoran entre comillas. Se acepta que una portada de revista la modelo o la actriz esté retocada. Lo aceptamos y nos callamos; si una modelo sale y lo denuncia, seguramente no volverá a trabajar. Es terrible, pero la realidad es así.

¿Cómo es trabajar con Javier Gutiérrez al lado?

-Me tiene enamorada (ríe). Es un lujo tener a un actor como Javier Gutiérrez dándote la réplica. Ya no solo por el talento enorme y la experiencia que tiene, sino también por la humildad, la generosidad, el compromiso... Para mí este proyecto está siendo un regalo y un aprendizaje a muchos niveles. Además, hay mucha química entre nosotros. Cuando encuentras un actor con el que tienes química, es un lujo para el espectador y también para nosotros, porque así disfrutamos mucho más. Lo más bonito que me han dicho es que parecemos un matrimonio de verdad. Es genial, porque físicamente no entramos dentro de ningún canon, pero las energías se mezclan y acabamos pareciéndolo.

Para él el teatro es como la gasolina, ha dicho alguna vez, ¿y para Cristina Castaño?

-Por supuesto. El teatro te da oportunidades que no te dan ni la televisión ni el cine. Vivir la compañía, girar con ella, el público... Es muy bonito sentir el cariño del público en directo. En este caso estamos llenando todos los teatros, y eso te da la medida de cómo te está recibiendo el público. A mí eso me llena. Además, el teatro te permite interpretar unos textos y profundizar en ellos. La primera función que haces de una obra no es la misma que la que haces dentro de un año. Eso es muy rico.