Los formatos de programas de la actual televisión generalista basan su éxito fundamentalmente en la presencia de un presentador que enganche a la audiencia por sus singularidad, atractivo personal o estilo ante las cámaras, que deberán quererle (telegenia) desde el primer momento en el arranque de cada programa. No es posible que un programa funcione en las encuestas de audiencia que marcan el destino, continuidad o muerte súbita en el negocio de la tele. Esta presencia de un buen conductor en la marcha de un programa es condición sine qua non para que las cosas le vayan bien a un magazine en las mañanas de las parrillas de la tele convencional, que cifran sus seguridades de triunfo y venta a poderosos conductores de magazine como Ana Rosa, Susana Griso y Antonio Ferreras.

Estos tres monstruos de la continuidad televisiva, son capaces de aguantar horas de plató sin disminuir su capacidad comunicativa, su presencia en las pantallas. Seguridad, estilo propio, aguante físico y mental con elementos que bien manejados definen el perfil, clase y personalidad en el quehacer de la tele mañanera. Los tres presentadores-conductores tienen firmes capacidades periodísticas que exponen cada mañana cara al público, enfrentando entrevistas, tertulias, presentación de noticias con soltura, gracia y seguridad. Son las estrellas de la tele contemporánea que guían afectos, opiniones y tendencias del personal, en un ejercicio próximo a la telepredicación de otros modelos de hacer tele. Cada uno cumple un papel y desarrolla un guion, Ana Rosa de maestra “rotenmeyer” que denuncia, corrige y castiga al entrevistado que se sale del rengle. Susana practica el sacerdocio de la información, ágil y sonriente, sacude estopa cuando el papel lo exige. Antonio Ferreras busca la piedra filosofal del periodismo puro y en ello anda. En busca, los tres, del arca perdida de la información.