pamplona - Publicó su primera novela en 2018. “Cuando me sentía preparada”. A sus casi 60 años, Inés Plana (Barbastro, 1959) es una debutante y está viviendo “un sueño” por haber encontrado el favor de la industria editorial, pero, sobre todo, de los lectores, a los que pronto saciará con la segunda entrega del teniente Tresser.

Creo que la novela se iba a titular Maldad, aunque al final le robó el título a alguien muy conocido.

-Se lo robé a Emily Dickinson (sonríe). La editorial tardó un año en publicar la novela, lo que es normal porque yo soy una debutante y había que buscar una fecha que no coincidiera con primeros espadas. Durante ese tiempo, otra editorial nos pisó el título, y me dio pena porque me gustaba mucho, ya que la novela es una exploración y un tratado sobre cómo veo yo la maldad. Aunque a veces los cambios son para mejor.

Visto el éxito, parece que sí.

-Pues sí. Yo amo a Emily Dickinson y es fundamental para uno de los personajes de la novela, que se ve reflejada en su infelicidad, y tiene un verso que dice no es morir lo que más duele. Ese verso le va como un guante a la historia, porque con lo que les pasa a los personajes puedes llegar a pensar mejor morir que vivir así. Son personas a las que les va bien hasta que algo sucede y las conecta a todas, rompiendo su vida en mil pedazos. Mucho de lo que les pasa es la desmemoria.

Ese pasado que pesa cuando se quiere ir hacia delante.

-Eso es. Si siempre tienes en la mochila esos dilemas, esos enigmas, no puedes avanzar. Se tarda mucho en superar algunas cosas y más si no sabes muy bien qué te ha sucedido y empiezas a descubrir qué hay en ese pasado lleno de luces y sombras que no acabas de entender. Los niños tienen una mayor capacidad de adaptación, pero si de adulto descubres que lo que habías pensado que habían sido tu infancia y tu adolescencia, que lo que creías que era el entorno que te rodeaba no fue en realidad así, es muy difícil de afrontar. No tenemos tantas armas como creemos.

Hay que tener un valor y una fuerza muy especiales.

-Totalmente. Y hay personajes que no lo conseguirán nunca, y otros que piensan que tienen que seguir avanzando. A todos ellos les sobrevuela la maldad y luego les ataca, como un ave rapaz sobre su presa, y ese monstruo del mal que aparece en sus vidas les rompe, los asoma al abismo y cada uno sale adelante como buenamente puede. Aunque en la novela se resuelve el crimen, las vidas de los personajes quedan muy tocadas.

Empezó a escribir esta novela hace seis años, ya en la mediana edad, ¿sintió que había llegado el momento, que tenía la madurez personal y literaria suficiente para hacerlo?

-La escribí cuando me sentí preparada. La novela acarrea un proceso muy complejo y solitario, que para mí es siempre gozoso, porque sufro más cuando no escribo, pero es una cosa de mucha envergadura. Yo he sido periodista y editora de textos y soy consciente de que lo que estoy haciendo va a llegar tal cual al lector. No pasa como en otros ámbitos como el cine, por ejemplo, por eso sentía mucha responsabilidad y por eso también hice varios entrenamientos con textos que finalmente se quedaron en un cajón. También he escrito guiones, pero me tiraba más la novela porque da más libertad y no hay intermediarios entre el lector y el escritor. Así que finalmente cogí una historia, más bien la historia me eligió a mí, la del teniente Tresser, y me decidí a intentarlo. Escribí un primer capítulo que me llevó a otro. Yo soy una escritora de brújula, no de esquema, y creo que la novela es un ser vivo, muchas veces te dicta lo que tienes que hacer y te tienes que dejar llevar. A veces te indica que tires lo que has hecho a la basura...

Pues eso tiene que doler.

-Sí, pero para mí la escritura es un acto de humildad. No te puedes medir por encima de tu estatura. Escribir literatura es una lucha constante contra los elementos, contra la técnica, contra la estructura, contra los sustantivos, los adjetivos, el estilo... No te puedes creer un gigante, todos somos pequeños ante un folio en blanco. Yo me sentí preparada hace seis años y fui tirando y tirando de mi propio hilo, con una base sobre este teniente de la Guardia Civil arrogante, solitario... Tresser es un amante de la soledad y me apetecía romperlo en dos. Las personas que se dedican a oficios duros, como un guardia civil o un médico de urgencias, suelen estar muy cosidos y hechos de hormigón.

Se protegen.

-Claro, y yo quería coger a este tipo de personaje, darle un buen golpe y que se resquebrajara. Tener marcas de lucha, cicatrices y grietas por donde se puede colar todo lo malo también nos hace humanos. Tresser inicia una investigación como cualquier otra y por el camino se da cuenta que eso le duele, que le rompe el corazón, y comprende que la vida te puede cambiar en cinco minutos. Me gustó asistir al cambio tan brutal en el personaje.

La primera escena se basó en un ahorcado que vio en realidad.

-Lo vi desde un tren y me quedé impresionada. Viajaba de Madrid a Puigcerdà en un tren nocturno y cuando amanecía estaba mirando el mar hasta que de pronto vi a un hombre ahorcado. Llevaba traje... Desperté a mi marido por si lo estaba soñando y los dos nos quedamos impactados, pero nunca supe qué había pasado. Internet no estaba como ahora, no llevábamos teléfonos inteligentes... Estuve tres meses muy impresionada; por lo que tengo entendido, la muerte por ahorcamiento tiene mucho que ver con la culpa o el remordimiento. Pasado el tiempo lo dejé atrás, pero cuando me puse a escribir esta novela me volvió, aunque dejo claro desde el principio que no es un suicidio, sino un crimen.

Toni Hill comenta que para escribir primero hay que leer mucho.

-Estoy totalmente de acuerdo. Eso de levantarse por la mañana y decir voy a escribir un libro...

Pues está pasando.

-Lo sé, pero no será literatura. Yo creo que es fundamental leer mucho y conocer a los grandes. Cuando uno se acerca a ellos se ven sus recursos, sus virguerías técnicas, sus soluciones, sus reflexiones sobre la condición humana... Si tú no has tenido una relación con las palabras, con el lenguaje, es como si vas y le cuentas una película a una amiga; eso no es literatura, es otra cosa. Los escritores tenemos el derecho y el deber de intentar hacer literatura, de tener una voluntad de estilo y de mejorar y darle al lector lo mejor de ti mismo.

¿Es la escritura un acto político?

-Posiblemente. Simplemente por cuestionar la realidad y por tener una visión crítica ya estás haciendo política, que no se circunscribe a los partidos, sino que nos incumbe a todos los ciudadanos. La novela negra, en ese sentido, es perfecta para la denuncia social. Refleja lo peor que tenemos, nuestro salvajismo ancestral, lo que lleva a una persona a cosificar a alguien para que no le importe matarle... Todo escritor vive en el planeta y tiene un punto de vista sobre la realidad, otra cosa es que luego la plasme o no, aunque a veces sale sin querer.

¿Le ha pasado con esta novela?

-Hay quien me ha dicho que esta novela es feminista. Yo no me lo planteé, pero soy feminista, forma parte de mí y me salió la crítica de la violencia contra las mujeres.

¿Cómo está viviendo este año?

-Como un sueño. Date cuenta de la cantidad de escritores que escriben y no tienen el privilegio de la promoción, de que la prensa les haga caso... He viajado mucho y es agotador, pero una vez que estoy en los sitios disfruto muchísimo. He tenido la suerte de conocer a gente que me ha acogido estupendamente. Me siento como si me hubiera tocado el euromillón.