wiesbaden (alemania) - Eduardo Chillida ha vuelto a Alemania, “su segundo hogar”. El museo de la ciudad alemana de Wiesbaden, hermanada con Donostia, acogió ayer la inauguración de una retrospectiva completa sobre su trayectoria y la relación del escultor donostiarra con el país germano. A la muestra, titulada Eduardo Chillida-Arquitecto del vacío y que cuenta con más de un centenar de obras cedidas por el Museo Chillida Leku y por otras instituciones alemanas, asistió una delegación del Ayuntamiento donostiarra encabezada por el alcalde Eneko Goia.

“Muchas veces mi padre se preguntaba las razones por las que su trabajo se recibía tan bien en Alemania y se contestaba: Yo no hablo alemán, pero mi obra seguro que sí”, contó ayer en la presentación Ignacio Chillida, hijo del artista y encargado de la supervisión de la exposición. La relación de Chillida y Alemania surgió a comienzos de los 80 y se prolongó durante más de dos décadas, en las que el donostiarra diseñó numerosas obras públicas que a día de hoy continúan expuestas. Esa unión ocupa la mayor parte de la exposición del Museo Wiesbaden, ya que en ella se exhiben siete de los ocho proyectos que el artista creó para Alemania. No obstante, la exposición va más allá y hace un repaso a buena parte de su obra, incluidos sus primeros años como estudiante en Francia. “En la primera sala está lo que hizo en París -Chillida vivió allí entre 1948 y 1952- y sobrevivió, ya que muchas de las piezas de entonces las destruyó porque no le gustaban”, relató el hijo del escultor. En esta primera época, el trabajo de Chillida estaba claramente influenciando por el periodo arcaico y la cultura griega. No es hasta 1958 cuando el artista comenzó a trabajar con el material que a la postre caracterizaría su trabajo, el hierro. De ese primer contacto con este material el museo reúne en la segunda sala cuatro esculturas de gran tamaño prestadas por diferentes instituciones germanas.

La tercera sala está dedicada en exclusiva al Peine del Viento. “Era obligado meterlo. El Peine ha sido muy importante en el hermanamiento entre las dos ciudades y es nuestra principal carta de presentación”, afirmó Ignacio. Las dos siguientes salas se centran en los numerosos tributos que el artista llevó a cabo. “Le dio por homenajear a mucha gente y a muchos lugares y lo cierto es que no sé por qué y para qué”, bromeó Ignacio. En estos dos espacios se encuentran las diferentes versiones de Lurra que realizó, así como La casa de Johann Sebastian Bach y La casa de Goethe.

En un pequeño salón se halla una de las piezas más desconocidas de Chillida, El Altar de San Pedro que diseñó para la iglesia de Colonia. “Cuando vine a conocer el museo y vi ese pequeño sitio que invita al recogimiento, pensé automáticamente en esta obra. Está colocada en un lugar idóneo”, apuntó el hijo, para quien esta obra refleja buena parte de las preocupaciones de su padre. “Para él la escultura pública era fundamental. Siempre decía que prefería hacer obra pública para todo el mundo que algo para una sola persona.